¿Que pasa cuando eres psicóloga y te has especializado en apego, te has informado sobre colecho y porteo y luego te conviertes en madre? Bueno, eso es lo que me pasó.
De niña siempre soñé con ser madre, iba a tener 4 y 2 hijes antes de los 30 años. Pero una vez cumplidos los 30 tuvimos que hacer un tratamiento de fertilidad para tener a mi primer y único hijo, hasta ahora.
Se demoró tres años en llegar. Tres años en los que me certifiqué como educadora de masaje infantil, donde me leí casi todos los libros del reconocido pediatra Carlos González. Hasta que por fin llegó aquel soñado día donde vi que el test de embarazo daba positivo.
Pero al poco tiempo de anunciar la noticia, comenzamos a escuchar frases del tipo: “¿y ya le armaron la pieza?” “Acostúmbrelo de chiquitito a su pieza o dormirá para siempre con ustedes”. “Ya compraste silla nido y coche para que no tengas todo el día en brazos, porque se mal acostumbran rapidito”. Con mi marido solo nos mirábamos con risa.
Pasó el tiempo y nuestro Santi nació. Era una guagua igual a todas, con muchas ganas de estar cerca de mamá y yo también deseaba tenerlo cerca, era algo que sientes de guata, mezclado con un “sé que eso es lo mejor para nosotros”.
Sin embargo, no todo fue color de rosa, los primeros meses lloraba mucho, especialmente desde que yo iba a almorzar hasta la hora que dormía en la noche. Él no estaba cómodo en la típica posición que uno toma a las guaguas tipo cunita, donde quedan acostados. Siempre tenía que estar en posición vertical. Y me cansaba mucho.
A lo anterior se suma que a los 18 días lo diagnosticaron con alergia alimentaria a la proteína de la leche de vaca. Tuve que cambiar mi alimentación y nuevas rutinas. Ya sabía que la “hora caos”, comenzaba con mi almuerzo y que tenía que tenerlo en brazos desde que tomaba su leche de las 11 de la mañana. Tenía dos opciones o me duchaba en 5 min cuando mi marido se iba a trabajar y hacía aseo o dormía con él. Por otro lado, tenía que dejar listo mi almuerzo el día antes o almorzar algo que pudiera preparar con él.
En ese momento, el fular cambió mi vida literalmente. Él dormía durante el día cuando lo porteaba y no esa siesta de solo cinco minutos con llantos y quejas. Comenzó a dormir siestas reales, no se quejaba y yo me sentía más tranquila. Los dos estábamos felices adaptándonos a esta nueva vida con él fuera de la guata. Y yo sentía que podía hacer cosas más allá de estar meciéndolo todo la tarde.
Pero de lo que no me pude librar nunca fue de los comentarios mala onda, basados en la ignorancia absoluta, que decían que lo “mal acostumbraba” o que era un “malcriado por estar todo el día encima mío”, sobre todo porque dormía conmigo en la cama y no en su cuna.
Un vez que cumplió seis meses, dejamos el fular para pasar a una mochila ergonómica, y como ya se sentaba, comencé a sentirme más libre.
Semana de la crianza en brazos
Este año pandémico celebramos la Semana Internacional de la Crianza en brazos desde el 5 al 11 de octubre. El objetivo es poder concientizar y educar sobre la importancia de criar a nuestros hijes cerquita de nosotras. Ya sea en brazos y/o a través del porteo. Se celebra desde el año 2008 y aún hay mucha gente que cree que un bebé que pasa mucho tiempo en brazos, se le hace un daño o simplemente es un “malcriado”.
Sin embargo, les voy a enumerar algunos beneficios que cuentan con evidencia científica para explicarles por qué no debes tomar en cuenta cualquier comentario que evite que lleves a tu hijo(a) en brazos:
La exterogestación:
Los humanos nacemos con un cerebro inmaduro y para desarrollarse después de nacer necesita de un adulto, un cuidador que pueda satisfacer sus necesidades no solo biológicas, también de contacto y cercanía. De este modo el cerebro en formación va siendo estimulado para desarrollarse de la mejor manera posible. A lo largo de la historia de la humanidad, las madres han mantenido a sus bebés cerca, amarrados a la espalda o lo que hoy llamamos porteados. Y de esta manera podían seguir con sus funciones sin alejarse del bebé.
Entonces la exterogestación es el periodo de tiempo posterior al nacimiento que necesita la cría humana para poder desarrollarse de la mejor manera junto a su madre o su cuidador principal. Cuando decimos “junto a”, nos referimos en brazos o muy cerca físicamente. El cachorro humano no solo nace con un cerebro inmaduro, sino que además no es capaz de desplazarse por sí solo y además necesita ser alimentado por otro. Este periodo debería durar al menos 9 meses o más, pues varios autores plantean que los bebés necesitan de un adulto para ser regulados emocionalmente.
Porteo seguro:
Hay millones de alternativas en el mercado y no todas son seguras para nuestros bebés y mucho menos para nuestra espalda. Por un lado, tenemos las mochilas ergonómicas, fulares, bandoleras o mei tai y por otro lado tenemos las mochilas que no son ergonómicas, también llamadas colgonas.
Entonces ¿cuál elegir? El único requisito es que sea ergonómico y respete la postura del bebé. Después de eso depende de lo que a ustedes les quede más cómodo.
Beneficios del porteo:
A quienes te bombardean de mala onda por llevar a tu hije en brazos, enumérales esta lista de beneficios que tiene la crianza en brazos, avalados por la ciencia:
- Lloran menos
- Duermen mejor
- Facilita la lactancia materna
- Facilita un apego seguro
- Alivia el dolor de panza o cólicos, por ejemplo en casos de alergias alimentarias
- Disminuye el reflujo.
- Se sienten más seguros
- Pero recuerda que la realidad es que necesitas dar explicaciones de por qué crías a tu hije cómo lo haces.
Carolina Musso
Psicóloga