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¿Cuál es el verdadero poder femenino?

 

Mujeres todas, hace 5.000 años atrás vivíamos en tribus en donde el matriarcado imperaba. Eso es que grupos de mujeres se encargaban del cuidado de los niños, de ellas mismas y de los hombres del grupo, se acompañaban y preocupaban de que a ninguno de sus integrantes les faltara nada.

El orden social establece el Patriarcado, con el fin de regular los recursos, y nos establecemos como conocemos hoy. Sin embargo mantenemos esa fuerza unificadora femenina, que contiene, cuida y se posterga en pos de los suyos.

El matriarcado sería más que una simple fuerza femenina que adhirió a los valores del patriarcado (la caricatura de la señora con voz ronca y gorda, que se hace cargo de todo). Es una organización maternal, un orden femenino, contenedor, guardador de los sentimientos de cada miembro, soporte total entre miembros, cuidadora de los niños de la tribu indistintamente de quién es la madre biológica.

Da la impresión entonces, que algo de esta nueva conformación hace que lo femenino pierda fuerza, este perder fuerzas permite a lo masculino emerger como líder y es así como nos separamos de nuestras congéneres. Es así que debemos contenernos a nosotras mismas cuando nuestra madre no está o buscar un hombre capaz de contenernos como si fuera nuestra madre (rara cosa).

La explicación antes expuesta tiene el sólo fin de buscar en la escisión (división) de lo femenino la razón de nuestra desdicha.

Sí tal cual: actualmente las mujeres vivimos una especie de desvinculación con el género (sospecha femenina) que es poco sana para nuestro despliegue emocional seguro, para nuestro devenir madres incluso. De esta manera vivimos buscando grupos de amigas, buscando refugio en nuestras abuelas y madres, generando contactos femeninos que puedan ayudarnos a comprendernos desde el reflejo y que además actúen de sostén en momentos de crisis.

Las mujeres juntas nos regulamos, nos acunamos, nos protegemos, es por eso que nos hacemos tan bien.

¿Qué hace el patriarcado?

Nos convence que somos rivales (para dividirnos y reinar), nos obliga a envidiarnos, nos enseña desde pequeñas a desear lo que tiene otra, a competir por las mejores piernas, por el chico más guapo, a sentir que quitarnos algo es triunfo cuando en verdad va en desmedro de nuestra naturaleza femenina entrelazada.

Los hombres se echan porras entre ellos, ¿nosotras? A nosotras nos enseñaron a sospechar a creer que no tendremos una verdadera amiga, a coquetearle al pololo de la otra para validarse. No más.

Reflexionaremos al respecto y vamos a apoyarnos, a piropearnos, a cuidarnos, a no permitir que se hable mal de una congénere en nuestra presencia, así poco a poco cambiaremos la manera de mirar lo femenino y enseñaremos el valor de lo verdadero a las nuevas generaciones… es nuestro único y verdadero poder.

Para todas las lectoras con amor.

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