La gestación en los humanos dura aproximadamente 38 a 40 semanas desde la concepción hasta el nacimiento, la exterogestación es lo que necesitamos para seguir desarrollándonos luego del parto.
El cachorro humano nace siempre prematuro, aunque nazca de termino, ya que su sistema nervioso es precario y no es capaz de valerse por sí mismo, siempre va a necesitar de otro para sobrevivir. Es de los pocos mamíferos que es incapaz de sobrevivir por sí mismo fuera del útero materno.
Para nosotros los adultos, es fácil concebir a la guagua desde un antes-después del nacimiento, ya que después de nacer lo sentimos, vemos, es un ser palpable y tangible. Sin embargo, para el recién nacido es un continuo, no hay un antes y un después del útero. De hecho, la dependencia que experimenta dentro del útero materno es similar a la que experimentará fuera, por lo menos 9 meses más, cuando su sistema nervioso manifieste ciertos logros en la maduración.
Entonces, a estos 9 meses en los que la guagua nos necesita tanto como cuando estaba dentro del útero, para llegar a valerse por sí mismo, para que su sistema nervioso pueda madurar de forma adecuada como para lograr arrancar del depredador sin ayuda, se llama exterogestación.
Al momento de nacer el cerebro establece pocas conexiones neuronales y representa apenas el 25 por ciento del tamaño que tendrá en la edad adulta. De hecho, la mayor parte del desarrollo del cerebro se produce fuera del útero, especialmente en los primeros años de vida. Es por ello que las experiencias vividas en los primeros años serán claves para el desarrollo del cerebro.
Esta relación simbiótica entre la madre y el bebé, que observamos durante el embarazo, está diseñada para ser aún más intensa después del nacimiento. A eso apunta nuestra naturaleza. A pesar de esta realidad, cada vez más bebés pasan la mayor parte de sus días solos en incubadoras, sillas mecedoras, coches y pasan sus noches solos en moisés o cunas, privados del contacto y la presencia de su madre. Lo cual es vivenciado por el recién nacido como un abismo.
Si los bebés se quedaran en el útero durante un período más extenso de tiempo y su cerebro siguiera creciendo al ritmo que crece, la cabeza sería demasiado grande para pasar por el canal vaginal y pondría en peligro la vida del bebé, la vida de la madre y la de toda la especie humana.. Así, a pesar de que el bebé no ha madurado suficientemente, nace.
Es decir, aunque vivamos en la era moderna “,nuestro cerebro siguen estando basado en la Edad de Piedra: desde la óptica del recién nacido, él ni siquiera es diferente de la madre. Se trata de una sola unidad, una díada madre-hijo. Sin embargo, a pesar de estos signos evidentes de dependencia, la inmadurez fisiológica y neurobiológica real del recién nacido no es respetada.
¿ Qué es la Exterogestación ?
Por lo menos 9 meses después del parto, el cachorro humano necesitará contar con los mismos estímulos que contaba cuando estaba dentro del útero: necesita la seguridad de sentir constantemente cerca el cuerpo de la madre, necesita sentir el calor del cuerpo de la madre, el olor de la madre, la alimentación, así como también del movimiento que percibía dentro del vientre de la madre; todo esto mientras se adapta a la vida extrauterina. Insisto, en tanto el sistema nervioso va madurando en condiciones externas favorables y parecidas a las condiciones percibidas en el útero materno.
Un canguro se queda en su bolsa hasta que su gestación exterior o exterogestación está completa y es capaz de alejarse de su madre por su cuenta. Al igual que un canguro, los bebés humanos nacen también inmaduros. De hecho, los bebés humanos siguen siendo en realidad más desvalidos que las crías de cualquier otra especie, y como algunos marsupiales también deben pasar por un período distinto de la gestación fuera del útero. Los bebés deberían quedarse en contacto con el cuerpo de su madre, hasta saber huir solos de los depredadores (locomoción cuadrúpeda)
Este período de gestación exterior tiene que ser respetado ya que no es sólo una cuestión sentimental, sino una cuestión con un impacto profundo en el desarrollo físico, emocional y psicológico del niño.
Además, el bebé debe ser alimentado de una forma que represente lo más posible la intimidad del embarazo hasta que la gestación “exterior” se ha completado. Esto significa que el bebé debe estar en proximidad constante con su madre, ya sea en los brazos de su madre o en contacto con el cuerpo de su madre gracias a un con un trozo de tela u otro portabebé.
La exterogestación beneficia también a las madres
No sólo el bebé necesita a su madre, ambos se necesitan mutuamente. Después del esfuerzo del proceso del nacimiento la madre se tranquiliza con la sensación de fuerza y plenitud cuando sostiene a su bebé cerca de su pecho. El bebé se siente reconfortado por el tacto de su madre, el calor de su cuerpo y la seguridad de ser acunado en los brazos de ella.
Después del nacimiento, cuando el bebé se prende al pecho, las contracciones del útero de la madre comienzan a reducir su tamaño. La lactancia aumenta la hormona del “amor” o la oxitocina, que ayudan a intensificar la unión de una madre con su bebé y la disposición de la madre hacia su hijo. Ella se siente cada vez más enamorada de su bebé y su bebé cautivada por ella. Esta relación de lactancia y la intimidad entre la madre y el bebé, desempeña un papel importante en el establecimiento de una base permanente para los sentimientos de placer, satisfacción y alegría.
