Psicología
Duelo gestacional: la importancia de darnos el espacio para aceptar una perdida
En la consulta me ha tocado escuchar historias de muchas mujeres que están cerca del mundo de la maternidad, generalmente mujeres embarazadas, esperando a un segundo hijo, o incluso otras con ganas de ser madres. Me encanta escucharlas, que me inviten a entrar en su vida y a tomarlas de la mano para caminar juntas en este gran camino de la psicoterapia.
Al escucharlas, me cuentan de ellas, de como fue el proceso en el que están actualmente, que les preocupa, les da miedo, les da rabia o las angustia, que es lo que esperan de este espacio, y me abren las puertas de sus vidas para acompañarlas en este momento de autoconocimiento.
Les presto anteojos con aumento, de esos que no han podido ocupar antes porque se mareaban, pero que hoy pueden ocupar porque ellas han decidido hacerlo. El camino no es fácil. Para ocupar anteojos con aumento hay que adaptarse a ello, aceptar que hay momentos difíciles en los que queremos sacarlos y mantenernos como estábamos antes, y otros en que con ansias los ocupamos porque nos permiten ver con claridad ciertas situaciones que no habíamos logrado apreciar con tanto detalle.
Es ahí, donde me sorprenden día a día. Y es en ese contexto donde he podido apreciar que muchas, la gran mayoría evita hablar del dolor, piden perdón al dejar correr una lagrima por su cara, se suenan con la manga de su blusa para evitar pedir un pedazo de papel. Lloran, sobre todo en las primeras sesiones, contenidas, cautas, como si las lagrimas y el dolor se les escapara sin control, y piden disculpas cuando esto ocurre.
Lo más probable es que estén pensando, ¿Qué tiene que ver todo esto, con el duelo gestacional? Pues mucho. ¿Por qué? Porque vivimos en una sociedad donde hay que pedir permiso para llorar, porque evitamos incomodar a otros, porque dejamos que nuestro dolor, sufrimiento, angustia y miedos, pasen a segundo plano, porque ponemos a los demás, por sobre nosotros mismos. Por todo esto, y muchas otras razones, es que el duelo, la gran mayoría de las veces, no tiene cabida social. Porque el duelo “hay que vivirlo rápido”, velorio, funeral, y listo, la vida continua. Pasan un par de días y la sociedad, y nosotros mismos, nos exigimos estar bien, seguir funcionando como si nada hubiera pasado.
Lo anterior, es lo que ocurre en la gran mayoría de los duelos, pero ¿Qué ocurre cuando ha fallecido un bebé de 12 semanas, de 34 o de 38 semanas de gestación? El tránsito del duelo se hace aún más complejo, ¿Por qué? Por varias razones.
Primero, y partiendo de la base que el lenguaje genera realidad, no existe en la lengua española una palabra para nombrar a los padres que han pedido a un hijo. Viuda es la mujer que ha perdido a su marido, Huérfana es la niña que ha perdido a sus padres, pero … ¿y los padres que han perdido a un hijo? No tienen nombre, y al no poder asignar una palabra a ellos, no podemos definir lo que son, por tanto, se produce una invisibilización de este suceso, porque al parecer lo que no tiene nombre, no existe.
Las palabras están vacías de significado, hasta que las asociamos a ciertos objetos, incluimos nuestra propia experiencia, y tanto la cultura como las personas que están inmersas en ella, acuerdan que signifique.
Por lo tanto, ¿Cómo visibilizamos el proceso duelo que viven los padres y familiares cercanos de un bebe no nacido, si es que no hay palabra para nombrar aquello que están viviendo? Es un gran desafío, para nosotros como profesionales de la salud, pero también, para todos aquellos que ocupan un lugar en la sociedad actual.
Por lo tanto, los invito a informarse, a conocer más de cerca qué ocurre con estos padres, como viven este tránsito, como acompañarlos y prestarles apoyo.
¿Qué es el duelo?
El duelo, en sí mismo, es una forma de reaccionar normal y adaptativa frente a cualquier tipo de pérdida, incluidas las pérdidas simbólicas (ejemplo: quiebre en la relación de pareja, nido vacío, cambio en la etapa del ciclo vital de un hijo). Ningún duelo es igual a otro. Cada transito es único, personal e irrepetible.
