¿Cuántas veces te tocó en tu infancia esperar un par de horas, muerta de calor, para poder meterte nuevamente en la piscina después de haber comido? Probablemente fueron tantas, que ya ni lo recuerdas.
Y es que esta precaución, que se sigue traspasando de generación en generación, no tendría ningún sentido.
Según explica el pediatra Armando Bastidas en el sitio online Bebés y Más, de acuerdo a los últimos estudios, la comida no tendría nada que ver con los problemas que se puedan presentar al entrar al agua. El problema serían los cambios bruscos de temperatura.
“El cuerpo está caliente y de repente entran en contacto con el agua, que según la época del año, puede estar relativamente fría, o no lo suficientemente caliente, y la diferencia de temperatura provoca una reacción tal en el cuerpo que se inhibe la respiración y la circulación sanguínea y se produce una sobrecarga en el corazón que acaba en síncope. Al suceder en el agua es especialmente peligroso porque el niño (o persona) se hunde inconsciente”, advierte el especialista en el medio español.
Es por esto, que para evitar esta situación, el pediatra recomienda evitar ingresar muy rápidamente al agua y hacerlo de a poco, para que así el cambio de temperatura no sea tan brusco.
La buena noticia, para suerte de las nuevas generaciones, es que ya no tendrán que esperar innecesariamente una hora fuera de la piscina, cuando caen los patos asados.
Por: Equipo Super Madre