Por Marcela Mardones
Creo no ser la única que ha visto con alarma el aumento considerable de violencia en nuestro país, ¿Es éste un problema de salud mental? Sí y su causa es multifactorial (pandemia, calidad de vida, poca prevención y educación en salud mental, falta de políticas públicas que permitan aumentar la cobertura en salud mental, etc). Pero hoy quiero poner énfasis en un tema que es transversal a todos y que está en nuestras manos mejorar: La convivencia; y es que somos por esencia seres sociales y nacemos para vivir en constante vínculo e interacción con otros.
Mucho se sabe hoy, gracias a estudios científicos, que los bebés tienen la capacidad de motivar la interacción con sus cuidadores y buscan constantemente generar reacciones y conexión emocional con ellos, no son seres pasivos como se pensaba hace unos años atrás. Nacemos como seres prosociales con un lenguaje universal: las emociones, que nos permiten leer a otros para provocar en ellos ternura, alegría y para saber cuándo están tristes o se sienten molestos. Esto viene de la mano de un complejo sistema de supervivencia humano heredado filogenéticamente.
La convivencia
Entonces, ¿por qué nos cuesta tanto convivir? Todo parte por reconocer que la convivencia es un proceso dinámico y complejo: complejo porque cada persona es un mundo, aunque suene cliché, nos cuesta asumir que es así y muchas veces nos resistimos a validar a otro que piensa diferente. Constantemente buscamos personas que piensen parecido a nosotros o que validen nuestra forma de pensar, y nos alejamos de personas que divergen de nosotros, porque nos sentimos incómodos o porque nos implica un mayor esfuerzo neuronal establecer acuerdos. Como nuestro cerebro busca primitivamente (o instintivamente) la gratificación instantánea, nos solemos mover en esos ambientes donde me siento “parte de” un grupo afín.
Tristemente si solo nos movemos en espacios conocidos o seguros, manteniendo solo aquellas conversaciones que me hacen sentir cómodo o que reafirman lo que pienso, no desafiamos nuestro cerebro, nos cerramos al aprendizaje de algo nuevo, nos desmotivamos y perdemos la capacidad de asombro, la cual es esencial para incentivar la reflexión crítica y extender de forma variada nuestros pensamientos. Esto, sin duda, nos hace perdernos de la maravillosa oportunidad de conocer nuevas y diferentes formas de pensar y los errores que se pueden cometer por pensar todos igual o seguir la voz de sólo una persona puede tener consecuencias catastróficas para la vida de una persona o de la humanidad (como el genocidio nazi o los regímenes totalitarios).
Los juicios
He visto en este tipo de actitudes, que niegan, invalidan lo divergente o parten de la premisa de que su verdad es LA VERDAD: un nicho que cimenta las bases de la violencia, promoviendo de manera solapada hechos de bullying, ciberbullying y mobbing. Una persona, o varias personas, emiten juicios y prejuicios sobre otra, sentenciándola o catapultando su imagen pública, sin reconocer que ese juicio o prejuicio es una visión subjetiva (además de agresiva) sobre otra persona, que dicho sea de paso no conocemos y que, además, se dice en tono de afirmación algo que es una opinión o aseveración. Es más, estas personas llamadas Bully (matón o matonaje en inglés) buscan reafirmar su opinión buscando que otros piensen igual que él o ella. Todo este relato pareciera inofensivo, o estamos tan acostumbrados a verlo a diario, que lo hemos estado normalizando.
Vemos a diario memes agresivos, usamos sobrenombres o etiquetas de trastornos mentales o características físicas como descalificativos, vemos comentarios de personas que se meten al perfil de otras a comentar sobre sus cuerpos y no solo eso sino que lo hacen de una manera despectiva o en otros casos pasivo-agresivo tipo: “Eres tan bella, pero ese color de pelo te queda horrible”; opiniones sin ningún tipo de filtro sobre aquello que nos parece bonito o feo, sobre lo que me cae bien o me cae mal, muchas veces escudados en el “sentido del humor”.
¡Si hasta a los autos se les hace bullying hoy en día!, y ¿saben qué? No, no me río, no me parece gracioso, sino que me parece tremendamente ofensivo y agresivo, porque es violento, porque hiere y hace sentir a otros avergonzados y humillados. Nadie nunca debería sentirse así ni por su apariencia, ni por sus gustos, ni sus cualidades o rasgos de personalidad, deberíamos recordar siempre la frase: Tú no eres mejor que nadie, nadie es mejor que tú.
Cuidar la infancia
¿Tendrá esto algún efecto en nuestros niños? Sí, de todas maneras. Ellos aprenden de nuestras acciones y modelamos su conducta, principalmente, cuando nos observan. Es muy difícil enseñar en las escuelas y colegios normas de convivencia y prevención del bullying si los adultos lo hacemos todo el tiempo, flexibilizando y rompiendo las normas (puestas muchas veces por nosotros mismos hacia ellos) a nuestra conveniencia.
Respecto a los memes y el sentido del humor usado en redes sociales, considero que todos debemos disfrutar de estos. Como leí por ahí, el juego o chiste debe parar si alguien lo está pasando mal, si hay una persona que no lo disfruta entonces no es juego. Hemos visto cómo se está cruzando una delgada línea, que a mi juicio tiene que ver con lo moral y ético, y cómo como sociedad hemos renegado de esto, en especial de lo moral, como si el concepto por sí solo albergara algo tendencioso.
Creo que este cambio de moral era necesario: traíamos de generación en generación dogmas muy arraigados que nos limitaban o que ponía etiquetas negativas a cosas o conductas que no lo eran; de ahí que lo moral que entendemos hoy sea ligado a conceptos machistas, ultraconservadores y religiosos sin mayor cuestionamiento. Pero, cuando hablamos de moral, nos referimos al conjunto de normas y consensos que toma una sociedad y que nos rige.
Por esto podemos hablar de una moral que sea tajante en no dejar pasar la violencia en ninguno de sus aspectos. Sin embargo, creo que hemos cometido el error de no volver a establecer una, con nuevos acuerdos y normas de convivencia que permitan que todos y todas vivamos con la tranquilidad de que se nos respete y se nos trate de una manera digna, así sin más, sin condiciones.
Marcela Alejandra Mardones Contreras es madre y psicóloga. Trabaja en el área educativa en convivencia escolar para el sistema público y como psicóloga clínica de niños, adolescentes y adultos: dentro de su trabajo desarrolla instancias de prevención de bullying y modelos de parentalidad positiva.