X

Radiografía al duelo de los hijos cuando un padre se suicida

Según las cifras que maneja la OMS cada año se suicidan 800.000 personas. El suicidio por mucho tiempo ha sido un tema tabú, del que nadie hablaba, como si se tratara de un motivo de vergüenza.

Sin embargo, desde hace unos años lo escuchamos bastante en las noticias porque se han suicidado adolescentes que pertenecían a colegios particulares. De hecho, el suicidio es la segunda causa de muerte en las personas de entre 15 y 29 años. Y claramente, no todos los que suceden en Chile aparecen en las noticias. Ya que la noticia que “vende” es cuando se suicida alguien que tenía una situación de vida supuestamente acomodada.

Cuando escuchamos suicidio es una palabra lejana, “en mi familia no pasan esas cosas”, “en mi circulo jamás pasaría algo así”, se suele decir. Pero pasa, y a mí me pasó.

Cuando alguien se suicida se hace referencia a lo que estaba mal en la vida de esa persona, qué trastorno tenía, si asistía o no a psicoterapia, si tomaba medicamentos, si vivía con su familia o estaba separado etc. Pero nunca escuchamos que pasa con los que quedamos, con la familia de quien se suicida. Esto es lo que me motivó a contar mi historia.

Relato de los que quedamos

Hace 11 años mi papá se suicidó, a un mes de que yo cumpliera 24 años. Ya pasaron 11 años y todavía puedo recordar ese día como si fuera ayer, es una marca que quedará para siempre en mí, una marca que he aprendido a llevar y no ha sido nada fácil.

Hoy me siento orgullosa de mí, de lo que he logrado y de donde estoy hoy. A pesar de que cuando mi papá murió yo tenía casi 24 años, era tan niña y tuve que crecer de golpe, por mí, por mi mamá y por mis hermanos que son menores que yo.

Cuando mi papá decidió irse de este mundo, yo estaba en el último año con ramos de psicología. Si reprobaba un sólo ramo no podría hacer la práctica profesional. Por eso mi meta fue pasar los 7 ramos que tenía si o si, y eso que el semestre estaba comenzando.

No voy a contar los detalles de cómo se dieron las cosas, porque siento que no corresponde, por respeto a mi papá y a mi familia. Sin embargo, quiero compartir con ustedes lo que he logrado sacar en limpio en estos 11 años. Quiero visibilizar lo que pasa en los familiares de quien se suicida.

Cuando estas en los veinte es poco común que los padres de tu círculo de amigos mueran, a no ser que tengan cáncer o alguna enfermedad muy grave. Por eso cuando pasa, todos se enteran rápidamente y tus amigos están ahí al pie del cañón para apoyarte. Pero cuando tu padre se suicida con mayor razón se corre la voz, y yo en lo personal sentí vergüenza, porque claro, tenía el chip “el suicidio no ocurre en mi entorno”.

Hoy miro para atrás y digo ¡que tontera! Yo no hice nada malo, no tengo porque haber sentido vergüenza. Sentir vergüenza es ponerse un peso extra al que ya tienes, y que de verdad no es necesario. Incluso cuando le conté a mi mejor amiga de la universidad fue para que avisara en la facultad porque ese día tenía un control, que claramente no iba a dar.

Yo quería retomar mi vida, rápidamente, tenía mi meta clara, tenía siete ramos que pasar y no había opción. Volví a clases el lunes siguiente que pasó todo y lo primero que hice fue ir a hablar con el director de carrera de ese entonces, para ver el tema económico de mis estudios, ya que mi papá pagaba la universidad.

Él, muy amable me dijo que cuando el padre o madre de un alumno de su casa de estudios muere no es necesario que vuelvan a clases altiro, que pueden tomarse unos días y que, en mi caso, por cómo había sido todo podría faltar un par de semanas y que no me iban a tomar asistencia. Yo quería seguir con mi vida, no quería un trato especial, no quería ser la “pobrecita” que su papá se suicidó. Quería ser conocida por mí, por como soy, no por lo que estaba viviendo. Así que fui a tesorería a ver si el seguro cubriría mis estudios a pesar de que la muerte era por suicidio.  Me dijeron que todo estaba “ok” y partí a la clase que estaba por comenzar.

Al escribir estas líneas puedo recordar como me sentí ese día, iba caminando a la sala y mis compañeros estaban en el pasillo esperando poder entrar y de verdad sentí esas miradas con lástima, no una ni dos, muchas. Acompañadas de “¿cómo logro venir?”. Sentí vergüenza, yo no quería ser mirada por la gente como la pobrecita. ¡Yo no me sentía una pobrecita!.

