La Violencia Obstétrica corresponde a cualquier forma de abuso realizada por personal de salud hacia la mujer durante el parto y otros procesos reproductivos. Este tipo de violencia, que suele pasar desapercibida, amenaza nuestro derecho a recibir una atención digna y respetada, a no ser discriminadas y a sentirnos seguras.
La forma de manifestarse puede ser a través de un trato deshumanizado, medicalización injustificada, patologización de procesos naturales o desinformación del propio estado de salud o de los procedimientos empleados por el personal de salud, entre otras.
El caso de violencia obstétrica más reciente, fue un caso registrado en Guatemala a través de un video titulado como “El primer parto del año”. Las imágenes eran brutales, horrendas e inexplicables. Un montón de gente, celulares grabando, gritos de cuenta regresiva, alrededor de una mujer pariendo, un bebé naciendo y sus derechos siendo vulnerados frente a todo el mundo. La violencia era evidente, pero no siempre es así, a veces es invisible, normalizada y hasta aceptada.
Violencia Obstétrica en Chile
Gracias al empoderamiento femenino, cada vez son más las mujeres que se atreven a denunciar las situaciones de maltrato verbal, psicológico, de violencia física y abuso de poder de las que hemos sido víctimas por parte del personal de salud, durante hospitalizaciones relativas a su embarazo y parto.
La Primera Encuesta sobre Nacimiento en Chile realizada por el Observatorio de Violencia Obstétrica (OVO), reveló que una de cada cuatro mujeres atendidas en el sector público, sufrió violencia física y el 56,4% señaló haber sido criticada al expresar dolor o emociones. Lo que constata que en Chile la Violencia Obstétrica es una realidad.
Por mi parte, he visto esta realidad con mis propios ojos. Soy matrona y me ha tocado ver a mujeres que se les grita para que pujen, se les limita el acceso a la analgesia del parto (aún cuando es parte de las Garantías Explícitas en Salud GES, es decir, un derecho). Se les niega compañía y tienen sueros con medicamentos que desconocen.
He visto mujeres que no conocen las enfermedades de su embarazo o el estado de salud de sus recién nacidos. He visto como ponen un monitor cardiofetal a permanencia sin ser necesario y se coarta el libre movimiento que ayuda tanto con el dolor de parto. He visto mujeres en ayuno forzado durante días, solo por estar en trabajo de parto. Cuando estudiaba, tuve que mojar los labios de mujeres que rogaban por agua, con un algodón con agua. He visto colegas mencionar “si le pasa algo a tu guagua, será tu culpa”.
Parece inaceptable, increíble, brutal. Y lo es, pero lamentablemente es parte de lo habitual. La violencia obstétrica es una realidad que está normalizada y necesita ser conocida para ser combatida.
Chile y las Cesáreas
La cesárea es una cirugía que se justifica cuando existe un riesgo en el parto vaginal para la madre o el feto. Como todo evento quirúrgico implica riesgos que con el tiempo se han atenuado tras la comodidad para los médicos y la posibilidad de los padres de planificar el nacimiento y ser acompañados por su familia. Un médico puede organizar cesáreas en distintos centros asistenciales y tener una agenda completa de cirugías, es cómodo y rentable. En cambio, un parto puede desencadenarse en cualquier momento y es difícil de predecir.
Así es como Chile es uno de los países que tiene mayor índice de cesáreas, en sistema público cercano al 40% y en el privado llega hasta un 76%. Estas cifras son bastante discordantes respecto de la recomendación de la Organización Mundial de la Salud, que sugiere que las cesáreas no superen el 15% del total de los partos.
