No puedo ni quiero quedarme callada y dejar de compartir información relevante respecto del suicidio en la adolescencia. La información es poder, y con ella podemos emprender las acciones necesarias para prevenir y ayudar a nuestros adolescentes, que muchas veces lo pasan pésimo, en silencio y soledad.
Antes de comenzar, quiero transmitir un mensaje a los adolescentes que pudieran haberse encontrado con este artículo y que quizás han estado pensando en quitarse la vida:
“Somos muchas las personas que estamos dispuestas, en amor y empatía, a acompañarte en este proceso y a ayudarte a atravesar este momento doloroso y superarlo. Sé que piensas ‘No, esto no tiene solución, yo no tengo solución, no puedo superarlo, estoy cansado y no quiero más!!!’. Sé que en este momento sientes mucho dolor, rabia, pena, desesperanza y también miedo, y no ves otra opción porque crees que tú estarías mejor muerto y que todos a tu alrededor lo estarían también si tú desaparecieras. Pero tengo plena certeza de que nadie estaría ni feliz ni aliviado si tú dejases de existir. ¿Sabes por qué? Porque hay gente a tu alrededor que te ama y le importas. ¡Es imposible que no sea así! Sólo que muchas veces las personas no saben cómo expresar el amor y, a veces, sí saben cómo pero no es de la manera en que tú necesitas que lo hagan, ¿cierto? Otras veces, las personas son violentas, agreden y hacen daño, pero eso habla mal de ellos, y no de ti. ¡No hay absolutamente nada malo en ti! Sé que te sientes profundamente solo e incomprendido y que lees todo esto con dudas y excepticismo. Pero sé también que si alguien viniera con una solución a lo que te pasa, ya no querrías morir. Sé que en el fondo de tu corazón estás esperando que algo te devuelva la esperanza porque morir es y será siempre tu última opción. Estás en este momento sintiendo las cosas de esta manera porque estás sufriendo y el dolor nos vuelve ciegos. Y sí, tienes derecho a sufrir, algo te está haciendo daño, por algo te sientes así, pero también tienes derecho a vivir y ser feliz, y créeme, ¡tú puedes y lo mereces! Puedes superar esto y hacer con tu vida algo grandioso, porque entiendes mejor que nadie el sufrimiento humano y, con eso, tienes ya mucho terreno ganado en esta vida para lograr cosas extraordinarias, por muy simples que sean. Te pido, por favor, que te atrevas a intentar esto: Pide ayuda. Aunque no te queden fuerzas, aunque la desesperanza te esté ganando, pide ayuda. Habla con esa persona de confianza (tú sabes quién es, siempre hay alguien, mira un poquito para el lado, aunque no creas nada de lo que te estoy diciendo). Cuenta a alguien de confianza lo que estás sintiendo y pensando y pide que te ayuden y te lleven con un especialista. Sé que has estado pidiendo ayuda de diferentes maneras y hasta ahora no lo han notado. Entonces toma fuerza y pídelo explícitamente. Tendrás que ser más directo. Y si sientes que no estás siendo escuchado, dirígete a cualquier consultorio o persona relacionada con la salud y habla, habla con quien sea, como sea, pero no calles más lo que te está pasando. No mereces seguir sufriendo. Lo que te pasa tiene solución y mereces ser ayudado, vivir y ser feliz. Creo en ti. Sé que puedes, no te rindas”.
Dicho esto, me adentro en el tema que nos convoca.
El suicidio es considerado una problemática de salud pública dada su alta prevalencia a nivel nacional e internacional. La Organización Mundial de la Salud refirió que en el año 2015 esta fue la principal causa de muerte en el mundo en personas entre 15 y 29 años. La misma organización estima que, anualmente, más de 800.000 personas intentan quitarse la vida. (1) En Chile, el suicidio se encuentra entre la segunda y tercera causa de muerte en la población adolescente, dependiendo esto del nivel socioeconómico y la región del país. (2)
El objetivo de este artículo es que nos psicoeduquemos para que, tanto padres como profesores y otros adultos que nos relacionamos con jóvenes, podamos estar alertas y ser capaces de identificar factores de riesgo y síntomas que los adolescentes pudieran estar demostrando, sútil o explícitamente, respecto de la presencia de riesgo suicida.
