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“Mamá: tienes un moco en la chaqueta”

Por Daniela Méndez

Un día estaba a punto de salir de casa a una reunión y me sentía realmente ¡divina! Le había dedicado más del tiempo “promedio” de los últimos 4 años y 9 meses a vestirme, eligiendo a detalle cada pieza que llevaba encima. Me había puesto mi chaqueta rosa adorada de “mamá de negocios” y me estaba despidiendo de mi esposo y mi peque. En eso, Ignacio me dice: “Mamá, tienes un moco en la chaqueta”.

Me asaltó una carcajada y llena de incredulidad bajé la cara, esperando no encontrarlo, que fuera un error o una broma de mi hijo, pero no, lo vi justo allí, en el lado derecho de ella. Fue uno de esos recordatorios de los que la maternidad te salpica continuamente. Esta faceta de ti juntándose continuamente con muchas otras. No se si el moco era mío o de él pero bueno, me limpié y volví al beso de despedida. Hecho esto, me fui a mi “aventura” con una sonrisa divertida y ¡realista!

Desde que era niña odiaba los lugares donde pudiera sudar. Ensuciarme no era lo mío. Vivía asegurándome de que mis aventuras fueran lo más “limpias” posible. Como salía de mi casa solía llegar, al menos en apariencia. Mis departamentos o espacios antes de ser madre fueron, especialmente y casi modo “toc”, ordenados y decorados con cuidado; incluso me gustaba andar -y que entraran- sin zapatos en mi hogar antes de que el COVID hiciera de esto algo popular. Pero esto ha cambiado en buena medida con mi maternidad. Ahora salgo limpia pero fácilmente a la media hora ya tengo un pegote -o un sticker con el que salí de casa sin darme cuenta- en alguna parte de mi ropa, cara o pelo.

Otro día me pasó que iba llegando al edificio en el que vivo desde hace un buen tiempo y el portero -que siempre me reconoce y sabe perfectamente a donde voy- me dice: “Disculpe Sra, ¿A qué piso viene?” Entre sorpresa y risa, le respondo: “¡Sr! Soy yo! La Sra Daniela! del 2134” Pero es que claro, casi siempre ando por allí al lado de un niño en bicicleta, corriendo, cantando, con ropa deportiva, trenzas o el pelo recogido, con el estilo que me hace sentir cómoda para vivir las  “aventuras” de mamá pero que no tiene NADA que ver con pelo suelto, chaqueta rosa o pantalón claro de primavera-verano y menos con caminar despacio.

Esta vez también me reí del pobre hombre y de mi porque ¡sí! realmente yo era otra “Sra”. ¿Me iba a enojar porque este señor no me reconoció? ¡Pues no! ¡Si soy dos! Y muchas más que dos. A veces ni yo misma me reconozco y hasta me sorprendo de esas distintas partes de mi que surgen cuando estoy metida en los cuidados o cuando salgo sola a trabajar por mis proyectos, sueños… en las distintas misiones y deseos de mis diferentes yoes.

Otra mañana me pasó que Igancio me invitó a jugar a los gatos (Algo de los gatos te cuento en “¿Tu hijo hace como gato? El alivio de preguntar a otras mamás”). Ya yo estaba lista y vestida para mi día cuando me dice: “¿Mamá te puedo pintar la cara como gato? No es tan grave, pensé, después me lavo la cara y lista para seguir mi día.  “Pues claro, hijo! Píntame y jugamos”, le respondí.  Pasó el juego, se fue con su papá al cole. Me quedé sola en casa cuando me tuve que conectar a una reunión de trabajo sin mucho tiempo para recordar que una hora antes había sido Mamá Gato. Cuando me vi en la pantalla de la reunión, me sorprendí dándome cuenta de que había olvidado lavar mi cara pintada. Entre verguenza, sorpresa y carcajadas, nuevamente recordé que así siento mi vida hoy: con un orden distinto, con una estética diferente, la comodidad y la aventura prevalecen, nada es solo lo aparente.

Hoy me cuestiono el concepto de mujer “cuidada” o “descuidada”, “arreglada” o “desarreglada” ya que la feminidad además de ser un concepto MUY personal tiene una forma distinta según nuestra etapa vital.También creo que cada una de nosotras según su estilo, su personalidad y su hij@ (hay niños que odian ensuciarse y prefieren por sobre todas las cosas los juegos de mesa y otros que adoran estar metidos en la arena o andar a toda velocidad en su bicicleta) elegirá una manera de vestirse o “presentarse” al mundo o simplemente hará lo mejor que pueda -y quiera- con lo que tenga porque, sin duda, cada una tiene un orden de tiempos, prioridades y ¡posibilidades!

Lo que sí creo hoy es que la “belleza” ¡y el talento! de una mujer, su alma, va mucho más allá de su físico, su ropa, su chaqueta con moco, su cara de gato o su peinado de “señora” (como dice mi amiga Valentina de su recogido de pelo desde que es mamá, el cual por cierto yo adoro y creo que le queda hermoso) porque la realidad de la maternidad toca profundamente el ideal de cómo nos quisiéramos ver “todas las veces” -o como nos veíamos un tiempo atrás- y de cómo otros quisieran -en su mundo ideal- vernos también.


Daniela Méndez es psicóloga psicoanalista, dedicada a la psicología femenina y autora de Prometo Amarme. Una de sus motivaciones más importantes es descubrir cómo vivimos las mujeres la experiencia de maternidad. La puedes encontrar en su Instagram: @espaciodanielaalma y en su página web: danielaalma.com

 

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