Por tratar de ayudar, muchas veces hacemos lo contrario en lo que a la educación de los niños se refiere. Expertos entregaron una lista de los errores que cometemos los padres y que finalmente perjudican a los hijos.
De acuerdo al artículo publicado por el sitio online La Vanguardia , una de estas conductas erróneas es proyectarse en los hijos, es decir, que las expectativas de los padres no siempre coinciden o adecúan a las capacidades de los niños.
Por otro lado, el usar el estudio como pase a lograr cosas. “Castigado a hacer los deberes” o “hasta que no acabes de leer no hay dibujos” son frases que utilizan algunos padres para incitar a sus hijos a hacer las tareas escolares. Los expertos dicen que el tiempo de estudio debe ser siempre tiempo de tranquilidad y no de retos.
Se menciona además el que los padres ejerzan el control absoluto de las tareas. Esto no produce más que desconfianza, por lo que se recomienda revisar las pruebas o los cuadernos junto con el niño.
Otra conducta recurrente que observan los educadores es la tendencia de los padres a buscar trastornos neurológicos detrás de los fracasos escolares de sus hijos.
“Hay muchos niños que son incapaces de esforzarse en hacer los deberes o en estudiar porque son vagos, y eso es inmadurez, no un trastorno mental, y a veces se intenta disfrazar esa vagancia como intolerancia a la frustración o intolerancia al estrés, cuando lo que tienen es falta de autonomía”, comenta Benjamí Montenegro, del Equip Psicològic del Desenvolupament de l’Individu.
El premiar las notas sería otro error. Los expertos advierten que los premios pueden causar una doble frustración, porque con frecuencia se ofrecen por notas poco realistas y si el niño no triunfa a pesar de la recompensa prometida su sensación de fracaso y su malestar es doble: además de no alcanzar su meta escolar, se queda sin regalo.
Estudiar con ellos también en un error, ya que de acuerdo al estudio, ser padre y profesor a la vez crea conflictos y dependencia. Además, consideran que las tareas son del niño y no de los padres. “Han de controlar que el trabajo esté hecho, pero no entrar en el contenido porque se trata de que las tareas las hagan los niños y así trabajar su autonomía”, dice Montenegro.