Para este propósito, es importante, en primer lugar, que hablemos un lenguaje común que nos permita entender de qué se trata todo esto
¿Qué es el Suicidio?
Es el acto de quitarse la vida a sí mismo. Está descrito por la literatura como un Continuo de Autodestructividad. Cuando digo “Continuo”, me refiero a que existe una escala desde las primeras manifestaciones menos graves (comprendiendo que siempre son graves y urgentes) hasta fases de mayor complejidad.
A raíz de esto, se habla del Espectro Suicida lo que detallo a continuación:
- Ideación Suicida: El adolescente presenta pensamientos (y en ocasiones, los verbaliza directa o indirectamente) respecto de tener deseos de morir o de hacerse daño a sí mismo (autoagredirse). Estos son recurrentes. La ideación puede ser persistente en el tiempo, transitoria por un período de tiempo o algo fugaz. Sea cual sea el caso, es preocupante por igual y debe atenderse. Cabe destacar que éstas no son manipulaciones. Son un llamado de auxilio porque en esta fase, el adolescente ya está mal e inestable emocionalmente y, por lo tanto, en riesgo de morir. A veces pasan desapercibidas y es por esto que debemos afinar nuestro radar.
- Gesto o Amenaza Suicida: Acciones y/o verbalizaciones que, de concretarse, acabarán en suicidio. Por ejemplo, tomar un cuchillo verbalizando que lo enterrará en alguna parte de su cuerpo, asomarse a un balcón manifestando que se lanzará, manejar a exceso de velocidad refiriendo de algún modo (por teléfono, por ejemplo) que chocará y se matará, enviar mensajes de texto o llamadas telefónicas de despedida haciendo alusión a que se quitará la vida en ese momento, consumir drogas y/o alcohol en exceso haciendo alusión a que lo ha hecho para morir, pero no con la decisión y convicción de quitarse la vida necesariamente, entre otros gestos. Repito: Estas no son manipulaciones. Son intentos desesperados por obtener ayuda, esperando que alguien los detenga porque han perdido el propósito y voluntad de vivir. Necesitan pruebas y demostraciones que les devuelvan la esperanza para no cometer el acto suicida.
- Intento Suicida: Son todas aquellas acciones que la persona emprende con el objetivo claro y determinado de producir su muerte. Existen intentos suicidas de diversa gravedad. Cuando el intento es leve, no hay riesgo vital (pero sí hubo propositividad de hacerlo). Cuando el intento es moderado, generalmente ingieren fármacos que los ponen en riesgo de intoxicación pero no en riesgo de muerte, por lo que se hace uso frecuente de lavado gástrico y recuperación posterior. Cuando el intento es grave, el riesgo de muerte es alto. En estos intentos, los adolescentes recurren a estrategias severas que les aseguren la muerte. Sin embargo, éstas pueden fallar.
– Los jovenes que presentan ideación suicida pero sin intentos suicidas, generalmente presentan autocortes. El autocorte es realizado por el adolescente como un acto fantasioso mediante el cual considera que logrará aliviar el dolor emocional y/o castigarse y hacerse daño. Sin embargo, la evidencia clínica muestra que posterior a la realización del autocorte, sienten mucha culpa y arrepentimiento, lo que aumenta su malestar psicológico, perpetuándose así el círculo vicioso.
– Los intentos suicidas pueden o no haber sido planificados. A veces son planificados por largo tiempo, y otras veces responden a actos impulsivos.
- Suicidio Consumado: El acto se llevó a cabo de manera intencionada logrando el objetivo de quitarse la vida.
¿Quiénes están en Riesgo Suicida?
