Madres
Duelo gestacional: ¿Cómo enfrentar la pérdida de un hijo antes de nacer?
Perder un bebé en gestación, es sin duda una experiencia para la que nadie está preparado. Independiente de que se sepa que es algo muchas veces común e inevitable, nos conecta con ese dolor invisible de perder algo que amamos con todo nuestro corazón sin ni siquiera conocerl@, lo que a su vez dificulta el poder concretizar y dar forma a la experiencia para que sea digerida y procesada, y por lo tanto elaborada.
Cuando alguien muere, hay una serie de rituales y de pasos que toman forma que nos ayudan a transitar por el dolor y a hacerle frente a la pérdida. Pero cuando perdemos una guagua, sobretodo los primeros meses de gestación, muchas veces vivimos este proceso solas, sin acompañarnos, sin comentarlo con la gente, y sin llevar a cabo ritosque nos faciliten el apoyo y ayuda de los demás, ya que muchas personas ni siquiera supieron que estábamos embarazadas. A la vez, estas experiencias nos conectan con la fragilidad del ser humano y con la fragilidad de la vida, con la falta de control que tenemos sobre una serie de cosas que nos pasan, lo cual al tomar conciencia muchas veces genera angustia, miedo e incertidumbre.
Es por eso que los invito a compartir, a hablar de este tema. Las que lo hemos vivido y lo hemos comentado, sabemos que no estamos solas, y lamentablemente las cifras médicas lo confirman, refiriendo que alrededor de un 25% de las mujeres experimentaremos una pérdida (aborto espontáneo) durante nuestra vida reproductiva. Espero con las siguientes líneas poder aportar un granito de arena a quienes están pasando por un duelo gestacional, hayan pasado por algo así antes o tengan a alguna persona cercana a quien quieran acompañar y apoyar en este proceso. La propia vivencia puede ayudar a dar voz a muchas mujeres, ya que cuando compartimos nos encontramos con otras historias similares,que nos hacen sentir acompañadas, contenidas y apoyadas, haciendo visible este dolor invisible lo cual es sin duda esencial para salir adelante.
Desde el minuto en que nos enteramos que estamos esperando un hijo, con ese test que dio positivo (posterior a las dudas, sospechas, o primeros síntomas) es inevitable, queramos o no, que empiecen a aparecer fantasías respecto a esa futura guagua,imaginándonos desde su sexo, como irá a ser, calculando en qué fecha nacerá, y tantos otros sueños y expectativas. Nuestra cabeza se pone a mil imaginando qué será nuestra guagua, qué nombre le pondremos, cómo le contaremos a nuestros seres queridos, cuando lo compartiremos en la redes sociales (si es que lo haremos) y un millón de pensamientos y emociones más que crecen y crecen sin parar. A veces nos ataca el miedo, un simple dolor de guata o una puntada nos hacen pensar y temer que le pase algo a nuestra guagua, que aunque aún no la conozcamos, ya queremos y añoramos y esperamos con ansias.
Cuando por algún motivo algo pasa, a veces sentimos un poco de dolor, o tenemos un sangrado, nuestro corazón empieza a latir, empezamos a pensar, a angustiarnos, apareciendo el miedo que nos pone en estado de alerta, y nos situamos en otros escenarios, pensando en la posibilidad de que nuestro sueño se pueda ver intrincado o interrumpido por eso que nos está pasando. Hay personas que antes de saber que el embarazo se vio interrumpido tienen una larga espera desde el primer síntoma “distinto” hasta recibir la triste noticia. Cuando toma más tiempo, frente a las dudas, algunas mujeres llamamos a nuestro doctor, a nuestra mamá, o a alguna amiga, y/o buscamos en google, a pesar de que sabemos que no hay que hacerlo, para tener toda la información posible que nos confirme que todo estará bien. El doctor muchas veces nos ve, y nos dice porcentajes que nos dan más miedo, que hay que esperar, dejar que las cosas tomen su curso, e ir viendo qué pasa… ufff… cómo si fuera tan fácil.
Nuestra cabeza sigue a mil, pero como bien dice el dicho, la esperanza es lo último que se pierde, y seguimos deseando que todo salga bien. Cuando hablamos con nuestras amigas o con otras personas, muchas veces estas nos tratan de dar aliento y decirnos que todo va a estar bien, y los escuchamos y de verdad queremos creer que así será. Escuchamos el caso de la amiga, o de la amiga de la amiga que vivió algo parecido, donde finalmente fue solo eso, un gran susto, pero que después todo tomó su curso y hoy anda por ahí corriendo feliz de la vida. Así que nos aferramos a la esperanza, aunque el miedo nos ronda y a veces también nos situamos en lo peor.
En otros casos, la noticia llega de golpe. Vamos emocionados a ver una ecografía, y nos encontramos con un escenario totalmente distinto al que habíamos imaginado, donde el doctor nos informa (lamentablemente muchas veces de una forma fría, mecánica y poco contenedora) las malas noticias.
Todos tenemos experiencias distintas, ya que somos diferentes y nuestras vivencias obviamente también lo son, dependiendo de muchísimos factores, entre ellos, de nuestra personalidad, nuestras redes, de la historia de ese embarazo desde mucho antes de quedar embarazadas, el deseo, la espera, el tiempo en que logramos concebir a ese hij@, las semanas que teníamos al perderlo, si habíamos comprado o no cosas para nuestra guagua, a quienes les habíamos contado… ufff… tantas variables como personas existentes. Pero en esa diferencia, también hay algunas similitudes, ya sean emociones, sentimientos, reacciones y procesos que toman curso posterior a la pérdida y que a veces facilitan y/o dificultan el duelo.
