Lo cierto es que el título que he dado a este artículo puede resultarnos escalofriante, pero los estudiosos que defienden esta hipótesis parece que lo tienen muy claro: el cerebro de la madre que no amamanta al recién nacido interpreta que el bebé ha muerto.
La evolución ha hecho que las madres que dan a luz estén naturalmente esperando que el recién nacido se enganche a su pecho. Las hormonas que se desencadenan en el parto la preparan para ello y, el no amamantar al bebé, hace que el cerebro reciba señales naturales que se asociarían a la pérdida del hijo, pudiendo, por tanto, desencadenar reacciones de pérdida.
Al no amamantar o dejar de hacerlo tempranamente , el cuerpo y el cerebro interpretan (no conscientemente, pero si a nivel hormonal) que ha habido una pérdida, pues cuando una embarazada no amamanta en estado natural ha tenido un aborto o el bebé ha fallecido.
El psicologo evolutivo Gordon Gallup presentó su investigación en la Convención de la Northeastern Evolutionary Psychology Society y la publicó en la revista Medical Hypotheses, señalando, además, que se encontraron más casos de depresión postparto en la madres que no amamantaban en una investigación realizada, por lo que su recomendación clara es que no se favorezca el uso de biberones en las maternidades por poder aumentar las tasas de depresión postparto.
Hoy sabemos que mucho de lo que sucede en nuestros cerebros no es puramente racional, sino que es desencadenado por estímulos y hormonas, por lo que la hipótesis defendida por Gallup, la de que el cerebro de la madre que no amamanta recibe el mensaje de que ha perdido a su bebé, podría ser cierta.
Fuente: Gallup en bebés y más.