Es verdad que queremos a todos nuestros hijos, pero eso de querer a todos por igual es imposible. Es imposible porque son personas distintas y nosotras, fundamentalmente, somos distintas madres (por los distintos momentos) con cada uno. No quiere decir que tengamos hijos favoritos o queramos más a uno que a otros, aunque a algunas a veces les pase.
Quiere decir que solamente los queremos distinto, a cada uno por lo que es, por lo que entrega, por lo que necesita y fundamentalmente por el momento que vino a llenar en nuestras vidas.
Nuestros hijos mayores y nosotras tenemos una conexión única que solo el tiempo nos ha dado. Una conexión que permite sintonizarnos para ambos lados.
Nuestros hijos mayores conocieron a la mamá en pañales, esa asustada, esa con la torpeza y la dulzura de quién hace por primera vez.
Nuestros hijos mayores fueron al pediatra y a la urgencia, durante su primer año de vida, seguramente más veces que nosotras en toda nuestra vida: sin tener ninguna enfermedad crónica, por cierto.
Nuestros hijos mayores se llevaron lo mejor de nuestra poca flexibilidad: algunos no prueban azúcar, sal ni alimentos elaborados fuera hasta los 3 años. No ven televisión hasta los 4, son mega estimulados y hacemos lo imposible porque vayan adquiriendo los hitos del desarrollo tal como dice el manual.
Nuestros hijos mayores tienen de madre a la del libro de moda, esa que dice cómo actuar frente a distintos momentos, mientras no creemos tanto en nuestro instinto porque el manual es como debe ser.
Nuestros hijos mayores no han perdonado por el punto anterior y por muchas otras cosas, conocen nuestra vida porque es parte de la de ellos, porque es toda su vida la tuya y guarda secretos de conversaciones y miradas que no pasaron desapercibidas. Nuestros hijos mayores creen que no sabemos que lo sabe todo.
Nuestros hijos mayores saben lo que nos pasa con solo mirarnos, un solo scanneo de la situación nos descubre y se anteponen. Así como nosotros los leemos a ellos y deberíamos anteponernos, ellos nos perciben y nos lo dicen.
Nuestros hijos mayores son sabios como abuela y nos enseñan todos los días.
Nuestros hijos mayores nos ayudan a entender a sus hermanos pequeños, ellos han hecho que los hermanos tengan una mamá más relajada, genuina, torpe y menos perfecta. Que no lee libros ni columnas para saber qué hacer.
Nuestros hijos mayores ganaron hermanos y una madre más normal, que solo juega a ser Supermadre, pero que es todo lo desastre que somos las madres verdaderas
Una madre que es la de verdad siempre mereció.
Varinia Signorelli