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La carga mental en la maternidad
Por Paula Bórquez T.
¿Qué es la carga mental?
El concepto de carga mental surge en el ámbito del trabajo y la prevención de riesgos laborales. Se refiere a las demandas cognitivas o mentales que conlleva la realización de algunos trabajos y que afectan al bienestar físico y psicológico, lo que se puede extrapolar también al ámbito personal en relación al trabajo doméstico y la dinámica familiar.
En el ámbito privado y doméstico, hay tareas y actividades que producen una notable sobrecarga y esfuerzo psicológico. La diferencia es que no suelen ser reconocidas de igual modo que en el ámbito laboral. La planificación, organización y coordinación de muchas de las labores que conlleva el desempeño del rol de cuidado doméstico y familiar, supone manejar e integrar una gran cantidad información, con la necesaria participación de procesos y recursos cognitivos como atención, memoria y concentración, con el notable esfuerzo psicológico que esto supone.
“La carga mental significa que siempre tienes que estar alerta y pendiente de todo.”
¿Por qué la carga mental se asocia a las mujeres?
La carga mental puede traducirse en todo ese trabajo invisible y muy poco valorado que implica la dinámica familiar y la administración de un hogar, y que obliga a que las mujeres nunca paren de trabajar ni física ni mentalmente porque siempre deben estar pensando en cada detalle y en cada cosa que falta por hacer. Además al ser las mujeres las que mayormente asumen el rol de cuidado, esta carga además de ser física y mental , también es emocional , ya que recae en ellas el rol de contención de los miembros de la familia.
Es en el espacio familiar y doméstico, donde la responsabilidad recae en mayor medida en la mujer, considerándose una obligación, asumida, incluso, por ella misma, con los consiguientes costos para su salud y bienestar
Llevándolo al plano cotidiano parental sería: crear una lista de tareas infinita sobre la limpieza del hogar, de la ropa, organizar, ir al supermercado, comprobar la comida, anticiparse a las necesidades del bebé, jugar con él, cumplir al máximo nivel en el trabajo, hacer horas extra para llegar a todo, etc. Esta lista de tareas que parece que no tiene fin y que necesita hacerse de forma obligatoria y radical en la cotidianidad.
Si bien es cierto las tareas del hogar y las tareas relacionadas con la dinámica familiar se pueden repartir de manera equitativa, está tan normalizada en nuestra sociedad la idea de que la labor de gestión y organización le corresponde a la mujer, que se espera que incluso sea ella la que le diga a su pareja lo que debe hacer.
No se espera que los hombres tengan esta iniciativa, que estén igualmente involucrados en las necesidades familiares y sepan prever, organizar y hacerse cargo de ese trabajo mental.
Si bien, existen grandes avances en las condiciones tendentes a conseguir una mayor igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, especialmente en el ámbito laboral, las transformaciones en el ámbito personal y doméstico no siguen un recorrido paralelo y se siguen generando diferencias de género con impacto en la salud y calidad de vida de las mujeres.
Desde esta perspectiva, la sobrecarga física, emocional y mental que supone un reparto desigual de los cuidados y responsabilidades en el ámbito familiar, y la conciliación de estas responsabilidades domésticas con las personales, profesionales o laborales, es un tema gran relevancia. Situación se intensifica con la llegada de la maternidad.
Si observamos la distribución de tareas domésticas y la logística para organizar las tareas de la vida diaria en una relación de pareja, ya es común observar algunos desequilibrios. Sin embargo, cuando se forma una familia, cuando llegan los hijos, esta brecha se acrecienta y la carga mental que asumen las madres es muy superior a la de los padres.
¿Y qué sucede cuando una pareja decide hacer familia?
