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La maternidad y las amigas: un brindis por las que se quedan

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La maternidad y las amigas: un brindis por las que se quedan

Por Tamara Rivero

Mientras estudiaba en el colegio recuerdo que frente a cada discusión o “pelea” con mis pares me llegaban comentarios del tipo “te tiene envidia”, “tú crees que es tu amiga, pero no lo es”, “te va a cambiar luego por otra niña”. Y así… incesantemente. Con los años descubrí que, prácticamente a todas nosotras, la sociedad nos dio esas indicaciones y la televisión que en aquella época se consumía venía a reafirmarlo. Es decir, ¿por qué siempre eran dos mujeres en lucha por el “amor” de un supuesto “galán”? ¿Por qué las mujeres eran amigas y rivales, y no solo amigas o solo rivales? ¿Por qué siempre las mujeres, desde bando distintos se declaraban una guerra sin argumento?

Sencillamente porque la estructura de esta sociedad nos ha querido separar desde siempre y los vínculos entre mujeres se reducían a lo cuestionable, a los chismes, a los rumores y a las risitas pillas. Algo que tristemente resultó; cuesta ver a mujeres de generaciones anteriores acompañadas de otras mujeres, no tengo recuerdos de mujeres como mi madre criando con la compañía de sus amigas. Las memorias son: mujeres solas, reducidas al espacio de lo domestico y la crianza; mujeres cordiales con otras mujeres; vecinas distantes; mujeres que, si conversan con otras mujeres, resultan ser sus familiares.

Historia de mujeres

Si nos remontamos a los años setenta, vemos como la lucha feminista instaura el concepto de “sisterhood” que traducida al español se lee como “hermandad” o “sororidad” un nuevo constructo que busca una vez más acabar con las desigualdades de género. Y es que tanto hombres como mujeres tenemos el mismo derecho a tener amistades, a compartir, a salir y desenvolvernos en distintos espacios públicos. Una lucha que 50 años después deja ver avances de conquista.

Actualmente las mujeres (o al menos una gran mayoría) somos amigas de otras mujeres, somos responsable afectivamente de esa relación, apoyamos, acompañamos y estamos presente en la vida de las otras; un logro (en ascenso) respecto de nuestros derechos, nuestros espacios, nuestras necesidades.  Y a la vez; un nuevo rol en nuestras vidas que exige dedicación y amor.

Esta amistad, este espacio ganado, junto con lo laboral, lo educacional y lo relacionado a la salud mental son factores de alto riesgo de vulnerabilidad en la maternidad. ¿Qué pasa con nuestras amigas cuando nos embarazamos? ¿Qué pasa con eso que habíamos ganado?

Madre del siglo XXI

Ser madre en este siglo tiene características bastante singulares, actualmente y al parecer, tenemos acceso a derechos antes exclusivos de hombres, pero la publicidad y el capitalismo se ha encargado de establecer un prototipo absurdo de lo que es ser mamá, debiendo llevar la carga de la vida privada/familia, junto a la de la vida pública/trabajo-amistad. Algo sencillamente imposible y que muchas veces nos obliga a renunciar a varias de nuestras conquistas.

Esther Vivas, en su libro mamá desobediente, lo dice “Si llegas a parir, te espera un ejercicio casi impracticable de malabarismos cotidianos para compatibilizar la crianza con la vida que tenías antes”

Lo absurdo del escenario me recuerda a la serie “Pokémon” y esa especie de fase evolutiva en la cual mágicamente creces, te fortaleces, eres invencible y los demás te admiran; afuera le llaman “mamá pulpo” o “mamá multi-task” entre otros adjetivos que buscan asignarte un estatus donde tu “yo” anterior y la nueva “yo” deben darlo todo… un estereotipo falso, dañino y doloroso.

Maternar y paternar histórica y socialmente ha sido distinto, y a pesar de que los movimientos feministas han luchado para que las mujeres seamos parte de los espacios públicos, no ha existido un movimiento igual de fuerte que deconstruya la mirada masculina para que ellos sean parte activa del mundo privado, de los quehaceres del hogar y la coparentalidad.