Duelo invisible
Una de las cosas que dificulta el duelo es el hecho de que sea aún un tema tabú. Hoy vivimos en una sociedad donde el dolor se evita a toda costa, donde se quiere ser feliz y se busca la felicidad de un millón de formas, y se rehúye el sufrimiento que sabemos que es también necesario y parte de la vida. Esta dificultad de hablar y de conectarnos con lo que nos duele, de compartirlo y de mostrarlo a los demás, lleva a que muchas veces se minimice el dolor de una madre que a perdido a una guagua por tener pocas semanas o meses de embarazo, como si ese dolor pudiese ser cuantificable por el número de intentos, de semanas. Hay muy poca paciencia frente al dolor humano, y todos esperan que uno se sienta bien rápidamente y poco tiempo después de la pérdida, donde escuchamos muchísimos comentarios que pese a que son con una buena intención a la base producen muchísimo daño. Frases del tipo: “piensa que tienes otros hijos”, no ayudan y lo que es peor, generan sentimientos de culpa y humillación, ya que cada madre sabe mejor que nadie la cantidad de hijos que tiene, y el hecho de tener más hijos no disminuye en nada el dolor por la pérdida de esa guagua.
También escuchamos el “ya es tiempo que lo olvides y sigas adelante”, cuando uno quiere justamente lo contrario, quiere saber que lo recordará siempre, y que pese a las circunstancias siempre tendrá un espacio en nuestro corazón. Una de las cosas que genera mas rabia es cuando nos dicen: “por suerte fue ahora que tenías pocas semanas y no más adelante”. Nunca habrá un momento “mejor” para vivir algo así.
Otras personas normalizan lo que está pasando, y nos recuerdan bienintencionadamente, que estas cosas pasan, pero lamentablemente lo vivimos como si estuvieran minimizando nuestro dolor, como también pasa cuando nos dicen lo bueno es que eres joven y puedes tener más hijos, o el al menos sabes que puedes quedar embarazada. Palabras frías, vacías, que lamentablemente no calman ni aminoran la pena.
En vez de hacer como que nada ha pasado, de borrar lo imborrable o de invisibilizar más aun esta experiencia, sabemos que el compartir, hablar con otros que han tenido experiencias similares como también con personas que no lo han vivido pero que están abiertas a escuchar, contener y acompañar, permiten que el duelo sea vivido como cada cual requiera, en los tiempos y formas que necesite, para conectarse y vivir de manera sana lo que le ha ocurrido y no desconectándose y bloqueando lo ocurrido.
Es así que para poder facilitar el duelo lo principal siempre será el verbalizar, compartir, conectar, contener, escuchar y acompañar. No es tan importante lo que nos digan, sino que la manera en que lo hagan, donde respetemos los tiempos de cada persona, le permitamos expresarse y la acompañemos en su dolor. Hoy en día hay espacios donde parejas y madres que han tenido una perdida gestacional pueden reunirse para hablar de sus experiencias, encontrando empatía además de un lugar seguro donde todos se sienten comprendidos y escuchados, además de que al estar en distintos procesos del duelo sirven como modelo para ver que si hay un camino y un proceso de superación y crecimiento.
Cómo superar el dolor
Como pasa con otros duelos, es de gran ayuda el que apoyo no solo emocional sino que también circunstancial, como es el ayuda con pequeños deberes y responsabilidades, ya sea para mantener las cosas de la casa, ayudar con las compras, comidas, cuidado de otros hijos, etc. En vez de esperar a que la persona en duelo nos llame, podemos tratar de ayudar y ofrecer la ayuda de manera concreta que sin duda aunque parezca un detalle marca una gran diferencia.
Por último creo que es fundamental que cada madre, padre, hermanos y familiares en duelo puedan llevar a cabo un ritual de despedida, para lo cualno es necesario ser de una religión en particular, sino que sólo se necesita poder escucharse a sí mismo y ver cómo dar forma a lo vivido para que marquen la transición desde la vida hacia la muerte, lo cual va a depender de cada persona sin existir reglas ni formas preestablecidas de llevarlos a cabo. Hay personas que hacen una ceremonia, escriben cartas, cantan canciones (imperdible el soundtrack y la película Coco), escriben y/ o leen cuentos, hacen álbumes de fotos y tantas otras ideas más que van a depender de cada persona y familia en particular.
Para terminar sólo quiero mencionar que no debemos olvidar que detrás de cada persona hay una historia, un deseo, y que lo que vemos es sólo una parte de otro, y que por lo tanto desconocemos cuanto tiempo o cuantos años se soñó y se esperó poder concebir a ese hijo, y que con su pérdida, perdemos también ese sueño y la esperanza de cumplirlo. Seamos más empáticos, abiertos y dispuestos a acompañar a otro, sin juzgar, sin esperar que hagan las cosas como nosotros las haríamos, sino que desde un real acompañamiento de estar con otro y de permitirle ser y vivir, con nosotros, su propio duelo.
M. Camila Bascou Bentjerodt.
Psicóloga Clínica y Coach de Crianza.
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