Sentir deseos de tener una relación estable con una persona que nos cuide, respete y acompañe es sano. Sin embargo, a veces se transforma en una búsqueda ciega que va orientada a cumplir el objetivo final a toda costa. Hemos aprendido lo sano que es ir avanzando paso a paso. Sano porque nos permite disfrutar de cada momento y aprender, pero además porque fundamentalmente nos conecta con lo que deseamos y lo que, definitivamente, no queremos para nuestras vidas.
La ansiedad frente al rito “matrimonio” que genera estos deseos obtusos de casarse, apuntan a un estatus, a un estado idealizado de un momento que no es tal. Es decir, una mujer relativamente clara, estable y madura no idealiza un momento que es bien sabido como incierto y complejo.
Las que guardan el vestido en la cartera y quieren hacer realidad su sueño a toda costa, siguen un modelo más bien egoísta, en donde la satisfacción del deseo es lo que prima y en la que prevalece una invisibilidad y anestesia hacia un otro a quien vamos a anular para hacerlo vehículo del cumplimiento de un deseo. Suena manipulador y frío y es así tal cual.
Más aún cuando buscamos otro que satisfaga mis requerimientos sociales (de apariencia) y emocionales (de contención). Sin importar el formato en el que venga.
Es por esta razón que las bellas que tienen el vestido de novia en la cartera causan tanto rechazo por el sexo opuesto, porque el egoísmo puede percibirse y basta un hombre relativamente maduro y cuerdo para observar que la dinámica que busca establecer este tipo de mujeres va condenada al fracaso.
Lo curioso es que suele ser una búsqueda que sostienen mujeres más bien avanzadas en edad (en lo que socialmente se espera para casarse), pero con demandas infantiles que le hacen difícil establecer una relación de amor madura: duradera y próspera.
Es curioso que también las propias mujeres que están alrededor de las que tienen este deseo se ven afectadas, esto porque el deseo tiñe todo el interactuar: la conversación diaria, el hablar de los requisitos que debe tener un chico, de la cita ideal, de la necesidad de conocer personas que le permitan cumplir la meta. Señalan frecuentemente hitos referentes al matrimonio de otra mujer, cercana, de su despedida de soltera, etc. Todo esto torna tediosa y menos entretenida (lean bien por favor: fome) el fluir de una conversación, en donde deben aparecer matices y diversidad de planteamiento.
Finalmente debemos tener claro que la ansiedad se nota, no nos permite ser nosotras mismas, hace que mientras buscamos el objetivo o fin último, saquemos el foco en el proceso, lo cual nos puede llevar a un fracaso y una desilusión difícil de superar.
¿Qué podemos hacer? Mirar dentro nuestro, percibir qué es lo que en verdad buscamos, ¿qué nos falta?, ¿qué es lo que necesitamos con tanta desesperación?, ¿cariño? , ¿cuidado?, ¿status?, ¿compañía? E intentar buscar llenar estos vacíos primero, para luego actuar desde el autoconocimiento y la calma.
Lo más probable es que después de una análisis no recuerdes dónde escondiste el vestido.
Varinia Signorelli