Si eres, como yo, una mamá que ha disfrutado dando leche materna a sus hijos, y has podido y querido seguir dando pecho más allá de los seis meses de edad, seguramente te has encontrado en más de una ocasión con las miradas extrañas, preguntas, exclamaciones y comentarios gratuitos del tipo: “¿¡pero hasta cuando le vas a dar leche a tu hijo?!”, “¡pero si la leche después es pura agua!”, “¡¿para qué le sigues dando si ya no la alimenta?!”, ” ¡me muero!”, “¿¡y al papá de tu hij@ no le molesta?!”, “¡lo vas a malcriar!”, “¡va a ser un mamón!”, “¡¿no le irá a hacer mal que le des tanto tiempo?!”, “El hijo de fulanita tomó mucho tiempo y te mueres lo malcriad@ y mamón que es”, entre tantos otros, que aumentan en intensidad de forma proporcional a la edad del niño, porque en la medida que tu hijo es más grande, las caras de escepticismo, duda, y la critica, son cada vez peor.
Y es que como si ya no fuera suficientemente difícil la maternidad, como para además tener que soportar este tipo de comentarios, justificar y dar explicaciones por cada una de nuestras decisiones, en vez de simplemente recibir apoyo, de formar tribu, de respetar a cada madre y familia.
Si eso es mucho pedir, se agradecería bastante al menos dejar ser, dejar hacer y no criticar al que hace algo distinto. Porque como les decía, no es fácil, y menos cuando se está sujeto a la opinión pública excesiva, donde todos opinan, todos saben, todos critican, y pocos se apoyan. Y no estoy hablando de lo que opinan desconocidos, sino que, al menos en mi caso, de los comentarios que nos hacen nuestras propias madres, herman@s, cuñados, y diversos profesionales como pediatras, ginecólogos, médicos de diversas especialidades, profesoras y/o educadoras de párvulos.
Escribo estas líneas no porque sea una activista de dar pecho hasta la eternidad, ni porque juzgue a las que no lo dan o deciden no darlo, ni menos porque me sienta superior o mejor madre por todavía hacerlo. Escribo ya que muchas veces hacemos como que eso que no se ve no existe, y más de alguna vez me he encontrado escondiendo el hecho de que continúo dando leche materna a mi hijo, cosa que cuando lo pienso, me genera mucho ruido interno.
¿Por qué esconderlo, si no estoy haciendo nada malo? Estoy dando leche a mi hijo, lo hago porque quiero y puedo hacerlo, porque lo amo, porque me gusta, porque veo que él lo disfruta y aún lo necesita, y sobretodo porque yo aun no estoy lista para destetarlo. Por eso, cuando me preguntan ¿hasta cuando le daré leche materna a mi hijo? La respuesta es un sincero y honesto “no sé”, que evoca miles de sentimientos y emociones encontradas.
Y sí, reconozco que a veces estoy agotada y añoro la libertad que quizás me daría el destetarlo, pero a la vez, aparece esa pena de perder este espacio, esta cercanía, estos momentos en que aun nos hacemos uno, donde aparece el disfrute y el amor infinito que siento cuando estamos mirándonos a los ojos, cerquita, y regaloneando y alimentándonos mutuamente.
Me siento tremendamente afortunada de poder seguir en esto, de seguir teniendo leche, de poder equilibrar mi vida personal con mi vida profesional, de ser madre y de ser mujer, de tener un marido que me apoya a concho con mis decisiones, y una familia y amigos que quizás me miran como si fuera un poco loca por seguir en esto, pero a la vez se han ido encantando y entendiendo el por qué lo hago, sobretodo al ver a mi hijo, lo feliz que es, y el hecho de que aun tome su “papa” no le genera ningún daño.
Y me gustaría ir un poquito más allá, ya que no sólo no le genera ningún daño el que aun tome leche materna, sino que muy por el contrario, existen muchísimos estudios que avalan sus múltiples beneficios, tanto para una como madre, como también para nuestros hij@s. Como madres nos vemos protegidas frente a la posibilidad de desarrollar distintos tipos de cáncer (útero, mamas, y ovarios), además de tener menos riesgo de tener osteoporosis y diabetes tipo 2. A su vez, el dar leche materna favorece el apego, vínculo, y la conexión con el hijo, promoviendo la salud mental de ambos.
