Madres
El desgarrador testimonio de una madre en Neonatología
Lo primero que debes saber es que si eres, fuiste o serás mamá de neonatología, eres diferente a las mamás de bebés de termino. Eres una mamá muy fuerte con experiencias desgarradoras.
Cuando nació mi hija en un parto de emergencia a las 28 semanas, estaba tiritando, sentí el peor miedo que jamás había sentido. Al romper membranas a las 22 semanas, ya nos habíamos preparado psicológicamente para enfrentar la prematurez. Al menos eso creíamos. Pero lo cierto es que no teníamos ni idea de lo que se nos venía por delante.
Fue un parto traumático, mucho dolor físico, el parto menos soñado que te puedas imaginar. Era mi primera cesárea y de urgencia, por lo tanto, cada minuto era vital para mi y mi hija. Me habían dicho que me la pasarían para darle un besito y se la llevarían a neonatología. Pero eso no pasó, la sacaron rápido y se empezó a ahogar. No lloró como mis hijas anteriores, no hubo apego, simplemente se la llevaron corriendo porque su vida corría peligro.
Pregunté por qué no lloró y nadie me respondió nada. En el pabellón, se miraban entre todos sin saber qué decirme. Mi pareja se fue corriendo detrás de mi hija y yo me quedé sola y sin respuestas.
Fue en ese momento en que el doctor me dice, “hay un problema contigo también. Tu placenta estaba desprendida debemos hacerte un raspaje”. Me empecé a sentir mal, la presión se elevaba, me ponían miles de sueros en las venas. Quise cerrar los ojos de cansancio. Pero en eso vuelve la matrona y me cuenta que mi hija pudo ser estabilizada y que “estaba bien”, entonces me di ánimo para seguir, aunque no la pude conocer esa noche.
Pasé a recuperación, ahí me inyectaban analgésicos en el abdomen, me decían que era para el dolor de después. Mi pareja entró donde estaba luego de unas horas para avisarme que mi guaguita estaba bien. Asique esperé que se me pasara la anestesia más tranquila.
Casi a las tres de la madrugada me llevaron a mi pieza para continuar la recuperación, la pieza estaba vacía, sin bebé como en ocasiones anteriores. En la puerta no colgaron el cartel con el nombre de mi hija, como lo hacen con otros nacimientos. El dolor comenzaba a invadirme, literalmente no me podía mover.
Las matronas que iban a controlarme solo decían “pucha lo siento”, “espero que tu hija salga adelante”. Solo una persona llegó y me dijo “felicitaciones! eres mamá!”. Eso marcó algo en mí, esta vez no existían las felicitaciones ni las visitas a la guaguita con regalo. Todo era pesadumbre. El resto del día no pude levantarme de la cama pero yo estaba muy tranquila porque supuestamente estaba todo bien.
Esperado encuentro
A finales del día siguiente, cuando ya pude moverme un poco más, me autorizaron a visitar a mi hija en neonatología solo por cinco minutos y obviamente en silla de ruedas. Nerviosa iba a conocer a quién sin saberlo llegaría a mi vida a cambiarlo todo.
Cuando la vi quedé en shock, nació un sentimiento que nunca había sentido antes. Y es que es realmente impresionante y conmovedor ver a tu hija de la forma en que estaba, intubada, con sonda nasogástrica, llena de catéter umbilicales, vías intravenosas, en cuna radiante, y con una bolsa que cubría su frágil, delgado y pequeño cuerpo.
Cada huesito sobresalía en exceso de su cuerpo. En ese momento los médicos vinieron a hablarme, pero no recuerdo nada de lo que me dijeron. Me bajó la presión y la cesárea me dolía demasiado, asique me llevaron de vuelta a la habitación. Solo recuerdo que me dijeron que mi pequeña había estado grave muchas horas, sin poder estabilizarla. Ahí descubrí que las palabras que me decían antes era solo para calmarme.
Seguí en shock por horas. Cuando me visitó mi doctor para controlarme, me confesó que yo también había estado al límite de la muerte.
Fueron días intensos, pude tocarla por primera vez al tercer día. Me apretó la mano tan fuerte que en ese momento la adrenalina cedió y lloré, lloré y lloré como nunca antes, fue así como pasé del shock a la angustia. A medida que iba moviéndome más, podía estar más rato con ella y ver todos los procedimientos que le hacían. Comencé entonces a sentir dolor del alma cada vez que la pinchaban a ella.
La extenuante rutina tras el alta de mamá
Una vez que estuve de alta comenzó un calvario gigante. Las idas y venidas a la clínica todos los días eran agotadoras. Logramos armar una rutina familiar para poder visitar todos los días a mi hija, sin afectar demasiado a mis otras hijas quien también estaban pasando un mal momento con toda esta situación.
Poco a poco te vas familiarizando con la importancia de que tu bebé prematuro tenga buena saturación, el sonido de las máquinas. El horario de los remedios. Cuando le quitan una máquina de ayuda a tu bebé es una pequeña celebración.
La importancia de la leche materna es fundamental en estas situaciones, el primer contacto es con un extractor de leche. Dar el pecho sin contacto físico también da tristeza.
