Si hay que algo nos duele a la mayoría de las mujeres, es que nos digan algunas de estas cuatro cosas: mala madre, gorda, frígida, poco profesional y/o floja, según si se trabaja fuera o dentro de casa, respectivamente. Con algunos matices y en distinto orden son adjetivos (des) calificativos que nos llegan al alma y como se dice comúnmente, nos dejan con “sangre en el ojo”.
Y es que no son cualquier cosa, son palabras o conceptos que integran lo más selecto del mundo de una mujer: sus hijos, su cuerpo, su pareja y su profesión, cuatro submundos que tratamos de mantener en armonía cueste lo que cueste. Y no es una metáfora. Muchas veces nos postergamos y nos dañamos –tanto física como emocional e intelectualmente- para que nadie vaya a pensar que somos algo de eso. Que la profesora de Pedrito no vaya a creer que no planchaste eluniforme; que el grupo de amigas del happy hour de los miércoles te vea las uñas perfectamente pintadas; que tu pareja te sienta sexy, obvio, sino puede mirar para el lado; o bien que tu jefe no te pille sin el informe hecho o una visita en casa vea que no has lavado los platos.
Algunas tenemos más aguante y capacidad de funcionar y administrar mejor el estrés que significa estar constantemente “dando la PSU”, porque es como que nos jugáramos nuestro futuro todos los días. Otras renuncian pronto a la contienda, instaurando en sus vidas, mentes y cuerpos la culpa, la soledad, la rabia, la pena, la frustración y la depresión (cada vez más en nuestro país).
Y también hay un porcentaje –cada vez mayor- que ha aprendido a “soltar”, que no es más que un buen adiós que nos permite quedar de frente a la vida y no de espaldas, como ocurre cuando permanecemos aferradas a lo que no nos gusta o con las manos ocupadas con unos platilloschinos que nos impiden tomar otros para experimentar juegos nuevos.
¿Cuándo es tiempo de soltar? El sufrimiento, justamente, es el indicador. Esta práctica no excluye prever u organizarnos, ni nos dispensa de nuestros compromisos, obligaciones y responsabilidades. No es resignarnos, bajar los brazos, sino que es ser conscientes de nuestros propios límites.
El panorama se aclara cuando llegamos a la conclusión de que -aunque lo intentemos con todas nuestras fuerzas, hagamos hasta lo imposible y logremos que el día tenga 25 horas- nunca seremos perfectas, y que aparte y antes de la aprobación de los demás, necesitamos urgente la aprobación propia.
Eso incluye soportar con estoicismo unos kilos de más, uñas salpicadas, pijama de franela o niños con el uniforme arrugado.
Claudia Fuentes
Periodista, mamá de 3 niñitas, pareja, hija, hermana y amiga, aprendiendo a soltar.
“No he venido a este mundo
a cumplir tus expectativas
No has venido a este mundo
a cumplir mis expectativas
Yo hago lo que hago
Tú haces lo que haces
Yo soy yo
Un ser completo
aun con mis carencias
Tú eres tú
Un ser completo
aun con tus carencias
Si nos encontramos
y nos aceptamos
Si nos aceptamos
y nos respetamos
Si somos capaces de
no cuestionar
nuestras diferencias
y de celebrar juntos
nuestros misterios
podremos caminar
el uno junto al otro
ser mutua y respetuosa
sagrada y amorosa
compañía
en nuestro camino
Si es posible
puede ser maravilloso
Si no
no tiene remedio
(Oración del Encuentro de Sergio Sinay)
Equipo Supermadre