Respiré hondo, hice que no escuché los comentarios y entré a clases. Al día siguiente desperté con angustia, no quería ir a ese lugar donde me miraban con lástima y que me recordaran todo lo que estaba viviendo. Yo creía que la universidad sería mi vía de escape, para no estar en la casa donde todo me traía recuerdos y me ponía triste, necesitaba estudiar y pasar mis ramos, pero me sentía peor estando en clases. Tenía tanta rabia, con mi papá por hacerme pasar por eso, con mis compañeros por hacerme sentir como la pobrecita. Tenía rabia con el mundo entero. Los días fueron pasando y el mundo sigue, la gente se olvida. Pero seguía sintiendo ese peso, esa angustia, esa pena profunda.

A pesar de todo, lo logré, pasé mis ramos, dejé mi dolor a un lado, no les voy a decir que eso es lo que hay que hacer para salir adelante, porque es mentira. Los duelos hay que vivirlos, postergarlos no hace que disminuyan, sino que, todo lo contrario. Dejar el dolor de lado y enfocarme en mis estudios fue funcional para mí en ese momento, porque sabía que si reprobaba un solo ramo tendría que pagar un semestre extra o tal vez un año y no teníamos como financiarlo. Mi mamá estaba trabajando, pero yo soy la mayor de mis hermanos y sentía que tenía que ayudarla.

Y no les voy a mentir, no vivir el duelo en el momento me pasó la cuenta. Cuando nació mi hijo, me dió una depresión horrible. Yo creía que era post parto, consulté cuando mi guagua tenía 7 meses y en varios meses de terapia llegamos a la conclusión de que mi depresión no era post parto y que venía de antes. No es por nada que después de llevar más de un año de terapia, no me afectó el aniversario de mi papá. Eso fue en su décimo aniversario. ¡Sí décimo!

Cada aniversario de muerte revivía todo lo que había pasado, la última conversación que tuvimos, la hr a la que me enteré, el sueño que tuve la noche anterior, que fue con su funeral y recordaba absolutamente todo. Y no era simplemente recordar, era sentir la pena como si eso estuviera pasando ahora.

Radiografía de un duelo

Cada miembro de la familia vive su duelo a su propio ritmo, pero en el caso del suicidio según lo que vivimos, se dan componentes extra: la culpa y el abandono.

La culpa:

Cuando alguien cercano se suicida, aparecen miles de preguntas en nuestra cabeza y la principal es: ¿qué podría haber hecho para evitarlo? Con esa pregunta se vienen miles de momentos a tu cabeza en que te cuestionas todo, es que si hubiera dicho esto o hubiera hecho esto otro, y uno entra en un loop del que es casi imposible salir.

Creo que es inevitable sentir culpa y cuestionarse todo, pero la verdad es que nadie lo es. Ni si quiera quien se suicidó. Si lo hizo es porque de verdad en su cabeza no existía una salida.

El abandono:

Si tu padre se suicida, tengas la edad que tengas, algo en ti lo vive como que te abandonó, una parte de ti siente que no eras suficientemente querido como para seguir luchando, verte crecer y verte cumplir tus sueños.

Hay fechas difíciles, como tu cumpleaños, las fiestas importantes, y los hitos de la vida, que, en mi caso, fue egresar, empezar mi práctica profesional en el lugar que siempre soñé, titularme, hacer un diplomado, mi primer trabajo, mi primera casa, mi matrimonio. Pero lo que más me dolió fue que mi papá no estuviera cuando mi hermano menor terminó la enseñanza básica y cuando salió del colegio. Encontraba tan injusto que siendo tan chico tuviera que pasar por todo eso. Creo que también será difícil cuando tenga que contarle a mi hijo sobre su abuelo y como murió.

En cualquier duelo todo esto es difícil y uno extraña a su padre/madre, pero en el caso del suicidio lo difícil es la mezcla, por un lado, te da pena no poder compartir con esa persona lo que estas viviendo y a la vez sentir que no puedes porque esa persona decidió no estar.

¿Se puede seguir adelante como familia después del suicidio del padre?

Por supuesto que sí. Es un camino difícil, largo y requiere mucho trabajo de cada miembro de la familia. Lo más importante es tener claro que todos somos distintos, todos teníamos una relación distinta con quien se suicidó y los duelos no son lineales. Entonces cada persona llevará su duelo a su manera, a su ritmo y va a ir necesitando apoyo de manera distinta. El respeto y el amor por los que quedan son clave para poder pasar esta etapa.

Tengan claro que nadie tiene la culpa dentro de los miembros de la familia. Buscar culpables no cambiará lo que pasó y solo va a interferir en la relación de los que quedan.

Tengan cuidado con lo que se dicen y cómo lo dicen, pueden hacer mucho daño y ya están bastante dañados todos con lo que ocurrió. Esto lo digo porque alguien cercano la noche anterior al funeral de mi papá me dijo algo así como “¿Con qué cara pretendes titularte como psicóloga y atender pacientes si tu papá se suicidó y no hiciste nada?

