Hijos
¿Qué es la autoridad? Si cedo, ¿la sigo ejerciendo?
Por Carla Moreno
Como bien sabemos las madres y padres o cuidadores, los niños son una cajita de pandora. No existen patrones ni la receta mágica para “dominar” la conducta, el temperamento o la personalidad de las niñas y niños.
Para poder entender de mejor manera a cada niño, debemos comprender la diferencia entre cada categoría (conducta, personalidad y temperamento). La conducta podría determinarse por un factor cultural y social, la personalidad dependerá de nuestro estilo de crianza que está asociada y va de la mano con el temperamento tanto del niño como el nuestro. Este es innato en cada uno, posee un componente biológico, y niños y niñas lo comienzan a detectar alrededor de los dos años de edad (he aquí una de las razones de los famosos e intensos dos años).
Aunque el temperamento se desarrolla desde que nacemos, guarda relación con el nivel de actividad, con la distracción, la intensidad, la sensibilidad, el acceso ante la novedad y la perseverancia. Todo aquello se conjuga con el estilo de crianza que ejercemos con nuestros hijos, el cual va formando así el carácter de los niños y niñas.
Por lo que es importante conocer el temperamento de nuestros hijos e hijas, ya que de esta manera podemos comprender y sobrellevar la crianza desde una perspectiva más formidable, acogedora y favorable, tanto para el desarrollo, como para una mejor convivencia con nuestros hijos.
Pero no solo es importante conocer el temperamento de nuestros niños y niñas, también es necesario conocer el nuestro. Somos quienes cuidan y enseñan, por ende, es necesario que nuestra salud mental esté de cierta forma regulada. Es necesario poder resolver nuestros conflictos y sanar nuestras heridas emocionales.
La salud mental en Chile lamentablemente no es abordada como una urgencia, por lo tanto, muchas veces estas emociones, sensaciones, aprehensiones, inseguridades, etc., se convierten poco a poco en enfermedades silenciosas, que se manejan desde el sentido común, sin ayuda de un especialista, creando un vacío, una incomprensión y un bloqueo de nuestras emociones.
Por otro lado, el estilo de crianza más utilizado que se ha traspasado en generaciones es el estilo de crianza autoritario. No sé si han oído el consejo de criar con mano dura, de ser firme y poner límites, sobre todo con aquellos niños que externalizan lo que sienten, que viven sus emociones, aquellos niños que demuestran y expresan, son los que hacen berrinches, gritan y se desregulan con mayor facilidad, sobre todo con este tipo de niños, aquellos que poseen estas características, hemos escuchado a modo de consejo, poner mano dura.
Dicha sugerencia nos hace sentir que estos pequeños no nos respetan, no nos ven como autoridad. Sentimos inseguridad en cómo intervenir, en cómo sobrellevar, entender y atender a las necesidades de estos niños y niñas que se desregulan. Sobre todo, en público, en donde más compleja se vuelve la situación, ya que somos observados por el resto por este incidente del “niño problema”.
Es complejo, entiendo y acompaño a quienes han vivido estos episodios. Pero debido a que se cree que el niño bien portado es el niño educado y bien formado, debemos ser las madres a quienes no nos debe importar lo que el resto perciba de nuestros hijos. Debemos romper esta cadena y este estilo de crianza adultocéntrica, debemos validar cualquier conducta que posee o tenga el niño y niña en cualquier momento.
No solo eso, sino también, comprender que esa conducta tiene una razón, debemos tener presente que nuestros hijos no se quieren “portar mal”, no quieren molestar, menos quieren ser castigados y alejarnos de ellos. Hay algo que intentan interpretar, intentan comunicar, externalizar. Debemos validar sus emociones, intentemos romper con esta manera de criar en donde los niños deben obedecer siempre. Con esto solo estamos creando seres sumisos, que al momento de llegar a la adolescencia será altamente probable que se dejen influenciar por individuos con más personalidad y carácter que ellos, por el puro hecho de no saber decir que no, se someterán a situaciones que no querrán experimentar, les será difícil o directamente no serán capaces de tolerar el rechazo.
