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Los amigos luego de una enfermedad o diagnóstico
Por Eva González
Amistad: afecto personal , puro y desinteresado , compartido con otra persona , nace y se fortalece con el trato.
Maravilloso es cuando una amistad puede perdurar para siempre, es bello ver cuando trascienden por décadas, son dignas de admiración. Pero no siempre ese afecto personal, puro y desinteresado logra sortear todos los obstáculos que presenta la vida, una posibilidad es que ese afecto no era tal.
Las historias ponen a prueba amistades que creemos serán para siempre. Los cambios drásticos en la vida de una de las partes puede provocar grandes distancias; te enfermas o alguien que amas tiene un diagnóstico difícil de llevar, que puede hacerte cambiar hábitos, y definitivamente volverte no conveniente para aquella amistad, duele, duele mucho, pero es una dura realidad.
Cuando ocurren situaciones que escapan a nuestras manos; quién olvida a aquel o aquella amigo/a de niñez que compartía todo, que no juzgaba y daba lo que fuese por el otro/a. Muchas veces las personas quedan con ese concepto, y continúan entregando de la misma forma, hasta que ¡¡uff! Llega el momento duro y se da cuenta que el otro/a poco a poco se comienza a alejar. Dejan de llegar mensajes, llamadas, es más, cuestiona las decisiones y finalmente más que un amigo/a, se convierte en un juez/a respecto a la vida de quien vive un momento duro, aunque puede que sea ese, el preciso instante en que más necesaria su presencia.
Lo vivimos cuando somos madres, (muchas veces) cuando estás en problemas, cuando te dicen que estás enfermo/a y necesitas más de lo que esa amistad estaba dispuesta a entregar.
Los amigos/as muchas veces, si se van, prefieren dejarte porque ya no eres entretenido/a, por ejemplo si estás dejando una adicción, ya no eres divertido/a. Es ahí donde te das cuenta de que la amistad sólo se sostenía en cosas vacías que podrías haber compartido con cualquier conocido. El dolor ocurre porque creo que es justo el momento en que más necesitas, pero ves cómo lentamente esa amistad se diluye en el tiempo. Si estás enfermo/a y no puedes hacer las mismas cosas, y el otro se aleja, de amistad real no había nada.
He oído algunas experiencias que son realmente tristes:
“Mi amiga era mucho para mí, pero me diagnosticaron autismo. Nunca quiso entender de qué se trataba, pero me juzgó porque por primera vez, luego de 30 años guardando silencio de lo que de verdad me importaba, me atreví a hablar de libros, ‘ay no, qué lata’, eso me dijo, ‘antes no eras así’“.
“Mi esposo, el amor de mi corazón al cual mi mejor amiga adoraba, tuvo un revés importante en su vida. Dijo apoyarlo a él y a mí, hasta que un día sin querer escuché de su voz, unos audios en donde decía muchas cosas dolorosas de nosotros, mientras que cuando me veía decía que nos apoyaría siempre”.
“Un día le dije a un amigo, prefiero no ir a ese bar, la verdad es que no quiero beber más. Nunca más lo vi”.
Soy una romántica, creo en la amistad, y gracias a mi mejor amiga que ya está en otro plano, con la que teníamos códigos secretos: podíamos llamarnos a la hora que fuera y la otra llegaba de cualquier manera al lugar necesario en ese momento, nos acompañábamos a llorar, teníamos los secretos y las historias incontables más locas que recuerde, esas que tanto nos hacían reír.
Yo jamás dejaré de creer que la amistad existe, pero tengo plena conciencia de lo escasa que es por estos días. ¿Esperanzas? ¡Sí! Algunos/as se quedan. Te escuchan por horas, te hablan aunque estés triste y no seas una buena compañía (por supuesto, tú haces lo mismo), cuidan un ratito a tus hijos para que puedas tener un momento a solas, de paz.
Se sientan a tu lado, sin hablar si es necesario, te hablan por teléfono si te desregulas y respiran contigo hasta que estés un poco más tranquilo/a. Aún existen, cada día son menos creo yo, pero los/as hay, y es por esas amistades que pienso debemos ajustar bien nuestro radar de para poder encontrarlos/as, para no equivocarnos, para no sufrir, y poder vivir esa belleza, ese regalo de amor que es una amistad verdadera.
“Personalmente, a aquellos/as que se quedaron les debo la vida, y les amo con ese maravilloso afecto, puro, desinteresado y personal, tal como lo dice la definición de este concepto tan hermoso: amistad”.
Eva Inés González Salas es madre, profesora, emprendedora y autista. Cree en la educación sin premios ni castigos, basada en el amor y en el respeto por los demás. La encuentras en Instagram como @profeeva29 y @mujer.enelespectro
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