Madres
¿Tu hijo hace como gato?: El alivio de preguntar a otras mamás
Por Daniela Méndez
Seguramente a ti, como a mí, te han pasado algunas cosas desquiciadas y divertidas en tu experiencia maternal. Hoy te contaré una especialmente divertida para que nos riamos juntas en la distancia y encontremos algo de alivio mientras le hacemos frente a la vida cotidiana.
El punto es que mi peque de cuatro años estuvo jugando MUCHO -hace algunas semanas- a que era un gato: pasaba gran parte del día, durante varias semanas, en esto. En ocasiones se despertaba haciendo como gatito (esto quiere decir que justo después del primer “mamá” de la mañana -ese que me grita desde su cama para que vaya a regalonearlo- empezaba a hacer “miau”; entonces, se desplazaba al baño y al resto de su rutina cotidiana gateando y haciendo los sonidos y gestos propios de un gato); en otros momentos del día retomaba el juego feliz y se quedaba en él un buen rato.
El tema se me hacía -y hace, porque en este momento muy de vez en cuando sigue con el juego- divertido: aunque a veces reconozco que, cuando había jugado BASTANTE durante el día y en la noche antes de dormir, seguía haciendo como gatito, ya no me parecía tan adorable el juego de mi hijo.
A todas estas, el jardín al que va mi peque queda en nuestro barrio y varios de sus compañeritos también viven en los alrededores. Con frecuencia nos encontramos mamás, papás, abuel@s y niñ@s, en el camino. Entonces un día me encontré a Paola con Pablo, su hijo, quien venía haciendo también como gatito. Me dio risa y curiosidad así que le pregunté si Pablo también jugaba a los gatos a lo que ella con esa naturalidad tan suya, me responde: “Dani, es que ser gato es la moda ahora”. Nos reímos y nos despedimos.
Días después estábamos en el parque algunas mamás del jardín con los peques y, en un momento determinado, vemos como los niños están jugando ¡Justo en ese momento! a los gatos. Con mi temperamento investigador y curioso, le pregunto a Sofía: “Oye, ¿Isa juega a los gatos en casa?” “Pucha, Dani, todo el rato”, me responde con su serenidad característica. Después a Mara, si Camilo también lo hacía. Ella que es tan divertida, me dice: “Daniela, juega tanto que estaba preocupada. Te juro que hasta había googleado qué significaba que tu hijo haga como gato. Yo me estaba imaginando lo peor”. Las tres nos reímos y le supliqué a Mara que ¡por favor! no volviera a atravesar en silencio un cuestionamiento como ese. Acordamos que la próxima vez nos preguntaría a qué estaban jugando nuestros peques para ver si juntas podíamos ver “la luz”.
¿A dónde quiero llegar con esta historia? Pues a que muchas veces nos imaginamos lo peor en absoluto silencio. Nos empezamos a cuestionar y a culpar (por cosas que parecen “pequeñas” pero en nuestra mente maternal, están muy lejos de serlo, nos preocupan inmensa e intensamente y esto es más que válido) olvidando los muchos otros factores que influyen en lo que nuestros hijos hacen o juegan como, en este caso, un juego social de gatos que para ellos es “moda”, diversión y novedad a su edad, algo más que ¡sano y natural!
¿Cómo podemos trabajar esta preocupación silenciosa y la ansiedad que nos pueda generar? Comunicándonos con otra u otras madres de nuestra confianza, abriendo la curiosidad y apoyándonos en la aventura de maternar juntas.
Aprovecho también para compartir que los encuentros de juegos en el parque, en una casa o donde nos parezca, no solo son geniales para nuestros peques -que corren, juegan (a lo que quieran y hasta ¡a los gatos!, crean vínculos reales con risas, cariño y hasta algunas peleas y diferencias incluidas- si no para nosotras que hablamos, nos reímos, nos acompañamos y vamos creando vínculos bonitos, honestos y profundos. Son espacios en los que nos sentimos acompañadas, contenidas, aceptadas, porque sí, querida, no es un “pecado” que quieras sentirte aceptada por otras en tu momento maternal; es justo y necesario en la vida y muy especialmente en esta etapa.
Te confieso con el corazón abierto que estas mamás y estas historias son parte tan importante de mi vida hoy en día. Son parte de mi inspiración, mi poder, mis columnas, mis libros. Son parte de la construcción de la feminidad que hago en esta etapa de mi vida. Son motor y aliento. Son valor, respeto y esperanza en la vida. Por eso, este artículo quiero dedicárselo muy especialmente a las mujeres mamás que he conocido en el jardín de mi hijo y en al parque y que hoy en día no solo son las mamás de los amigos y amigas de mi amado hijo, si no MIS amigas, mujeres valientes, únicas, mamás geniales y reales a quienes quiero y admiro y con quienes veces, de hecho, nos escapamos -mientras los peques duermen u otr@ los cuida- solo nosotras a tomar un café, un cóctel y a reírnos honrando este momento de la vida.
Daniela Méndez es psicóloga psicoanalista, dedicada a la psicología femenina y autora de Prometo Amarme. Una de sus motivaciones más importantes es descubrir cómo vivimos las mujeres la experiencia de maternidad. La puedes encontrar en su Instagram: @espaciodanielaalma y en su página web: danielaalma.com
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