Mujeres y hombres hoy se desenvuelven de manera similar en el exterior, pero en el interior, en la familia, en el mundo privado, nosotras seguimos a cargo, y no solo lo sabemos, también lo resentimos. Por lo mismo, un embarazo y por consiguiente un bebé en el hogar, no solo configura el inicio de una nueva etapa en la historia de la mujer: este escenario también se transforma en tensión absoluta, en un punto de inflexión de la mujer contemporánea donde lo privado y la público dan una lucha bélica por liderar espacios y todo eso que hoy creíamos conquistado. Las fotos en bares, los proyectos laborales, el asistir a diversas invitaciones, las salidas a festivales, el salir a bailar con amigas, vacaciones en grupos, idas al cine y tantos otros panoramas propios de nuestros diversos roles actuales se ven puestos en jaque…en peligro de extinción o franca desaparición.

Situación en Chile

Chile en los últimos años ha evidenciado que sus políticas asociadas a la maternidad y protección laboral están al debe, dejando claro lo vulnerable de nuestras conquistas femeninas frente a una cultura aún patriarcal y afectando incluso a nuestra conquista más solidaria. Nuestra sororidad, esa que descubrimos cuando salimos del yugo doméstico, demostrándonos que las mujeres sí podemos ser amigas; que no competimos entre nosotras, ni nos andamos envidiando, al contario, nos apoyamos en las buenas y en las malas y muchas veces sentimos que ellas son esa “familia que uno escoge”.

Con ellas vamos creciendo, a ellas les contamos nuestros más íntimos secretos, son las primeras en saber cuando aparece alguien que nos interesa, les contamos nuestros logros y lloramos nuestras penas, nos pedimos que por favor avisen cuando lleguen a casa, compartimos piezas, camas, comidas y hasta nos encontramos en momentos donde las palabras sobran y las miradas comunican; un evidente “gallito” a todos esos mitos históricos que las mujeres no podían ser amigas… podemos y lo somos.

Pero ¿Por qué se van cuando una es madre?

Una herencia cultural, silenciosa y brutal

De pequeña recuerdo haber escuchado: “No vayas a casa de Pepita que esta con su bebé”;  “A esta hora no, porque el bebé de Lupita está durmiendo y se puede despertar”;  “¡Es muy tarde, cómo vas a ir a molestar, si ellos necesitan descansar!” Estas, entre tantas otras recomendaciones eran parte del menú diario de consejos cuando una mujer se transformaba en madre y que, desde una lógica doméstica, sin escuchar a la afectada era muy complejo cuestionarla. Fuimos “viralizando”, normalizando y trasmitiendo esos dichos a tal grado que no nos percatamos de que hacemos “ghosting”; y como todos van asumiendo dicho paradigma de abstención, ¡todas terminan haciendo ghosting! Y la madre que hasta ayer era amiga, quien también creció con esos comentarios, hoy los resiente, la hieren, le duele, la alejan.

La maternidad hace rato viene desmitificándose, las demandas del recién nacido son tremendas y convertirse en madre es doloroso; duele el cuerpo, duele la mente, duele el alma; extrañamos enormemente a quienes fuimos y nuestros espacios de camaradería; los hijos/as absorben y la sociedad nos reduce a ese rol (madre), tenemos miedo, nos encerramos entre las paredes de una casa, viviendo aislamiento o depresión; factores críticos que atentan a la salud mental de la madre y del hijo/a

Existe un proverbio africano que dice “para criar a un niño hace falta una tribu completa” y no se refiere necesariamente a la guagua, se refiere a la madre, a la que ha parido y que no debe estar sola, las mujeres embarazadas y con hijos necesitan apoyo, acompañamiento y contención frente a la alta exigencia que implica la crianza, a nivel corporal, mental y espiritual.

Reitero: la red de apoyo es fundamental para la madre y para los críos; una madre sola con un recién nacido es un alto factor de riesgo para ambos, y la crianza de nuevas generaciones es tarea de todos.

Y no, con esto no pretendo dar más argumentos a la maternofobia o la niñofobia, el ser o no ser madre es una decisión de cada mujer. Lo que pretendo es otorgar una invitación a la reflexión, a despojarte de todo eso que nos decían y que dañaba a quien necesitaba de nosotras.

“Ahora que es mamá”

¿Hasta cuándo comentarios que parten con “es que ahora que es mamá”? se siguen completando con prohibiciones (no puede tomar, no puede salir, no puede trabajar, no puede…) ¡Hasta cuándo nos aíslan! Somos las mismas mujeres, pero ahora con hijos/as, quizá con más estrías y con un resto de peso que nos quedará por siempre, pero las mismas mujeres que disfrutaban de la compañía de sus amigas en torno a un café, un té, o una cerveza.