Por otra parte, se sabe que la leche materna sigue siendo una fuente nutricional importante para nuestros hijos, además de proteger contra diversas enfermedades infecciosas y enfermedades crónicas, los protege del riesgo de desarrollar una obesidad, junto con mejorar su desarrollo cognitivo y afectivo.
Cuando fui mamá por primera vez, hace casi 13 años, nunca pensé en darle leche por más de un año a mi hija, no sabía que “se podía”, y a los nueve meses ya decían que era “más que suficiente”. Hoy, a raíz del avance de la tecnología, de las investigaciones, de toda la información que hay al alcance, sabemos que la lactancia es, como dice el pediatra español Carlos González, “un regalo para toda la vida”.
Con mi segundo hijo, he dejado que las cosas fluyan, he seguido mi instinto, me he escuchado más a mi y menos al resto, y aquí estamos, con mi hijo de 2 años y medio y ni cerca del destete.
Según explica Carlos González, “las mujeres que dan el pecho más de un año se enfrentan a veces con la incomprensión y el rechazo de familiares, amigos y profesionales de la salud. Lo mismo ocurrió hace medio siglo con las primeras que se pusieron pantalones. Paciencia, ya se acostumbrarán. No existe ningún límite a la lactancia materna. No hay ningún motivo médico, nutricional ni psicológico por el que haya que destetar obligatoriamente a determinada edad. Sí que existen médicos, nutricionistas o psicólogos que pretenden establecer tales límites: «Tu leche ya no alimenta»; «le estás creando dependencia». Son afirmaciones que no se basan en ningún dato científico; son prejuicios. Usted no está obligada a compartir las opiniones de su médico sobre la lactancia, del mismo modo que no tiene que ser del mismo equipo de fútbol o votar al mismo partido”.
Por último, no puedo dejar de compartir este hermoso poema que encontré y adapté hace un tiempo, que describe casi a la perfección lo agradecida que me siento de poder seguir dando leche materna a mi hijo, de poder compatibilizar mi vida familiar con mi trabajo, de ser apoyada por los que me importan, y por sobretodo de esos ojitos que me miran fijamente día a día.
“Yo no doy leche materna porque lo recomiende la OMS, ni porque sea lo mejor para mí, ni para prevenir la osteoporosis, ni en su momento porque quisiera evitar la depresión post-parto, ni para que mi guagua sea más sana que otras o prevenga ciertas enfermedades en el futuro.
Yo no doy leche materna para oponerme a las que dan mamadera, ni para ganarle ninguna batalla a la leche en tarro, ni porque sea una moda o no esté de moda y me guste llevar la contra.
Yo doy te doy leche materna porque desde que te concebí estoy enamorada de ti, porque 28 meses después de tu nacimiento sigo sin encontrar otra manera más hermosa de decirte que te quiero, que estoy aquí para ti cada vez que me necesites.
Yo doy leche materna porque se me da la gana, porque me parece una simbiosis increíble la que hemos logrado, porque jamás me sentí más productiva, ni más nutritiva, ni más receptiva, ni más recíproca, ni más tuya, ni más mía.
Yo doy leche materna porque me hace feliz, porque te hace feliz, porque me permite bailar contigo en la quietud del atardecer, en la penumbra de la primera hora del día, bajo la rabiosa energía de la luz del sol o en el cobijo de laswombra.
Yo doy leche materna porque la naturaleza está ahí, porque no necesito controlar nada, porque me permite reencontrarme con generaciones de mujeres, porque estoy re-naciendo y es tan hermoso.
Yo doy leche materna porque es algo vital, mágico, irrepetible, porque no ha sido un camino fácil pero ha valido la pena, porque hemos aprendido mucho juntos: yo de ti y tú de mí.
Yo doy leche materna porque hay un hombre que completa el triángulo, un gran padre que no tiene celos, un compañero de vida que apoya mi cuestionada decisión”.
Un abrazo a todas las madres, a las que son, las que lo serán, y a todos quienes permitimos y apoyamos a otras, hacemos tribu, nos acompañamos y respetamos mutuamente.”
M. Camila Bascou Bentjerodt
Psicóloga Clínica y Coach de Crianza
Mamá de una de 13 y de uno de 2 y medio.