Sabemos la importancia de nuestra piel, el órgano más extenso del cuerpo humano, sin embargo muchas veces no logramos dimensionar la importancia de la piel de nuestros recién nacidos.
La piel es el órgano por donde se perciben los estímulos del entorno, a través de ésta se conoce el mundo, se percibe el contacto con la madre y se reconoce nuestras figuras cercanas.
Es a través de la piel que nuestros recién nacidos sienten la contención y el cuidado materno. La estimulación de la piel, a su vez, va generando la creación de impulsos nerviosos que ayudan a la formación de conexiones sinápticas. Es decir, el desarrollo cerebral va de la mano con el contacto que la guagua va a tener con la piel de su madre.
Por esta razón, el contacto piel con piel con la madre, desde el primer momento de vida es fundamental, los beneficios son a corto plazo y a largo plazo. Por esto es que los entendidos en salud emocional hacemos hincapié en el contacto desde el momento de nacer y a la no separación con la madre: no es aleatoria la petición, tiene su base en la neurociencia.
Es importante que nuestro recién nacido sea recibido en un ambiente acogedor, que tenga el cuerpo de la madre a su disposición y que reciba todo el calor y la suave textura de sus caricias.
¿Cuáles son los beneficios del contacto piel con piel?
– Cuando la madre y el recién nacido han tenido contacto durante los primeros momentos de nacido se mejora la lactancia, promueve una lactancia efectiva y por más tiempo. Habría una relación entre este contacto primario y la efectividad de la succión en las guaguas, este primer contacto ayudaría a que los recién nacidos sigan el camino hacia el pecho materno. ¿Por qué crees que se oscurece el pecho y aparece una linea vertical en la panza? son éstas líneas las que marcan el camino a nuestro cachorro. De la misma manera las manchas que aparecen en nuestro rostro, a la altura de los ojos: van a permitir que puedan fijar la mirada en estos espacios más marcados, la visión de las guagua es borrosa, por lo tanto el que se oscurezcan estas zonas permite que puedan encontrar el camino con mayor facilidad: hacia el pecho y hacia la mirada de mamá (todo lo que necesita un recién nacido)
– El contacto piel con piel, del recién nacido con su madre, ayuda a la regulación de la temperatura infantil. Así como si fuéramos canguras: el contacto con nuestra guagua permite que regulemos nuestra propia temperatura en pos de subir o bajar la del recién nacido, todo esto gracias a la Oxitocina (también conocida como hormona del amor, que solo aparece en intimidad). No sucede lo mismo en la cuna, en donde los niños no son capaces de regular ya que no se genera el mismo feedback.
– Las guaguas en contacto con la piel de la madre lloran menos, la razón es clara: “cerca de la piel de la madre” es el hábitat natural de una guagua, se sienten en casa, han estado 9 meses sintiendo a la madre por lo tanto no desconocen los estímulos y se sienten más tranquilos. El llanto del bebé genera estrés, produciendo cortisol a nivel cerebral. Un cerebro infantil con menos cortisol propicia un desarrollo cerebral adecuado.
– La cercanía piel con piel permite mayor estabilidad cardio – respiratoria, disminuyendo el riesgo de muerte súbita. Los estudios indican que las guaguas coordinan su respiración con la de la madre, mientras que los latidos del corazón lo mantienen alerta.
– El vínculo de apego se establece adecuadamente cuando existe cercanía piel con piel desde temprano. El apego se establece cuando la madre calma a la guagua y poder experimentar esta sensación desde temprano la propicia. Esto genera que se mejore el comportamiento afectivo en el futuro.
Finalmente podemos resumir que el contacto piel con piel incide positivamente en varios aspectos de la vida del recién nacido. Por esta razón, es que casi intuitivamente, cuidamos la piel de nuestras guaguas, regaloneamos con lo más suave que encontramos y tenemos consideraciones para mantenerla sana. Recordemos, entonces la importancia del cuidado de la piel así como el contacto piel con piel con la madre.
Varinia Signorelli C.