Mi nombre es Daniela, pero me gusta que me digan Dany. Soy mamá de Augusto, quien ya tiene un año y dos meses casi. Soy esposa, hija y hermana, además de Educadora de Párvulos y emprendedora.
Creo que una experiencia que me marcó, entre toda esta turbulencia que implica el tener un hijo, fue la depresión post parto. Pienso que quizás, describiendo ese proceso puedo ayudar a otras madres mujeres a que sepan que esto no es raro, que es algo real, que hay ayuda, que se supera y que debemos ser empáticas y compasivas entre nosotras. Así que este será mi primer aporte.
Para comenzar debo decir que la maternidad no es algo que yo hubiese pensado iba a querer experimentar. De hecho, mi marido y yo teníamos decidido desde el comienzo de nuestra vida juntos que íbamos a estar solos los dos, que los hijos son una tremenda responsabilidad y que, además de todo, era una preocupación en ese momento innecesaria.
Pero todo eso cambió y de un día para otro sentí algo que no creí poder sentir, por cursi que suene: El llamado de la maternidad se hacía presente. Quise ser mamá, y sentía que solo era cuestión de tiempo para encontrarme con quien hoy es mi Augustito.
Me costó convencer a mi marido. Un mes y medio de citas y charlas. Ambos teníamos mucho miedo. Pero, lo superamos juntos. Aún recuerdo ese día en que Clau me dijo que sí, que fuéramos papás, que conmigo el quería todo, hasta eso que le asustaba tanto y lloramos harto. Creo que fue algo así como sacarse un peso de encima, así se siente soltar un miedo tan grande.
Para cuando dejamos las pastillas y visitamos al doctor, nuestro Augustito estaba escondido, el ecografista explicó más tarde que eso se debió a la edad gestacional. Menos mal que ya estábamos decididos.
Un embarazo complicado
Mi embarazo no fue el mejor. Fue literalmente como tener la gripe más grande que existe. Tuve un dolor de cabeza que duró tres meses, me la pasaba en la Urgencia, donde solo me ponían Paracetamol a la vena. No tengo los mejores recuerdos en cuanto a cómo me sentía físicamente, pero me sentía feliz, porque con Clau deseábamos mucho tener a esta guagua.
Hubo muchos cambios en mi vida, muy buenos y que quizá juntos me abrumaron, lo que repercutió bastante en mi ánimo y perspectiva de las cosas que iba viviendo.
A Clau lo despidieron. Sabíamos que iba a pasar, pues estaba anunciado, pero a los hombres en general les afecta mucho, y debo decir que mucho más al mío que es súper cuadrado y algo negativo. Según él moriríamos de inanición en un par de semanas. En fin, eso trajo consigo más cambios. Le ofrecieron trabajo en Puerto Montt, lo que nos abrió la posibilidad de venirnos a vivir al sur, y cumplir el sueño de nuestras vidas.
Por el trabajo de Clau tuve que quedarme en Santiago unos meses sin él y así esperar salir con prenatal. Me quedé en un departamento sin mas muebles que una cama y dos pisos. Fue horrible. De verdad que hasta recordarlo como que me angustia. Según una psiquiatra, que me vio en esa época por una licencia, mi depresión post parto habría estado anunciada, con tanto síntomas de pena y angustia.
Momentos de crisis
Los síntomas empezaron de a poco, me habría gustado haber sabido de esto antes, para así haberlo podido atacar a tiempo. Mi primera crisis la tuve en la clínica, al segundo día de nacido Augusto. Estaba muy cansada y quería ser la mejor mamá para él, así que me presioné mucho.
Quise que durmiera conmigo, no me di un respiro para prepararme para lo que venía, así que exploté. Cuento corto, luego de que seguí la instrucción de la matrona, pedí que se llevaran a mi Gusti para yo poder descansar algo y dejar que mis pechugas descansaran también, porque estaban destrozadas.
Soy culposa por naturaleza, pero definitivamente la maternidad lo potencia. Sentía tanta culpa de haber dejado a mi hijo, que me escuchaba a mi misma haciendo reproches sobre eso, cuestionándome todo. Lo que terminó en que salí corriendo en su búsqueda, corriendo por los pasillos, con cesárea incluida, porque según yo lo había escuchado llorar. Fue horrible, horrible escuchar casi literalmente los juicios que me hacía.
En mi caso la depresión post parto no tuvo que ver con un rechazo a mi gordo, sino que a mí misma y la supuesta incapacidad que yo consideraba que tenía, sobre cómo se debía manejar esto.
Tenía todo para ser feliz, un hijo, un esposo que me amaba, una casa linda en el sur… ¿Qué más podía pedir? Pero no, yo sentía que era mala madre, mala esposa y una mal agradecida por sobre todo. ¡Qué manera de juzgarnos las mujeres! ¡Imagínense eso potenciado con hormonas… uf!
Pasaron tantas cosas entre medio, tantas. Ideas equivocadas, etiquetas, exigencias, falta de empatía y cuidado, que terminaron haciendo un agujero tan grande en mi, que yo ya no me veía, era un ente que solo lloraba. De repente sin razón, sin expresión, solo lloraba.
Existe una serie de cosas, que desde mi perspectiva actual, puedo ver que necesité. Veo que esas necesidades no fueron solo mías, muchas mamás las sienten, y terminan por colapsarlas. Quizás haciéndome preguntas sobre esa época, puedo llegar a representar lo que muchas deberíamos exigir y conocer, sobre la maternidad y el autocuidado, aun más necesario en sus comienzos.
Mis crisis no terminaron ahí, pero yo me sobre exigí, al igual que mi mamá, su mamá y la mamá de ella; y también noté que la sociedad, mi familia y mi esposo me exigían… Y no dí más. Así como hoy, cuando son la una de la madrugada, y puedo sentarme a solas y repasar todo lo que he vivido.
Creo que sería bueno contar más, pero por respeto a mí misma y porque de a poco voy aprendiendo, voy a dejar el resto para una próxima columna. Recién he terminado mis labores de mamá, de mujer emprendedora, en busca de pega y esposa. Así que dormiré. Me lo merezco. Ahora dejaré este teclado, ya que me duermo sobre él. Pero me comprometo a comentar esas cosas, que hoy veo necesarias tener claras, para que así otras futuras madres puedan tener una mejor experiencia.
¿Me ayudarían con sus ideas? ¡Como comunidad podemos! ¡Así todas somos súper madres!
Por: Daniela Miranda Núñez., Educadora de Párvulos UC y dueña de @Littleshoppuertovaras