No hay tiempo de recuperación para la mamá, porque tienes que seguir y sacar fuerzas desde donde no la hay para visitar a tu guagua. Surge la impotencia, porque no puedes darle confort a tu bebé, solo tu compañía. A medida que pasan los días y tu bebé se va estabilizando, puedes tomarlo. Hacer método canguro, el conacto piel con piel, es fundamental para el desarrollo de tu hijo.
Su frecuencia cardíaca se estabiliza y su saturación también. Uno se siente en las nubes y vas desarrollando el apego que tan drásticamente te quitan en un primer momento.
Nos pasó varias veces que celebrabamos con la familia algún avance y cuando la íbamos a visitar, nos enterábamos que ese avance se había convertido en un retroceso. Muchas veces me devolví a mi casa llorando por las calles, nunca me atreví a manejar sola hacia la clínica, justamente por los vaivenes emocionales. A veces te dan tantas malas noticias en un solo día, que uno llora de impotencia y solo piensas en rendirte.
Después, miras a tu guagua, su lucha diaria por vivir y te das las fuerzas para seguir adelante. Es el escenario más estresante que te puedes imaginar y nadie te entiende, nadie excepto las otras mamás de neonatología que están ahí pasando lo mismo que tu.
Conversar con ellas es fundamental, algunas llevan una lucha peor que la tuya, y eso en el fondo te hace valorar los avances de tu guagua. A veces, uno misma da consejos a otras mamás que vienen llegando, y con eso te das cuenta, que pese a todo, el tiempo avanza rápido, aunque a ratos no lo notemos.
“Cada día más es uno menos”, me repetía al despertar todos los días. A medida que van pasando las semanas, hay nuevas metas que lograr, nuevos exámenes que enfrentar: Visión ¿verá mi guaguita? ¡Sí, ve! sigamos. Audición, sí, también escucha, sigamos. Corazón, cerebro, visión otra vez. ¿Cómo va el peso? Pucha que les cuesta a los prematuros recuperar su peso de nacimiento.
Pasar el kilo y medio, pasar los 2 kg. es realmente todo un acontecimiento.
Durante la estadía en neonatología, el miedo a perder a tu hija no te deja en paz, temes que se vaya durante el sueño por las temidas apneas del prematuro, por el fantasma de la enterocolitis necrotizante que ronda la UCI y la UTI y que ataca, como una ruleta rusa a cualquier bebé, llevándolo muchas veces a la muerte.
Estás tan pendiente de lo que dicen los especialistas que evalúan a tu hija, que vives en estrés constante y miedo que te puedan decir algo negativo.
El alta de un bebé prematuro
Nosotros estuvimos 64 días con nuestra bebé prematura extrema, tuvimos días buenos, malos, feos, vi llantos de mamás, cómo operaban a bebés, bebés que se recuperaban mágicamente, como también días bellos, con nuevos logros.
Al fin llega el esperado día del alta y puedo decir que para mi ese fue el día que realmente nació mi bebé.
Debes saber que por más positiva que seamos como madre, no es de extrañar que muchas veces te sientas superada, porque no puedes sola. Tendrás días emocionalmente terribles, otros donde no habrá consuelo alguno. Es una pena que te invade el alma.
Por ello es importante el apoyo que puedas recibir, psicológico, de tu familia, amigos, desconocidos y sobretodo de tu pareja. Es importante tratar de distraerse, salir con tus otros hijos, pasear, porque cuando eres mamá de neonatología te abstraes, te encierras y tu vida se paraliza de cierta forma. En tu cabeza solo tienes en mente a tu hij(a) hospitalizado y la mente se cansa, sentirás un cansancio infinito que solo va a ceder cuando tu bebé esté a tu lado en casa.
Ser mamá de un prematuro es difícil, te agota mentalmente sobretodo mientras está en la UCIN. Es una prueba a tu perseverancia, a tu positivismo y a tu fé. Creo que ninguna madre es capaz de soportar ver sufrir a un hijo y los prematuros sufren. Los pinchan, los intuban, exámenes y por sobretodo sus figuras de apego no pueden estar las 24 horas del día con ellos, mientras dura la hospitalización para poder contenerlos.
Pero ser mamá de un prematuro también es aprender a valorar la vida, es aprender a no echarse a morir por cosas triviales, es aprender a valorar la familia, pero por sobre todas las cosas, es darte cuenta que un ser tan frágil y tan pequeño es más poderoso que nada en el mundo.
Ser mamá de un prematuro es un camino largo, porque los pequeños luchadores están de alta de su prematurez cuando cumplen 7 u 8 años de edad. Antes de eso, sus visitas más frecuentes serán a sus controles médicos, pero lo vale, todo lo vale por ellos.
Hoy, como ex mamá de neonatología, puedo decir que estoy orgullosa de mi hija y sus logros. Orgullosa de mi y la fuerza de madre que saqué, y orgullosa de todos los pequeños luchadores que lo lograron, y por los que no, también.
Javiera Arriagada Vidal
Mamá de tres
IG: @javafav
Fonoaudióloga Universidad Mayor
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