Desde el mismo momento del embarazo, las listas mentales de las mujeres se engrosan a niveles estratosféricos: desde programar las visitas con la/el ginecóloga/o teniendo en cuenta los horarios de disponibilidad de la pareja, a la elección del hospital, el tipo de parto que desean tener, las clases de preparación al parto… Todas estas son cuestiones de las que, por lo general, se suele ocupar sólo la mujer, y de las que luego informa a la pareja. Sin embargo, hay muchas maneras en las que esa carga, esa responsabilidad, podría compartirse.
Sigamos nombrando: el plan de parto, la preparación de la ropa para el bebé, planificar y ejecutar la compra de aquello que el bebé necesita: cuna, coche, silla para el auto, ¿Queremos portear? ¿Quién se preocupa por enterarse de cuál es la manera más adecuada para el porteo? ¿Cómo se alimentará el bebé? ¿Necesitamos extractor de leche, mamaderas? ¿Quién se entera de las marcas, los modelos, las diferencias? ¿Quién prepara la bolsa del bebé para el hospital? ¿Quién se encarga de cuadrar la logística del cuidado de los otros/as hijos/as, si los hay? ¿Quién lee? ¿Quién consulta? ¿Quién se informa?
Y una vez ha nacido el bebé, ¡se abre todo un mundo! El registro civil es de las pocas cosas que suele asumir el padre (principalmente porque se trata de una gestión que debe realizarse en el posparto inmediato). Aun así, muchas veces es la recién madre la que dirige a su pareja sobre cuáles son los pasos que tiene dar para llevar a cabo dicha tarea.
¿Qué dicen los números?
La ONU estima que las mujeres realizan al menos dos veces y media más de trabajos y cuidados domésticos que los hombres. Es una realidad que el hombre se ha incorporado poco a poco a las tareas del hogar y a la crianza , pero la mujer sigue siendo la que dirige dichas actividades. Y eso es lo que crea la carga mental. Ese peso invisible que crea el esfuerzo mental constante, sin descanso, para que todo funcione y sobre todo desde la llegada de un nuevo miembro a la familia. Un estudio demostró que el 63% de las mujeres son las encargadas de esta tarea, mientras que solo el 25% de los hombres se preocupa por ello. Por esto, se suele asociar la carga mental con la maternidad.
El 71% de las mujeres sufre carga mental, y sólo el 12% de los hombres lo experimenta.
Un estudio de la compañía Procter & Gamble en su país que demostró que 3 de cada 4 mujeres tiene esta carga mental y que al menos un 40% desconoce este concepto.
Invizibilización
Uno de los aspectos más duros de la carga mental es que es invisible. Nadie repara en ella, en lo importante es y en lo agotadora que resulta. Muchas mujeres ni siquiera son conscientes de que están realizando solas una labor que debería ser compartida, simplemente asumen que esto es lo natural. Además, el entorno tampoco reconoce ni valora el tiempo y la energía invertidos en estos cuidados.
En general en la sociedad no se reconoce el trabajo doméstico y se asume que es algo casi instintivamente femenino. Además, como muchos hombres sólo esperan que la mujer les diga qué hacer -y lo hacen cuando les piden algo- creen que la repartición de las tareas en el hogar es equitativa cuando no lo es.
Es importante visibilizar todo el trabajo que hay detrás de nuestro día a día y preguntaros, conjuntamente con nuestra pareja, cuáles de esas tareas podría asumir el otro, buscando llegar a acuerdos realistas y sostenibles en el tiempo. Para esto también es necesario ceder el control y dejar que el otro asuma la responsabilidad, desde una posición adulta, y que haga las cosas a su manera.
¿Cómo podemos equiparar la carga?
Con este escenario de sobrecarga cotidiano, lo más probable es que la relación de pareja no vaya bien. Las mujeres suelen sentirse frustradas y resentidas con su pareja ante el desentendimiento, la falta de colaboración, implicación, y/o de reconocimiento de la situación y de sus esfuerzos. Este sentimiento de frustración se acaba transformando en resentimiento y rabia que se descargan principalmente sobre el compañero; pero también muchas veces sobre los/as hijos/as. Esta descarga genera tristeza y culpa que, a su vez, aumenta el sentimiento de frustración y malestar. Y todo este círculo vicioso coloca a las madres en una posición muy límite, emocional y psicológicamente hablando.