– Los adolescentes: La edad de mayor prevalencia de conductas suicidas es entre los 16 y 18 años. Esto a raíz de que esta etapa del ciclo vital es considerada una etapa crítica en el desarrollo humano en términos biopsicosociales. Esto quiere decir que los jóvenes se encuentran en un estado de transición de la niñez hacia la adultez. Esto conlleva una serie de cambios drásticos en cuanto a la maduración física y psicológica, lo que tiene un gran impacto en su relación consigo mismos y su entorno (pares y familia). La adolescencia es un período de confusión donde el joven debe elaborar el duelo del niño que fue y no volverá a ser (con las implicancias que eso tiene en la relación con sus padres), así como el duelo del cuerpo infantil que tuvo y que ahora se convierte en algo nuevo y, por tanto, desconocido. En esto, se pone en juego su identidad: “¿Quién soy?, ¿De dónde vengo y hacia dónde voy?”. Además, aparece el despertar sexual de la pubertad asociado al desarrollo hormonal y consecuente aparición de los caracteres sexuales secundarios en suma al proceso cerebral conocido como PODA Neuronal. Esto es en palabras simples, el reestablecimiento de todas las conexiones sinápticas del cerebro. ¿Bastante complejo y confuso ser adolescente, no? Si a esto sumamos que ese adolescente presentó durante su infancia algún tipo de problema en términos socioemocionales y que no fue abordado ni resuelto, podríamos estar frente a cierto riesgo que debe ser evaluado. Algunos ejemplos de esto: fue un niño con dificultades para adaptarse al colegio (en términos académicos o sociales), presentó irritabilidad, excesiva timidez y aislamiento, cambios en el estado de ánimo, excesiva ansiedad, dificultades para regular sus afectos, bullying, maltrato, abuso sexual, etc. Si, como adolescente, presenta algunos de estos indicadores, también estamos en presencia de cierto riesgo que debe ser evaluado por profesionales de la salud mental.
– Personas con presencia de Trastornos Psiquiátricos: Los estudios muestran que el 90% de quienes cometieron suicidio presentaban alguna patología de esta índole, siendo recurrente el Trastorno Depresivo (61%), con intentos previos (27% promedio). También se da en la presencia de Consumo de alcohol y Drogas, Trastornos de Ansiedad, Trastornos Psicóticos como la Esquizofrenia, Trastornos de Personalidad, entre otras psicopatologías. (3) Cabe destacar que los adolescentes también presentan estos trastornos, lo que puede conducir potencialmente al suicidio.
– Personas con dificultades psicológicas tales como: baja autoestima, impulsivas, dificultad para adaptarse a los cambios, dificultad para resolver conflictos. Que estas características estén presentes sólo hacen a la persona más propensa a conductas suicidas, pero no son necesariamente requisito.
– Personas que atraviesan una crisis vital y eventos estresantes, y cuya capacidad de afrontamiento se está viendo restringida. Por ejemplo: Dificultad para adaptarse a algún cambio importante, quiebres amorosos, enfermedades crónicas propias o de familiares, disfunciones familiares (psicopatología en alguno de los padres), problemas intrafamiliares (que aumentan 4 veces el riesgo suicida en adolescentes), fallecimiento/pérdida de un ser querido, deserción escolar y problemas académicos, entre otros.
– Personas que han vivido una experiencia traumática: Abuso Sexual, Maltrato Físico/Psicológico, Violencia Intrafamiliar, Catástrofe Natural o Accidente, Bullying y/o Discriminación, comunmente relacionado a Trastornos Depresivos, Trastorno por Trauma Complejo o Trastorno de Estrés Post – Traumático, entre otros.
– Personas con antecedentes de Patologías Psiquiátricas en su sistema familiar, que han o no cometido suicidio: Estos antecedentes forman parte de la carga genética que pudiera manifestarse. Además, si en la familia ya hay antecedentes previos del Espectro Suicida, el riesgo de la persona aumenta considerablemente.
