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La voz interior

Por Lilian Orellana

El viernes me encontré con una persona que no veía hace algún tiempo y, entre las alegrías y tristezas de este tiempo tan extraño, me contó que hace un par de semanas estaba con licencia médica por estrés.  Me contó que, a pesar de la cantidad de tiempo que había pasado fuera del trabajo, aún no lograba descansar del todo y que por paradojal que resultara, cuando tenía oportunidad de permanecer en silencio, sin mayores responsabilidades, venían a él algunas “voces internas” que lo impulsaban a la actividad, como si su cuerpo, de manera natural, se prohibiera a sí mismo descansar, asociado a sentimientos de culpa y ansiedad.

A través de la conversación, llegamos a la conclusión de que probablemente, esta sensación se había instalado en él cuando siendo un niño, su papá siempre lo llamaba para ayudarlo en las tareas que él, como adulto, debía realizar, sintiendo  que esto ocurría especialmente cuando tenía tiempo para descansar (fines de semana, vacaciones), siendo fuertemente reprendido cuando no acudía en forma automática con mensajes como: “¡por qué siempre eres tan lento!”, “la flojera te consume”, “la ociosidad no te ayudará en nada cuando seas grande”.

A su juicio, esta especie de tensión interna, que incluso describía con elementos somáticos, es algo que se convirtió en una de sus voces internas. Si bien hoy se encuentra plenamente consciente de la necesidad de soltarla o silenciarla, para dar paso a su propio bienestar, se ha convertido en algo muy difícil de sobrellevar, pues a pesar de su actual independencia e incluso asumiendo el rol de padre en una etapa tan diferente de su vida, aún persiste en él, el temor de no cumplir con lo que “debe hacer”.

Sin lugar a dudas, existe una mirada muy negativa a los tiempos de ocio, aun cuando hoy también sabemos, gracias al desarrollo de la neurociencia, que estos espacios de tiempo tienen un tremendo valor asociado a la  creatividad y la conformación de redes neuronales que se enriquecen o fortalecen cuando “no hacemos nada”.

“Existe una mirada muy negativa a los tiempos de ocio, aun cuando hoy también sabemos, gracias al desarrollo de la neurociencia, que estos espacios de tiempo tienen un tremendo valor”.

A raíz de esta conversación me puse a pensar en el delicado equilibrio que existe en las interacciones cotidianas que tenemos con nuestros hijos, especialmente cuando estas llevan mensajes implícitos (o explícitos) relativos a sus capacidades o dificultades, generando muchas veces sensaciones de inseguridad e insatisfacción, que se convierten en realidades.

En su libro “La mente en desarrollo”, el psicólogo Daniel Siegel, en el capítulo que denomina “Memoria y Narración”, señala que “de acuerdo a Lev Vygotsky, la internalización de las experiencias de un niño o niña con sus progenitores crea el pensamiento. Bajo esta perspectiva, los niños que narran los sucesos vitales con sus progenitores, comenzarán a narrarse a sí mismo”

Si somos conscientes de esta realidad, pienso que tenemos la oportunidad de revertir estas experiencias de tensión, convirtiéndolas en voces amables y que inviten al bienestar y la autocompasión.

Lilian Andrea Orellana Muñoz es psicóloga y ha trabajado en protección del Sename, en educación y en el área clínica. Su motivación es contribuir, desde su experiencia, en el proceso de crianza.

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