Para poder equiparar esta carga es importante visibilizar todo el trabajo que hay detrás de nuestro día a día y preguntaros, conjuntamente, cuáles de esas tareas puede asumir el otro, procurando llegar a acuerdos realistas y sostenibles en el tiempo. Para esto también es necesario ceder el control y dejar que el otro asuma la responsabilidad, desde una posición adulta, y que haga las cosas a su manera.
Es importante que antes de sentirnos sobrecargadas, podamos reflexionar y plantear, qué espera el uno del otro y cómo comunicar de manera asertiva nuestras necesidades, para que la demanda pueda ser hecha desde un lugar que permita el entendimiento, y no desde un lugar que genere distanciamiento y rencor.
Ahora bien, no toda la responsabilidad sobre este asunto es de los hombres. Cabe también preguntarse: ¿dejo lugar a mi pareja para que haga las cosas?, ¿necesito que haga las cosas a mi manera y a mis ritmos porque, si no, no estoy satisfecha con el resultado?, ¿necesito controlarlo todo?, ¿necesito ocupar todos los espacios? Es importante dialogar con una misma y ser honesta respecto a estas cuestiones, puesto que, si algunas de estas respuestas son afirmativas, es muy probable que acabes saboteando las iniciativas que pueda tener tu pareja y, entonces, valdría la pena preguntarse porqué se perpetúa esta dinámica o “¿qué estoy sacando yo de allí?”.
Compartir la carga mental es una condición indispensable para poder tener una relación de pareja sana, sobre todo cuando se está criando.
Ahora bien, ¿quieres que las cargas se equilibren entre tu compañero y tú, y no sabes por dónde empezar?
Algunos Tips para alivianar la carga mental
1. El trabajo es en pareja
La responsabilidad debe ser equitativa, ninguno debe estar por encima del otro; no se trata de ayudar en casa, sino de asumir nuestra parte.
2. Crear una lista de tareas
Esto es muy beneficioso para reducir la percepción de las obligaciones que tenemos sobre nuestros hombros (y también, en el caso de las parejas, que puedan compartir sus responsabilidades).
3. Toma un descanso
Tener un descanso es necesario, al igual que cuando estamos sobresaturados de trabajo o estudio, debemos tomarnos un break para restablecer energías. Por ejemplo, cuando tu bebé duerme, toma una siesta, date una larga ducha, lee, mira televisión, etc. Busca un ratito para ti.
4. Tiempo de pareja
Parte de la carga mental que pueden sentir los padres proviene de una sensación de desconexión entre ellos. Si bien, la prioridad siempre es el bienestar de los hijos, descuidar la relación de pareja puede afectar el ambiente en el hogar.
5. Tener un estilo de crianza propio
Cada método de crianza debe ser personalizado para los padres, según sus necesidades y herramientas. Recuerda que los consejos de otras personas puede que no sean adecuados para ti y tu familia. No temas experimentar y descubrir cada día qué es lo que funciona y lo que no funciona con tus pequeños y con la dinámica familiar.
6. Acudir a profesionales
No dudes en acudir a un psicólogo, terapeuta o psiquiatra si necesitas ayuda. Te dará recursos y estrategias para ayudarte a gestionar esta carga mental.
“La carga mental existe, es real y no es un motivo de vergüenza. Por eso no podemos mantenerla oculta e ignorarla, sino afrontarla como pareja y crear el orden necesario como familia.”
Paula Andrea Bórquez Torres es de Punta Arenas, Psicopedagoga, diplomada en el área social comunitaria y en crianza respetuosa y buenos tratos para la niñez, Madre y Asesora de lactancia de Lactamed Chile. En Instagram la puedes encontrar como @pau.borquezt (Maternidad, crianza respetuosa y lactancia).
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