Siempre que ejerzamos la crianza autoritaria, tengamos presente en que algún día ese niño o niña será adolescente y tendrá que tomar sus propias decisiones, para ello, su infancia y su desarrollo evolutivo, tendrá impacto.
¿Como podríamos cambiar esta manera de criar entonces? Manejando nuestros pensamientos, por ejemplo, antes de actuar de manera abrupta o desde el enojo y la rabia cuando el niño o niña esté desregulado o en medio de una “pataleta”, pensemos que nuestro hijo o hija es una hermosa persona, que es inocencia pura, que no me quiere molestar, que algo quiere expresar, y si le ofrezco mi ayuda y transmito mi calma, podrá expresar y se sentirá comprendido, por lo tanto, a largo plazo entenderá que no necesita ejercer un berrinche para tener mi atención y lograr algún objetivo, comprenderá que lo podemos conversar y que la mamá puede ceder ante dicha petición, sin necesidad de gritar.
Entregando calma y solidarizando con la emoción, el niño o niña gestionará sus emociones, ya que son validadas por sus figuras de apego. Posteriormente este niño o niña, en la adolescencia será alguien capaz de enfrentar situaciones de manera autónoma, ya que se sentirá con la seguridad de poder tomar decisiones.
Debemos comprender que nunca un comportamiento del niño o niña es porque sí, tenemos que vincularnos con nuestros hijos y entregarles el mensaje que siempre los queremos, no solo los queremos cuando se portan bien, de esta manera se sentirán acompañados en cada situación.
Seamos conscientes de nuestros pensamientos en aquellos momentos, regulémonos nosotros, volvamos a la calma y comprendamos que los berrinches son parte del desarrollo de los niños. Es saludable que expresen, se manifiesten, conozcamos nuestras limitantes y pidamos ayuda si nos cuesta lidiar con este proceso que viven nuestros pequeños.
Las madres, padres y cuidadores tenemos historia emocional, reconocer la historia emocional y el vínculo que tuvimos con nuestros cuidadores, nos ayudará a comprender la razón de nuestra conducta y el actuar frente a nuestros hijos.
Cambiemos de perspectiva y lidiemos desde la mirada de los niños. Observemos esos momentos tensos de estrés, comprendamos que el berrinche es adecuado y entendamos qué es lo que nos pasa a nosotras cuando esto sucede, el por qué nos cuesta tolerar este berrinche, reconozcamos qué es lo que sentimos.
Si comprendemos nuestra historia emocional, nuestros miedos y nuestras propias vivencias infantiles, la crianza con nuestros hijos se dará de manera más fluida y se enfocará en las necesidades de los niños y niñas. Podremos calmar, contener y entender desde la visión de ellos.
He aquí el título de esta columna: si comprendemos las necesidades de nuestros hijos, entenderemos que la autoridad no se basa en llevar hasta el final mi decisión. Podemos ceder, llegar a acuerdos, establecer tratos con nuestros hijos, sin perder la autoridad.
La autoridad va más allá de someter a nuestros niños y niñas a una conducta sumisa y de obediencia. La autoridad vista desde la mirada y perspectiva de los niños no es solo a quién se obedece, sino también a quién acuden, a quién necesitan para calmar los temores, las angustias. Se trata de quién protege, alimenta, escucha y comparte con ellos.
En definitiva, no necesitamos que nos obedezcan en todo para demostrar a ellos (los niños) que somos autoridad, somos porque los protegemos y somos quienes caminan con ellos.
Carla Moreno Irarrázabal es psicóloga y madre de tres niños, con un cuarto en camino. En su trabajo intenta inculcar un estilo de apego desde el respeto y siempre desde la posición de las y los niños pequeños, para entender su mundo. La encuentras en su Instagram: @carlamorenopsico
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