Las mismas que cantaban karaoke, las mismas que disfrutaban de comentar la novela de la tarde; solo que ahora con mucha necesidad de ser escuchada, apañada y regaloneada. La misma mujer que antes contaba sus dramas de amores, de trabajo, de familia, que hoy necesita compartir sus agobios, sus miedos y esperanzas, requiriendo más que nunca de la risa de su amiga y de la mirada cómplice que otra mujer de cariño genuino puede otorgar. Porque criar cansa, agota, asusta, nos pone la vida “patas pa’ arriba” y muchas veces necesitamos sentir que la que fuimos antes de ser madre, sigue ahí (es normal).

Un brindis

Es por esto que hoy propongo un brindis por ellas, por esas mujeres y esas amigas que, liderando sus propios proyectos personales (que pueden o no implicar maternidad), estuvieron antes de que seas madre, durante el embarazo y que se han quedado por voluntad mientras tú crías. A ellas que desafiaron y derrumbaron todos los mitos que buscaban segregarnos; apostando por la intuición, el cariño y la sororidad.

  • Un brindis por esas amigas que, sin ser mamás, te llamaban para saber si te llevaban toallitas húmedas de manzanilla o de aloe vera.
  • Un brindis por esas amigas que pasan por ti, para llevarte con tu bebé al supermercado y se quedan un ratito con tu hijo/a.
  • Un brindis por esas amigas que llegan con un quequito a tomar té, y cuando entran ponen cara de espanto porque recuerdan que la guagua puede estar durmiendo (pero pensaron en ti).
  • Un brindis por esas amigas que se ponen de acuerdo para visitarte en “patota” y lavarte la loza.
  • Un brindis por esas amigas que sus proyectos no le permiten estar siempre físicamente, pero te escriben constantemente.
  • Un brindis por esas amigas que se ríen contigo tratando de armar un cumpleaños infantil, siendo que no saben nada al respecto (ni tú tampoco).
  • Un brindis por la que acomoda la agenda para estar ahí cantando cumpleaños feliz a tu hijo/a.
  • Un brindis por esa amiga que no quiere ser madre, pero se la juega en su rol de tía y defiende el rol de amiga.
  • Un brindis por esa amiga que fue mamá antes, sabe por lo que pasas y llega solo a abrazarte y decirte que todo estará mejor.
  • Un brindis por esa amiga mamá que toma a tu bebé y en dos vueltas lo tiene bañado, mudado y dormido.
  • Un brindis por esa amiga mamá que te ve sola y se ve en ti… porque su maternidad de hace veinte años fue en la más absoluta soledad, viendo como todos a su alrededor salían y ella debía dedicar su tiempo a hacer una papa y dormir a un ser pequeño que no quería dormir… y hoy desde su reflexión decide quedarse y acompañarte.
  • Un brindis por esas amigas que traen el karaoke a la casa para que puedas seguir atendiendo a tu bebé, las que traen el mat de yoga, las que traen las últimas novedades de la farándula, las que traen sus estudios, las que traen sus dramas… pero contigo.
  • Un brindis por esas amigas que entienden que hay que reacomodar un poco la dinámica de amistad, pero que cada movimiento al realizarlo desde el amor solo genera ganancia.
  • Un brindis por esas mujeres, que mi hijo/hija hoy le dice tía y también sonríe cuando las ve llegar… porque hoy son parte de la vida y de las experiencias de los que crecen.
  • Un brindis por esas mujeres que no saben que tan solo estando y creyendo que no hacen nada… lo hacen todo.

Mirando hacia adelante

No es ser romántica, sabemos que las relaciones mutan, que las personas que están hoy no necesariamente estarán mañana, incluso nosotras estamos en constante cambio; pero no podemos olvidar que el ser humano es una raza esencialmente sociable y que necesita del otro para poder sobrevivir, que solos no conquistamos nada y que juntas lo podemos todo.

Sabemos que la estructura patriarcal de esta cultura nos ha mentido desde siempre sobre nosotras, que no podemos o no sabemos ser amigas, que nos envidiamos, nos “pelamos”, nos criticamos; y sí, quizá, muchas de nosotras lo han creído y han tenido experiencias de este tipo, pero que eso no nos quite la oportunidad de abrazarnos entre todas y volver a creer en que sí es posible formar relaciones amistosas que nos acompañen de por vida o por gran parte de esta.

