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La llegada de un hermano menor contada por el mayor

Por Eva González

(Historia real, quizás te encuentres con algunos términos coloquiales)

¡Es que yo tengo ya 14 años! Intentaré recordar, igual en algunas partes le pediré ayudamemoria a mi mamá, ¿puedo?

Mi hermano nació cuando yo tenía 6, casi 7, recuerdo el día que mi madre junto a mi padrastro (me llevo muy bien con él) me preguntaron si quería tener un hermanito. Estábamos los tres súper contentos, teníamos un asado en el patio y en ese mismo momento comenzamos a hablar sobre los nombres.

Yo y mi papastro  (así le llamo) queríamos que fuese hombre, en mi caso porque tendría compañero para jugar a la pelota, mi mamá decía niña, pero siempre creí que le daba lo mismo. tTambién después me contó que ella siempre sintió que sería hombre. Esa noche decidimos un nombre de niña y uno de niño. Elisa, el nombre soñado para una niña por mi mamá, y de niño fue como especial porque teníamos los tres en común un nombre de hombre muy significativo para cada uno, y fue curioso porque era el mismo nombre, Ignacio.

A los dos meses más menos, estábamos los tres frente a una cosa de esas de embarazo, mirándola atentamente, hasta que apareció, ¡estaba embarazada mi mamá!, recuerdo haber saltado en la cama durante un buen rato, mientras mi mamá estaba muy emocionada junto a mi papastro. Fue muy bonito.

Recuerdo que mi mamá me dijo que me llevaría a una psicóloga para prepararme al cambio de vida que tendríamos, fuimos varias veces, hablé poco, no me gusta mucho la gente desconocida, pero sí recuerdo algo; ella le dijo que cuando mi hermano/a estuviera, siempre dejara un tiempo para los dos solitos, ella y yo. Eso siempre lo cumplió y era uno de mis momentos favoritos.

Algo que recuerdo es cuando la fuimos a dejar al hospital, me costó mucho separarme de ella, ahí lloré, tenía miedo, era la primera vez que pasaría una noche sin mamá, además sabía que venía ese gran cambio, tendría a mi hermano para siempre.

A esas alturas había logrado dormir solo en mi pieza, pero cuando llegó mi mamá a casa con mi hermano, y dormía en esas cunas que van al lado de la cama, comencé a sentir ganas de estar ahí, yo creo que sentía que la podía perder. Ella me explicó amorosamente que el amor crece, que nunca pensará que parte de su amor por mí se iría con mi hermano, aun así, tenía miedo. Comencé a irme en las noches a su cama, menos mal mi papastro es bueno, y él se iba a mi cama y yo podía quedarme con ella. Yo recuerdo que eso paso muchísimo tiempo y menos mal lo entendieron.

Pasó mucho tiempo, para mí una eternidad, porque igual extrañaba a mi mamá, llegaba del colegio y ella estaba cansada, entonces igual intentaba jugar conmigo, yo le inventaba historias de fútbol, y ella hacía un personaje desde su cama dando muchas veces teta a mi hermanito, pero igual lo intentaba. A veces me daba cuenta que se le cerraban los ojos y me daba pena, pero ella insistía en poder abrirlos y seguir mi juego. Recuerdo haberme sentido solo, ella jamás quiso eso, pero igual pasó, hoy comprendo, pero ¡sí! me pasó, y algunas veces odié la idea que tuvimos esa noche del asado.

Mi hermanito me quitaba los tiempos que amaba, y era extraño, porque sabía que yo lo quería, pero en momentos quise que no estuviera. No puedo negarlo.

A veces mi hermanito tenía tos, y yo pensaba, ¿por qué no lo llevan a urgencias? ¡Le puede pasar algo! Mamá me decía, tranquilo, está bien, no pasa nada, pero yo recordaba que cuando yo sentía un mínimo malestar, mi mamá corría conmigo al doctor. Luego me explicó que conmigo aprendió que no todo es grave, mi hermano no pasa en el doctor, mi mamá de alguna forma aprendió conmigo que hay cosas que puede solucionar sin necesidad de correr como una loca a urgencias. Me da risa eso, porque yo fui a urgencias hasta por un golpe en una rodilla, ahora lo conversamos y podemos hasta reírnos de esas “no urgencias” que mi mamá tenía conmigo. Mi hermano ha sido más libre, es diferente a mí, el crece sin temores de mi mami, es el segundo hijo, entonces ella ya sabe.

Comenzó a crecer, hoy es mi compañero, jugamos a la pelota, también a veces peleamos. Su pieza está llena de mis juguetes heredados, se los regalé con mucho amor, entendí que el vino a acompañar mi vida para siempre; ya duermo solo, es que igual estoy más grande.

Dejé de sentir que me arrepentía de esa noche en que me preguntaron si quería un hermano y dije que sí, hoy es mi compañero, para toda la vida. Lo amo con todo mi corazón y haría cualquier cosa por él. Aprendí a amarte Ignacio, y hoy llenas mi vida.

Gracias mamá y papastro por intentar hacer lo mejor, todos tuvimos momentos buenos y malos, pero sin duda fue la mejor decisión y me regalaron un amigo y compañero para siempre.

Te amo hermano.


Eva Inés González Salas es madre y profesora y pertenece al espectro autista. Cree en la educación sin premios ni castigos, basada en el amor y en el respeto por los demás. La encuentras en Instagram como @profeeva29 y @mujer.enelespectro

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