¿En qué se beneficia mi hijo?
La información regulatoria adquirida por los niños de sus madres, siendo porteados, también afecta la función cardiovascular, los ritmos del sueño, la función inmune y los niveles hormonales. Mientras está en contacto con la madre, los sistemas del bebé se mantienen a un ritmo regular. La presencia física de la madre es necesaria para ayudar a regular el desarrollo de los sistemas de su hijo/a.
En un momento en que su cerebro está creciendo más de lo nunca lo hará en su vida, es importante reconocer que se entiende que la gestación exterior tendrá lugar cerca del cuerpo de la madre: no en un objeto, no estando solo. Un cochecito con juguetes inteligentes que cuelgan de él o unido en una cuna de plástico con un animal de peluche no es un sustituto cuando se compara con todos los estímulos sensoriales variados puestos a su disposición al ser llevado por su madre. Los niños que son porteados regulan su temperatura con la de la madre, la respiración y hasta el ritmo cardíaco y a posteriori hay estudios que indican que incluso aprenden a hablar mucho antes que los niños que no fueron porteados, por otro lado, el haber estado al nivel en donde suceden las cosas, cerca de los rostros adultos, hace que nuestro hijo tenga mayor capacidad de empatía que un niño que ha estado la mayor parte del tiempo mirando piernas desde su coche.
Llevar un bebé en brazos, naturalmente, aumenta la relación nutritiva entre la madre y el bebé. Además de ser alimentado tanto física como psicológicamente, los bebés que se llevan durante el período de exterogestation se nutren de todo un mundo sensorial que se mueve a lo largo del día y su madre les ofrece. Cuando es llevado en brazos de su madre un niño consigue un lugar seguro desde el que ver el mundo. Es desde este lugar seguro y conocido que los bebés aprenden acerca de lo desconocido, por lo tanto logran ser más autónomos.
Cuando un bebé está en un estado tranquilo y en contacto con su madre, está en el estado óptimo para la observación y procesamiento de todo lo que sucede a su alrededor. Estas oportunidades para aprender crean las conexiones de las neuronas de su cerebro que crecen y se diversifican, se encuentran y se entrelazan con otras neuronas. Cuanto más crecen y se ramifican estas neuronas, mayor es el crecimiento del cerebro. Con su cuerpo pegado al de su madre, gana en propiocepción -una toma de conciencia de su propio cuerpo y el lugar que ocupa su cuerpo en el espacio. Consigue la estimulación auditiva con la explicación amable de su madre, susurros y canciones cantadas especialmente para él.
Cuando es llevado el movimiento y el balanceo rítmico de su cuerpo estimula su sistema vestibular, su sentido del equilibrio, del ritmo y una sensación de seguridad en el espacio. Recibe la estimulación olfativa con el olor de su madre, y la estimulación gustativa de la lactancia con el sabor cambiante de la leche de su madre. Tiene una gran vista al ser llevado en posición vertical y tiene el privilegio de una gran estimulación visual que le permite ver el mundo. Incluso recibe estimulación kinestésica cuando la madre lo cambia de posición al llevarlo.
La intimidad y el contacto físico entre la madre y el bebé no es sólo importante para el crecimiento del cerebro, sino para el crecimiento físico en general. Los bebés que sufren privaciones graves de contacto no secretan la hormona del crecimiento. Algunos han argumentado que el déficit de la hormona del crecimiento se asegura de que el cuerpo no desperdiciará su energía en el crecimiento, sino en encontrar una manera de sobrevivir. Los niños institucionalizados privados de contacto no se secretan la hormona del crecimiento, sin embargo, al entrar en contacto, y recibir estimulación táctil empezarán a crecer de nuevo.
El tacto es tan importante para el desarrollo saludable de un niño que la falta de estímulo y contacto en realidad hace que grandes cantidades de cortisol, la hormona tóxica del estrés. Los altos niveles de cortisol en la sangre no sólo representan un impacto negativo en los niveles de la hormona del crecimiento sino que también repercuten negativamente en la función inmunológica.
Lo que el niño requiere para prosperar está determinado, es ser tocado y transportado, y acariciado, y abrazado y arrullado, incluso si no es amamantado. Es en el tacto, el transporte, las caricias, los cuidados, y los mimos en lo que hay que enfatizar, pues parece que incluso en ausencia de otras muchas cosas, estas son las experiencias básicas tranquilizadoras de que el niño debe gozar de si ha de mantener su aspecto de salud.
Nuestro lenguaje silencioso y más potente, el tacto, es el medio a través del cual los padres y el niño se comunican y se unen, cada caricia fortalece el vínculo entre ellos y fomenta el crecimiento psicológico de nuestros niños, estimula su crecimiento físico y mental; asegura fluidez en las funciones fisiológicas como la respiración, el ritmo cardíaco y la digestión; aumenta su autoestima, la conciencia corporal y la identidad sexual, aumenta el sistema inmunológico e incluso aumenta la gracia y la estabilidad de su movimiento.
Como complemento, no está demás ver la vida de los canguros y cómo viven la exterogestación.
Equipo Supermadre