La autoexigencia es necesaria; nos ayuda a dar un paso más allá cada vez, a lograr metas. Cuando eso sucede, conectamos con el éxito de haber logrado con lo que nos propusimos y nos da una sensación maravillosa.
A nivel físico, en nuestro cuerpo, secretamos dopamina, la hormona que se descarga cuando tenemos un objetivo trazado, es el impulso que te lleva a alcanzarla. Eso aumenta la sensación de placer. Sin embargo, cuando la autoexigencia va cargada de autocrítica, de sensación de sentirse impostora (piensas que no eres la persona adecuada para desempeñar una actividad, por mucho que te hayas preparado para ello) o viene impulsado de la envidia, no es sana. Porque no te permite disfrutar lo que haces ni conectar con el placer de lo que estás haciendo.
Por ejemplo, ser mamá, algo que soñaste por años, que preparaste y cuidaste y cuando estás con tus hijos en casa, sientes que los retas o les gritas todo el día, te autoexiges ser la mamá perfecta, amorosa, cuidadosa, compasiva, contenedora, profesora, cocinera, enfermera, jugadora profesional y un largo etc. O cuando estás en pareja, te autoexiges en los encuentros sexuales, tener varios orgasmos, que él también se sienta feliz y para ello piensas que tienes que tener el cuerpo perfecto, sin kilos demás, sin arrugas, sin estrías.
La verdad es que las mujeres sufrimos por los patrones externos impuestos. Años de patriarcado, años de condicionamiento de cómo debemos ser, en todos los roles de nuestra vida. Sin duda es muy difícil lidiar con el qué dirán, con lo que otros piensen de mi. Yo estoy completamente cansada de ello y por lo mismo “me rebelé”, mi gran revolución es dejar de mirar hacia afuera, para poner el foco hacia adentro, dejar de satisfacer a todos, para sentir que me querían o me admiraban, decidí ser yo, en mi mejor versión, pero con mis colores y mis formas.
Soy mamá de 3 niños y hago lo que puedo con cada uno, tengo días buenos y malos y en los malos me abrazo, me perdono, me hago cariño, porque no pude hacerlo de otra forma. Lo mismo en mi trabajo o en mis relaciones.
Si las mujeres nos tratáramos como tratamos a nuestra mejor amiga, nos cuidamos como si fuéramos nuestras propias hijas, nos amamos como amamos a nuestra pareja, podríamos conectar con el interior. Y ahí, solo ahí, está la paz, el flow, la fuerza que impulsa a hacer lo mejor posible cada día, sin juicios ni comparaciones.
Te invito a que no te compares con nadie, busques personas que vibren parecido a ti, tenerte mucha paciencia, como a un bebé de un año.
Pili Valencia