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[Opinión] Mamá de dos: La culpa del primer mes

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[Opinión] Mamá de dos: La culpa del primer mes

El mayor de mis hijos no lo ha pasado nada bien con la llegada de su hermano. Tiene un año ocho meses, y todos pensábamos que era muy pequeño para conocer los celos, y eso nos tenía tranquilos. Pero la historia ha sido muy diferente.

Porque a pesar de que en ocasiones tiene gestos tiernos hacia su hermanito de tan solo un mes, su comportamiento es lo que más me ha tenido ocupada desde que me estrené como madre de dos hijos.

No está comiendo bien, tampoco durmiendo de corrido como antes. Se despierta por su leche y luego llora porque quiere dormir en nuestra cama. Además en ocasiones se le ocurre tirarme el pelo.

Y aunque debo confesar que he intentado que no me vea en actitudes tiernas con mi hijo menor, para no incrementar sus celos, no he tenido éxito. Es inevitable, porque también es mi hijo.

Postnatal con dos pequeños

Mi rutina comienza a las 7.30 de la mañana, cuando Santiago, el más grande, se despierta. Lo visto y le preparo su desayuno, mientras que desde la cuna. León me recuerda de su existencia y me apuro para ponerlo en mi pecho, él también debe desayunar.

Cuando ya está satisfecho, le toca su muda y lo visto también. Lo dejo durmiendo tranquilo, y a Santiago le pongo la tele y sus juguetes en el suelo para mis cinco minutos de ducha.

Todo se resume en correr y en respirar profundo antes de perder la paciencia y calmar las pataletas, los llantos dobles. Porque ellos no tienen la culpa, solo quieren a su mamá para sí y están en su derecho. Fui yo la que decidió tener otro bebé seguido, para salir rápido de la tarea de criar.

Se pasa la mañana y tengo que cocinar. Santiago y yo debemos almorzar. Ahí me divido entre zanahorias, papas y carne; y perseguir al caminante y amamantar al lactante.

Hasta que llega la hora crítica del día: el almuerzo. Santiago me acepta hasta seis cucharadas, no quiere comer y es ahí cuando mis ojos se llenan de lágrimas y me pregunto qué estoy haciendo mal. Porque lo veo confundido, no lo veo feliz y el sentimiento de culpa me agobia. Fracasé nuevamente con el almuerzo, vamos con el postre, que por suerte es todo un éxito.

Amamantar nuevamente, y llega la tarde. Si tengo suerte, mis dos hijos coinciden con la siesta. Si no, aprovecho el tiempo para regalonear tranquila al que esté despierto. 

Cuando el reloj marca las 19 horas llega la hora de la cena. Y aunque se repite la misma dinámica y negativa que en el almuerzo, ya no paso rabias. Al menos ya está presente mi marido, que me apoya y me llama al relajo.

Llega la hora del baño. Primero el más pequeño, luego el mayor. Pecho y a dormir, mientras Santiago comparte con los papás antes de caer en los brazos de “Morfeo”. Así llega la noche y la calma, que se interrumpe con una petición de leche materna y/o una mamadera para el hermano mayor.

Pese a todo lo anterior, puedo decir con seguridad que no me arrepiento de haber tenido dos niños seguidos. Porque ahora puede que esté sufriendo las consecuencias del estrés por estos días agitados, pero más adelante estoy segura que se acompañarán tanto, que serán los mejores amigos.

Angie Baeza.

Madre, periodista y redactora en Supermadre

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