Señales para identificar si mi hijo está en riesgo suicida
Los jovenes que están en riesgo presentan generalmente los siguientes síntomas y signos:
- Desesperanza respecto del futuro
- Anhedonia, esto es, incapacidad para sentir placer y goce
- Desinterés por las actividades que antes les gustaba realizar
- Aislamiento social
- Sentimiento de que no vale nada (baja autoestima)
- Actos de despedida de las personas que le resultan significativas y, algunas veces, regalando cosas de valor para sí mismo
- Pudiera haber consumo de alcohol y drogas
- Su comportamiento suele cambiar repentina o paulatinamente, según el caso, no actuando como solía hacerlo. Por ejemplo, se encuentra más irritable, reactivo o con cambios anímicos bruscos e inesperados, dormir menos o más de lo habitual
- Conductas autolesivas, tales como autocortes, golpearse contra o con objetos
- Conductas de riesgo como manejar a exceso de velocidad o bajo el efecto de drogas/alcohol
- Se aprecia distraído, ausente y con baja energía en algunas ocasiones
- Fatiga, cansancio permanente
- En algunos casos, hablan respecto de pensamientos de muerte, dando cuenta también de la planificación que están haciendo, incluso publicándolo en algunos casos en sus redes sociales o a través de mensajes de texto con amigos.
Por lo tanto, es importante observar a nuestros hijos y estar atentos a cualquier cambio que notemos, ya que a veces éstos pudieran ser sútiles y casi imperceptibles. Asimismo, es importante prestar atención a cuáles son sus amigos más cercano y qué tipo de actividades realizan juntos, para así identificar potenciales conductas de riesgo. También es de suma relevancia estar atentos a páginas que visitan en internet, dado que, cuando hay planificación suicida, suelen dirigirse a sitios web donde se entregan datos sobre las diferentes maneras de morir, cuál es más efectiva, etc.
Cabe destacar que es fundamental establecer un vínculo amoroso de confianza y empatía con nuestros hijos de manera que podamos entablar una comunicación directa con ellos con el objetivo de abordar nuestras preocupaciones, siendo capaces como adultos responsables de brindar apoyo y contención emocional, sin juicios, sin críticas, del modo más calmo posible. Es vital mantener la calma en todo momento, por muy asustado que el adulto se encuentre. Debemos autorregularnos porque, creanme, ellos están aún más asustados y es nuestra responsabilidad acoger eso de la mejor manera.
Los adolescentes, por encontrarse en un período crítico del desarrollo, necesitan de nosotros, los adultos, sus figuras significativas. Requieren también, al igual que los niños, de nuestra atención, afecto, compañía, guía y empatía. Estar transitando hacia la adultez, definiendo su identidad y, por lo tanto, cuestionándose muchas cosas, por lo que pueden sentirse solos y confundidos.
He observado en la práctica clínica que ningún joven quiere realmente morir, pero la vivencia subjetiva es tan profundamente dolorosa que no logran ver otra salida más que la muerte. El sentido de la realidad se altera y no logran ver más allá de su sufrimiento. Y eso no es egoísta, sino que simplemente han tocado fondo y el dolor los cega. Algunas veces, toman esta decisión como un mecanismo de castigo hacia los otros por sentirse solos, enojados con el mundo y, otras veces, deciden hacerlo porque la desesperanza y el odio a sí mismos es tan grande que desean hacerse daño y desaparecer, apagar el sufrimiento para siempre. Debemos comprender que si ellos sintiesen que lo que les sucede tiene solución y otras opciones, tomarían ese camino y no escogerían la muerte.
Todo lo anterior puede verse manifestado en verbalizaciones tales como:
- “Ya no quiero estar aquí”
- “No quiero despertar nunca más”
- “Cuando yo ya no esté” o “No sabemos si para esa fecha esté aquí”
- “La vida no tiene sentido”
- “Me quiero morir”
- “Todos hacen daño”
- “Nadie me quiere”
- “Nadie me entiende”
- “No sé para qué nací”, entre otras por el estilo.
Si descubro que mi hijo está en riesgo y presenta algunos de estos signos y síntomas, ¿qué debo hacer?
