Por Isidora Montecinos
“¿Estás embarazada? ¡Qué emoción, qué alegría! Pasa tú primero en la fila, te abro la puerta, no cargues peso, come algo rico, tu cuerpo es maravilloso por crear vida, no te esfuerces mucho, te cedo mi asiento, estás radiante, no hagas nada en tu prenatal, duerme hasta tarde, todo sea por el bien de ese niño que llevas dentro”.
Así pasan los meses de gestación donde independiente como sea tu embarazo eres una diva. Pero después del parto vuelves a ser tu a ojos del resto.
Una tú que ya cumplió con el embarazo y ahora le toca seguir maternando como si nada, como el paso de baile más fácil de la presentación. Ya nadie te abre puertas y te dice que estás bonita, no te preparan celebraciones o te invitan a comer lo que te gusta. Ahora, eres madre.
Si supieran que dentro de esa mujer en la fila del supermercado (en la salida flash que logró coordinar para que le cuiden al crío) hay una transformación mucho mayor a los últimos nueve meses. Nadie sabe que ese cuerpo alabado, creador de vida y fuente divina, está apaleado. Duele todo y sangras y goteas leche y la espalda te mata y tu moño desarmado afirma los pelos que se van cayendo a montones. Ese cuerpo peregrina por fuera y por dentro.
Esa mujer, esa madre nueva, esa recién nacida que olvidaron o no ven, llora todos los días cuando puede, le tirita la pera mientras intenta calmar a su guagua que llora sin conocer causa, recibe ayuda y apoyo pero nunca es suficiente y le da vergüenza pedir más ayuda porque ahora es madre. Es su rol, su deber y trabajo sacar adelante (y con crianza respetuosa, con hijos educados, con horarios de sueño establecidos y con lactancia materna exclusiva). Si se pudiera ver o sentir lo que le pasa a esa mujer, todos haría paso al costado en la fila.
El puerperio nunca va a durar seis semanas, porque el nacimiento de esa madre es eterno aunque sea un proceso solitario. Por eso la tribu es importante, por eso preguntar cómo está es importante, por eso llamarla y no hacer ningún ruido para que ella pueda sentir que escuchan sus sollozos es importante.
Porque si nos enseñaron a tomar por sentado a las madres después del parto, es momento de quemar la dicotomía.
Isidora Montecinos es madre y profesora de Educación Media. En su cuenta de Instagram @nodenuncieporque genera un espacio para que personas sobrevivientes de abuso o acoso puedan compartir sus historias.