“Todo cambio implica una pérdida,
del mismo modo que cualquier,
pérdida es imposible sin el cambio”
Robert A. Neimeyer
A pesar de ser, el duelo, un proceso normal que se enfrenta luego de una pérdida, investigaciones realizadas en esta área, plantean que este tránsito es un continuo, y que, a pesar de la particularidad de estos procesos, existen ciertas etapas del duelo, que se logran visualizar en la mayoría de las personas que ha enfrentado la pérdida de un ser querido. Cada una con distintos tiempos de duración e incluso en diferente orden, pero si son estas tres las que se presentan en la mayoría de las familias que han vivido una pérdida gestacional.
Etapa de shock
La primera etapa es llamada “etapa de shock”, y ¿por qué se llama así? Porque al enfrentar la noticia, independiente de si fue sorpresivo o era algo que estábamos esperando, se hace o se transforma en algo concreto y real. Para las familias que han enfrentado una perdida gestacional, independiente de la cantidad de semanas de gestación que estas tengan, experimentan un bloqueo emocional. Las emociones se demoran en aparecer. Este estado puede durar un par de horas o incluso algunos días. Como nos cuesta comprender que es lo que pasó, se nos hace difícil reaccionar frente a lo ocurrido. Por lo mismo, se recomienda, no tomar decisiones importantes en este momento, pedir a los equipos sanitarios que nos den un momento, para luego, cuando estemos mas tranquilos, recibir la información que nos deben entregar, y tomarse el tiempo que ustedes como familia estimen conveniente.
Luego de experimentar este estado de shock frente a la perdida, las emociones comienzan a tener lugar, y cada vez se hacen mas intensas. La primera emoción que generalmente se experimenta es la rabia – ira, acompañada de una sensación de irritabilidad y ansiedad. En este momento, hay una sensación de desborde, e incluso he podido observar en mis pacientes una sensación de ahogo, o de no ser capaces de sostener todo lo que sienten en ese momento. En esta etapa, hay personas que necesitan repetir una y otra vez lo ocurrido (lo que pasó antes, durante y después), como fue el embarazo, que se sintió momentos previos, lo que dijo el médico, como nos dieron la noticia, quienes estuvieron con nosotros, que tono de voz ocuparon, etc. Todo lo anterior, permite hacer real lo ocurrido, dar coherencia a los hechos, y poco a poco ir asumiendo la perdida como tal.
La culpa
Otro de los sentimientos que aparece en esta etapa es la culpa, pero ¿por qué? Las familias a las que he podido acompañar en estos procesos, me han comentado: “no pude anidarlo en mi cuerpo”, “no fui capaz de cuidarlo”, “pude haberme quedado en reposo más días”, “si hubiera ido a urgencias antes a lo mejor lo hubiera salvado”.
La culpa es un sentimiento que emerge del pasado, y se basa en supuestos de lo que no hicimos o lo que podríamos haber hecho, y eso nos angustia, nos agobia y nos inquieta. Incluso, hay casos en los que la culpa aparece por sentir alivio frente a la perdida. Familias que han estado mucho tiempo lidiando entre la vida y la muerte, viendo como sus hijos luchan por mantener su estado de salud, sienten un alivio al dejar de lidiar con esta preocupación y angustia diaria; sienten pena, rabia, frustración y angustia, igual que cualquier otra familia que ha experimentado una perdida, pero al mismo tiempo, aparece la culpa por sentir que pueden descansar y liberarse de esta gran responsabilidad que habían tenido que sostener por tanto tiempo.
Aceptación
Finalmente, y luego de esta gran montaña rusa de sentimientos, aparece la aceptación, momento en el que logramos volver a nuestras actividades, retomar la rutina y moldear la nueva vida que comienza. Poco a poco desaparecerá la esperanza de recuperar a nuestro hijo/a, asumiendo que físicamente no está con nosotros, pero se logrará dar un nuevo significado a este hijo/a estrella. Las familias que han transitado un duelo y llegan a esta etapa logran asumir que este hijo/a no se olvida nunca, solo se pone en un lugar muy especial.
Transitar por un duelo no es fácil. Puede ser un proceso que toma tiempo. A veces habrá días buenos y esperanzadores, y otros momentos en los que nos invadirán la pena y los recuerdos. Recuerda que no solo estamos elaborando un duelo por la perdida de un hijo/a, sino también se hace un duelo de todas aquellas expectativas, sueños, proyectos e ilusiones que acompañaban ese embarazo.
Te abrazo fuerte,
María José Turu
Psicóloga Perinatal
contacto@mariajoseturu.cl
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