Cuando estaba embarazada y me preguntaban si vestiría iguales a mis hijas, el rotundo NO salía con fuerza de mi boca. No, ni pensarlo. Poco sabía en ese entonces.
Pero resulta que la tarea de vestir dos niñas no es solamente esa, trae encima la carga diaria de todo lo que tener mellizas implica: doble atención (si no es triple o cuádruple), doble baño, doble secado, doble comida, doble cambio de pañales, doble doble doble. Y la verdad es que uno se cansa, y mucho.
Admito que cuando eran bebés que apenas movían los brazos, usaban piyamas distintos. Siempre las tenía en enteritos cómodos y se veían adorables, siempre distintas. Cuando empezaron a crecer y a salir más de la casa, y a estar en el suelo para sus juegos y actividades, ya no me parecía que el andar en piyama todo el día fuera una buena opción. Empiezan a ensuciarse más, por lo tanto empecé a vestirlas con tenidas que fueran prácticas y les resultaran lo más cómodas posible.
Fue en ese momento en el que me tuve que tragar todas mis palabras en cuanto a cómo las vestiría. Y es que en el minuto en que respondía con un No rotundo a quienes me decían que las vistiera iguales, no sabía lo práctico que era. Porque creanme, vestirlas iguales ahorra trabajo.
¿Por qué vestimos iguales a los gemelos o mellizos?
La ropa que les habían regalado siempre venían de a dos, iguales. Cuando quería buscar alternativas para que no salgan como espejo, resultaba que una tela era más liviana que la otra y en realidad una iba a andar con ropa más gruesa. O bien, una andaría de shorts y la otra de pantalones. Y hacía tanto calor, que ambas andaban en short y finalmente se veían iguales.
Luego con el frío del invierno pasaba lo mismo, buscaba una tenida abrigada y justo había un conjunto de buzo que era perfecto, pero el de la hermana era idéntico. La opción distinta era menos abrigada, entonces al final ya no me quemaba las neuronas y agarraba la misma ropa para las dos. Lo otro que aprendí fue que mandar a hacerles buzos era lo más práctico de la vida. Así que (hasta el día de hoy) en abril mando a hacerles cuatro conjuntos de buzo a cada una, con distintos colores y telas decorativas, pero al fin y al cabo con el mismo grosor y práctico cuello kimono o capucha.
Para los cumpleaños y Navidad, pedía a mis familiares que si regalaban ropa fuera “igual, pero distinta” es decir, mismo modelo y tela, pero ojalá distinto color y/o dibujo. Así ellas elegían el que más les gustaba y podía estar tranquila a la hora de elegir.
Ahora que tienen tres años pasa algo que no me esperaba: ¡ellas buscan vestirse iguales! Les recuerdo que no son gemelas, sino que mellizas. Son polos opuestos en cuanto a personalidades y gustos, PERO me pasa muy seguido que cuando una de ellas está eligiendo la ropa llega la hermana y pide ponerse lo mismo.
Me pasa con poleras, vestidos, pantalones y zapatos. Ellas encuentran muy divertido verse iguales, otros días están completamente opuestas, pero la mayoría de las veces una quiere lo mismo que la otra. Si no fuera porque tienen muchas cosas parecidas viviríamos con peleas del tipo: ¡yo quiero eso!¡Yo lo pedí primero! Uff.
Así que por más que una se haga de una idea súper fija, el destino (y nuestros propios hijos) corrigen todo a su curso natural.
Si algún día ves a una mamá con sus peques iguales, no pienses “uff, qué manía tienen las mamás de vestir iguales a sus niños”, porque la realidad es más compleja. Te lo digo yo, que saboreé de vuelta mis palabras de mamá embarazada.
Y ustedes ¿qué opinan?
Por: Alessandra Riveros, madre de mellizas y dueña del blog de recetas saludables Manitosquecomen.com