En el momento entendí de donde venía ese comentario y lo ignoré, logré hacer mi práctica, atendiendo muchos pacientes y después en mi primer trabajo me dediqué a otra área de la psicología y me costó retomar lo que más amo de mi carrera, que con años de terapia, me di cuenta de donde venía en parte lo que no me permitía retomar y era porque ese comentario me marcó profundamente.

Es importante conversar y mucho, de lo que pasó, de cómo nos enteramos, de qué cosas pasaron ese día es realmente “terapéutico”. Al hablar y hablar, la cabeza se va ordenando, lo que pasó se va procesando. Pero otra vez el respeto es clave, ya que, por ejemplo, yo necesito conversar y tal vez ese día mi mamá o mis hermanos necesitan silencio, estar solos con ellos mismos o al revés.

En una familia siempre habrá alguien más afectado que los otros, que necesitará más apoyo y contención. Siempre habrá alguien que a simple vista se ve entero y fuerte. Y ojo, que esto no quiere decir necesariamente que esa persona sea la más fuerte o la que no necesita apoyo. Puede ocurrir que mostrarse fuerte es lo único que puede hacer en ese momento para no desmoronarse.

Llorar y hablar ayuda, hay que sacar la pena literalmente. No tengamos miedo de mostrarnos “débiles” o de hacer pasar un mal rato o de poner triste a otro miembro de la familia por estar mal ese día. La familia está para ayudarse, acompañarse, contenerse y bancarse.

Conversar también sobre las cosas que extrañan de esa persona, recordar momentos lindos y los no tan lindos ayuda mucho. Tener momentos de encuentro como familia, crear algo nuevo en la rutina de los que quedamos también ayuda.

Tener un espacio personal, donde cada miembro de la familia retome su vida social, con sus propios amigos y cercanos es fundamental.

La familia extendida también tiene un rol fundamental. En nuestro caso solo contábamos con la familia de mi mamá, ya que mi papá era hijo único y mis abuelos habían muerto años atrás. La familia de mi mamá se portó increíble con nosotros, ojalá todos quienes pasan por algo así de difícil pudieran contar con su familia. Nos sentimos muy queridos y muy regaloneados cuando más lo necesitamos.

Señales de alerta

Para terminar, me gustaría mencionarles las cosas que he aprendido con respecto al suicidio después que murió mi papá:

1)    Cuando alguien “amenaza” con que se va a suicidar no está manipulando, está pidiendo ayuda.

Lo más probable es que lo intenten igual y este aviso es su última esperanza de sentir que alguien lo puede ayudar y sacar de donde está. Esto no significa que si alguien como tu pareja, tu padre o incluso tu hijo te dice me voy a suicidar, tú vayas a correr a hacer todo lo que esa persona quiere que hagas para no suicidarse. Por ejemplo, una relación ya terminada, que vuelvan a vivir juntos. Eso si es una manipulación.

Cuando alguien comienza a decir que se quiere suicidar no es la primera vez que ese pensamiento ronda su cabeza, por lo tanto, es bastante probable que vaya a intentarlo. ¿Entonces que hacemos? Buscamos ayuda profesional con urgencia, psiquiatra y psicolog@.

2)    Cuando sospechas que alguien cercano puede suicidarse DEBES hablar el tema con esa persona.

Muchas veces tendemos a creer que hablar el tema es peor porque eso le puede “dar la idea”. Y la verdad es que alguien cuando está muy mal va a pensar constantemente que quiere morir o que simplemente no puede más. Entonces que alguien cercano le hable del tema con amor, puede abrir una puerta en esa persona para aceptar ayuda.

También puede ocurrir que te digan mira si yo quisiera suicidarme ya lo habría hecho y de tal manera. En este punto tengamos ojo, si hay signos de que esa persona está mal y a pesar de esa respuesta no nos quedamos tranquilos porque sabemos que ese pensamiento igual ronda su mente, busquemos ayuda profesional.

3)    Si alguien cercano a ti se suicida DEBES ir a terapia.

Si no hay dinero para que vaya toda la familia, se puede priorizar por quienes están “peor”, pero siempre uno puede buscar alternativas.

No todos los duelos necesitan terapia, pero un suicidio es un evento “traumático”, especialmente para quien encuentra a la persona que se quitó la vida. Si no elaboramos bien lo ocurrido esto traerá consecuencias a largo plazo.

Y un punto importante a considerar es que existe un vínculo entre el suicidio y los trastornos mentales, como los trastornos del estado de animo (depresión).

Esto está bien documentado en los países de altos ingresos. Y tienen que saber que los trastornos mentales son altamente heredables. Por lo tanto, si alguien de tu familia se suicida producto de una depresión tu tienes altas probabilidades de padecer esa enfermedad, por lo tanto, debes cuidarte y tomar precauciones. Por esta razón digo que si vives algo así debes ir a terapia.

Psicóloga Carolina Musso

IG: @ps.carolina.musso

Leave a Reply

Artículos relacionados