Sabemos que las luchas que hemos tenido las mujeres respecto a nuestros derechos siguen vigentes y que esos espacios tan delicados como el embarazo, el puerperio y la maternidad, son utilizados por un sistema nefasto que abusa de esa vulnerabilidad para asilarnos y separarnos de nuestros logros, manipulando el discurso comunicacional al relacionar maternidad con el encierro.

Sabemos que la maternofobia, producto de esto mismo, es la versión evolucionada, mercantilizada y mejorada de esos “consejos” que escuchamos de pequeñas y que busca castigar a quien decide ser madre y de paso separar a las mujeres en categorías: sin hijos = sin problemas vs con hijos = con problemas

Sabemos, que el sistema patriarcal existe y sus discursos están en el ADN de cada una de nosotras, que sin darnos cuentas los hemos repetido infinidad de veces y peor aún, hemos actuado en concordancia de esto, hemos vivenciado el decidir ser madre y con ello perder amigas que creíamos que estarían ahí y que hoy sencillamente no están.

Sabemos, y las invito a repetirlo las veces que sean necesario: ¡seguir reproduciendo estas pautas solo nos separa de nosotras mismas! La maternidad necesita de otras mujeres, la maternidad necesita de amigas, las mujeres nos necesitamos, no siempre podemos “solas”.

Sabemos y nadie discute, la importancia trascendental de la presencia del padre de nuestros hijos, de la presencia de nuestras madres, de nuestras tías o hermanas en la crianza (cuando son parte de nuestra red). Pero es necesario visibilizar la presencia activa de nosotras; de las mujeres, las amigas, porque además somos ese espacio conquistado, de compañerismo, de aventuras, risas y complicidad (sin contratos ni regímenes); representando además que la maternidad ni nos define, ni nos “completa”.

La maternidad nos permite explorar un nuevo rol, nos permite amar como no creíamos posible, nos permite soñar y llorar a la vez, nos da fuerza y nos permite que nos desarrollemos en otros aspectos y, si es en compañía, les aseguro que la maternidad puede llegar a verse de infinidad de colores…quizá no prime el famoso color rosa, pero sí se abre a una gama de colores no antes vistos.

¿Cómo lograr esto?

Estar presente, estar ahí y seguir siendo la amiga de tu amiga es mucho más fácil de lo pensamos:

  • Estar ahí, es tomar tus creencias adquiridas y tirarlas a un tacho de la basura.
  • Estar ahí, es tomar tus cosas e instalarte en la casa de esa mamá para ayudarla.
  • Estar ahí, es no esperar que esa mamá, que apenas tiene tiempo de respirar, te llame, no puede, y eres importante.
  • Estar ahí, es decirles a tus otras amigas que tienen amigas embarazadas o con hijos pequeños que hay que ir, hay que estar y hay que apañar.
  • Estar ahí, es decirle a tu hija que hoy te cuenta que su amiga está embarazada, que su amiga la necesita más que nunca y que la amistad es eso; estar ahí.
  • Estar ahí, es educar a tus hijas y a tus hijos derrumbando estos mitos, para que mañana nunca más una madre críe en solitario.
  • Estar ahí, es acercarte a esa compañera de clase que está embarazada y pasa los recreos sola. Con una sonrisa, con una bebida compartida, con una conversación…puedes cambiarlo todo.
  • Estar ahí, es reflexionar y saber si efectivamente quieres estar o ser valiente y decirlo de frente, no seas la incertidumbre, no hagas ghosting, no es necesario.
  • Estar ahí, es saber que ahora además de que te digan -amiga- mañana te empezaran a decir -tía.
  • Estar ahí, es saber que una amiga embarazada no es una amiga de salida, es una invitación a ser parte de una familia que empieza a crecer.
  • Estar ahí, es reconocer que a pesar de que tú no tuviste esa amiga (por diferentes motivos) hoy en día puedes escoger serlo, y cambiar una vida (y con eso también la tuya).
  • Estar ahí, nos demuestra que cuando estamos juntas, podemos más y la carga se hace más liviana.

Tamara Rivero es madre y trabajadora social, con un magíster en Trabajo Social, mención comunidad y territorio.

 

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