- Demuestrale la mayor cantidad de afecto posible. Como mencioné, es importante el vínculo afectivo para contenerlo y abordarlo a través de una conversación amorosa y asertiva. En ese sentido, hazle saber constantemente lo valioso e importante que es para ti y cuánto lo amas. He observado en la práctica clínica que tiene un impacto positivo el hacer saber al adolescente que es necesario en este mundo y que sentirías muchísimo dolor y tristeza si no viviese más.
- Mantén la calma, maneja tus emociones. Tu hijo te necesita fuerte y tranquilo, de modo que puedas con ello brindarle seguridad y esperanza.
- Realiza contención emocional cada vez que sea necesario
- Sé empático, haciéndole saber que intentas comprender y no juzgar su sufrimiento y el hecho de que no vea otra salida.
- No lo desacredites ni invalides o anules en lo que siente. Recuerda que no intenta manipularte, simplemente está sufriendo mucho. Por lo tanto, evita comentarios como “Pero si tienes todo para ser feliz´´, “No seas malagradecido con la vida, no te falta nada´´, “Tienes que poner de tu parte´´. Si el adolescente fuese capaz de salir de esto por sus propios medios, mediante un acto de voluntad, ya lo habría hecho.
- Llevarlo de manera urgente e inmediata a una evaluación e intervención con especialistas de la Salud Mental Infanto – Juvenil. Esto quiere decir, agenda lo antes posible una hora con un Psicólogo más un Psiquiatra, ya que se trata de una problemática de alta complejidad y gravedad, motivo por el cual se debe realizar un trabajo multidisciplinario que contemple Terapia Psicológica acompañada de Tratamiento Farmacológico Psiquiátrico
- Realiza una revisión de los medios de suicidio que pudieran estar a disposición de tu hijo, restringiendo su acceso a éstos, por ejemplo cuchillos, fármacos de diferentes tipos, etc.
- Informate lo máximo que puedas al respecto
Si te encuentras frente a la sospecha o convicción de que tu hijo se encuentra en riesgo suicida, no dudes en contactarme. Realizo una evaluación diagnóstica orientada a pesquisar el riesgo suicida (entre otras cosas) y con el correspondiente trabajo psicoterapéutico, integrando diversas estrategias y técnicas que involucran al adolescente y a su sistema familiar y, por supuesto, en conjunto con una Psiquiatra Infanto – Juvenil quien evalúa los aspectos médicos y farmacológicos, lo que nos permite abordar el tratamiento de un modo atingente e integral para velar así por el bienestar total del paciente y su familia.
Cabe destacar que, si bien las conductas suicidas se presentan mayoritariamente desde los 12 años de vida en adelante, la evidencia da cuenta de la existencia de niños menores a esta edad que han presentado ideación, gestos e intentos suicidas, motivo por el cual es importante no descuidar a la población infantil, manteniéndose muy alertas a la presencia de cualquier indicador y factor de riesgo, según todo lo ya descrito. Se ha observado que, en estos casos, no es necesario que el niño tenga un concepto claro de lo que es la muerte, y que se presenta mayormente en casos de depresión infantil y abuso sexual. En menor grado, estas conductas del espectro suicida se presentan como un acto de imitación de conductas suicidas vistas en adultos significativos. (3)
Cuando hablamos de Suicidio, siempre es urgente, por lo que estemos atentos, reaccionemos y tomemos las medidas correspondientes a tiempo. Nadie merece sufrir así en soledad, hasta llegar a la muerte. Siempre hay una salida y es nuestro deber amoroso el ayudar a los jóvenes a encontrarla.
Andrea Echeverría Bayarlia
Psicóloga Clínica Infanto – Juvenil
Facebook: Psicóloga Andrea Echeverría
Instagram: @psicologa_andreaecheverria
Referencias:
- Organización Mundial de la Salud (2018). http://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/suicide
- Ministerio de Salud de Chile (2017). http://www.minsal.cl/dia-mundial-para-la-prevencion-del-suicidio-2017/
- Almonte, C. & Montt, E. (2013). Psicopatología Infantil y de la Adolescencia.