El concepto de maternidad siempre ha sido atribuido tradicionalmente a las mujeres madres, lo cual como la sociedad misma, ha ido evolucionando. Muchas mujeres por opción propia deciden postergarla o no ser madres. Las mujeres hemos adquirido más presencia y estamos más empoderadas de nuestros derechos y nuestro rol, y por lo mismo de nuestro cuerpo y de nuestros hijos.
El rol de la mujer como madre, y la crianza propiamente tal, también ha ido evolucionando. La maternidad es un concepto dinámico. En este constante cambio, influyen diversos factores: culturales, económicos, históricos y sociales.
La maternidad de hoy no es la misma de los años 30, en donde nuestras abuelas tenían 4 hijos o más, y me atrevería a decir que casi el 100% se dedicaba a la crianza de los hijos y a las labores de casa. Desde los años 60, en donde la píldora anticonceptiva permitió un mayor control de la natalidad, los embarazos pueden ser planificados, y con esto desempeñar un trabajo remunerado fuera de casa.
Hemos pasado de la clásica constitución familiar, en donde los hijos fuera del matrimonio o de “una madre soltera” eran fuertemente discriminados; a familias nucleares hetero u homoparentales, familias extendidas y familia monoparentales. En donde el rol de la maternidad no necesariamente es ejercido al 100% por una mujer. En la mayoría de los hogares, debido a las exigencias actuales, ambos padres trabajan y los abuelos u otro cercano colaboran, la maternidad es ejercida también por esa red de apoyo.
Para mi, la maternidad, la constituyen las personas significativas que participan en el crecimiento y desarrollo del niño o niña. A medida que nuestros bebes crecen, vamos adaptando la crianza a sus necesidades específicas. Pasamos a maternar un ser que depende al 100% de nosotros, a un niño de 3 años que te dice que se puede vestir solo y que quiere ir al parque a jugar.
Cada vez hay más evidencia sobre lo más adecuado para el desarrollo físico y emocional de los niños. Esto nos ha permitido derribar ciertos mitos y creencias, como por ejemplo condicionar el sueño de los bebés, dejándolos llorar “hasta que se acostumbren”, o eliminar el uso del pañal a los 2 años, y “enseñar” el control de esfínter.
Con todo el auge de la tecnología, de las diversas plataformas digitales y las redes sociales, se tiene acceso a un universo infinito de información. Ante esto se debe filtrar, evaluar la calidad y el tipo datos que estamos analizando, ya que siempre se debe velar por el bienestar del niño o niña. Solicitar orientación de profesionales idóneos y actualizados es de gran ayuda.
La red de apoyo es fundamental; sin la ayuda y contención de “nuestra tribu”, las cosas resultan más complicadas. Durante el puerperio, nuestro organismo se está adaptando a esta montaña rusa de cambios físicos y hormonales, en donde la madre está más sensible y vulnerable. En este caso, siempre se debe solicitar colaboración, de la pareja, del padre, de los cercanos, reunirse con otras madres, con amigas que estén en la misma etapa, o aquella amiga que tiene hijos mayores, y te puede contar su experiencia. En casos más complejos, como riesgo de depresión post parto, siempre se debe acudir a ayuda profesional.
Con el tiempo la sociedad ha comprendido, que la maternidad no debe ser exclusiva de la mujer, ya que hay un padre, una pareja y una red de apoyo, que contiene y ayuda en esta ardua tarea.
Carolina Martínez Fernández
Mamá y odontóloga