Es así como las cesáreas innecesarias se han convertido en un problema de salud pública para nuestro país. El intervencionismo y el manejo del trabajo de parto se han hecho un hábito en la atención obstétrica. Y si bien es cierto, la mortalidad materna ha tenido una disminución considerable a lo largo de los años, no podemos atribuirlo a las cesáreas, sino al adecuado manejo médico de las patologías de la gestación, al acceso a una atención adecuada, que es importante contrastar con la medicalización injustificada de procesos naturales y la manipulación de la forma de nacer de los chilenos y chilenas. Lo que tampoco es extraño en un mundo donde buscamos y perseguimos lo instantáneo, la comida rápida abunda y la inmediatez marca el paso
En cuanto a fisiología en una cesárea, se priva a la mujer del flujo hormonal del parto, la oxitocina que estimula la actitud materna y eyección de leche o la noradrenalina que estimula el recién nacido e impulsa el estado de alerta materno del posparto.
Entonces ¿Por qué cesárea electiva? Probablemente si tuviésemos claridad y conocimiento sobre nuestra fisiología y sus porqués, nuestra tasa de cesáreas sería mucho menor. Si no tuviéramos miedo también ayudaría bastante. No ser debidamente informadas también es una forma de ser violentadas.
Para los entendidos, que la justificación de una cesárea sea una circular de cordón umbilical a la ecografía, parece una muy mala broma. Cuando una circular de cordón es tan normal y en raras ocasiones significa un problema. Nos asustan para que elijamos una cesárea. Nos plantean la normalidad como un riesgo y ninguna madre quiere que algo malo le pase a sus hijos. Lo anormal sería querer que corriera algún riesgo su vida.
¿Cómo afecta la Violencia Obstétrica al curso natural del trabajo de parto?
El trabajo de parto implica una tormenta de sensaciones, sentimientos, emociones y hormonas que acompañan el dolor y alegría del momento. Necesitamos contención, seguridad y confianza en nosotras mismas para vivir uno de los momentos más importantes de nuestra vida: Ver nacer nuestros hijos y convertirnos en madres. Un día que jamás olvidaremos.
Las hormonas también se ven afectadas. La oxitocina es la hormona más importante durante el trabajo de parto, es conocida como la “hormona del amor” y además de estimular la eyección del bebé y de la leche materna, estaría implicada en la conducta maternal.
La cultura y la sociedad en que vivimos nos llaman al dominio, el dominio de los espacios la naturaleza, las personas que nos rodean e incluso la forma en que nacen nuestros hijos. El parto es un proceso involuntario que se tiende a guiar, manipular, alentar y muchas veces sobrevigilar. Todas las acciones antes mencionadas, el sentirnos observadas, asustadas, incluso la luz y el ruido, provocan secreción de adrenalina, que estimulando el neocórtex inhibe la secreción de oxitocina, dificultando el nacimiento y extendiendo el tiempo de expulsivo en lugar de aportar. El resultado será un trabajo de parto con más dolor y más prolongado.
El feto necesita oxitocina para salir. La madre necesita de la oxitocina endógena para tener contracciones, de esa que a diferencia de la del suero, que solo actúa como hormona y provoca contracciones uterinas, también actúa como neurotransmisor sobre los nocireceptores y alivia o disminuye el dolor de parto.
No está de más decir que cuando la intervención médica es necesaria, ya sea farmacológica o una intervención quirúrgica, no debemos negarnos. La medicina está hecha para ayudarnos, para salvar vidas y mejorarlas. Pero siempre podemos pedir que se nos explique qué y por qué.
Es muy importante que como mujeres no callemos jamás situaciones de abuso o maltrato. Socialmente la violencia intrafamiliar ha estado marcada por la violencia hacia la mujer. Hemos sido vulneradas en tantas situaciones que parece insólito que en salud también sea posible. Como muchos otros tipos de abuso la Violencia Obstétrica se ha naturalizado y eso es gravísimo. Y aunque parezca increíble no es un delito. El primer paso para arreglar un problema es aceptar que existe.
En 2017 ingresó al Congreso la “Ley Trinidad”, un proyecto de ley que busca garantizar a todas las mujeres un parto humanizado, respetando sus derechos sexuales y reproductivos y asegurar el acceso a una atención personalizada del proceso del nacimiento.
Las invito a contarlo para que a nuestras hijas jamás les toque vivirlo.