Hace unas semanas me tope con un artículo que decía que desconfiar de todo el mundo era una de las características de las personas infelices, inmediatamente imaginé a alguien vestido completamente de rojo caminando tranquilamente frente a un grupo de toros, en otras palabras: exponiéndose a un indeseado riesgo por un actuar imprudente, que en términos mas reales resulta tan inverosímil como lamentable en estos tiempos.
La desconfianza no es algo agradable, es una de las actitudes mas grotescas que he tenido que aprender a vivir, un potente y voluntario freno al idealismo y la inocencia cuyo fin es impedir una brutal colisión con una despiadada realidad donde las consecuencias emocionales pueden ser aún peores al manifestarse la desilusión, la frustración, el desengaño.
No pretendo ser pesimista con esta afirmación, más es de gran importancia ya que uno de los graves problemas por los que somos conocidos los aspergerianos es la forma de como enfrentamos las frustraciones, en especial cuando se trata de actividades sociales las que en muchos casos, constituyen tanto un desafío como una gran oportunidad de escapar de la soledad, debiendo lidiar con nuestros anhelos y sueños mas íntimos que son expuestos a la luz de un mundo que por más que desee percibirlo de otra forma, la experiencia me ha demostrado, que es demasiado complejo e ilusorio, o en una palabra mas dura:“traicionero”.
En el deseo de formar parte, descubrir o conocer otro ambiente social, la necesidad de afecto, respeto, consideración, una buena porción de nuestra inocencia espera hallar “el país de las maravillas”, y esto es acompañado de conductas y percepciones que quizás pueden ser en muchos casos ser adecuadas para esas “utopías”, pero que en la practica, desafortunadamente mal interpretadas, por ejemplo: la amabilidad expresada a través de un lenguaje menos coloquial, la conducta gentil, palabras sinceras, al no ser consideradas en el sentido que pretenden dársele generan reacciones de rechazo que pueden causar frustración y un profundo daño emocional conforme a la sensibilidad de quien las exprese, lo cual es menester aclarar, no necesariamente puede tratarse de alguien con Desorden de asperger.
Y es porque, vivimos en un mundo donde todo esta tan mezclado que estamos lentamente bebiendo de nuestro propio veneno, una gran confusión que es terriblemente nociva, lo que obliga a ser desconfiado, no por gusto, sino con un profundo desagrado como un acto de supervivencia; “la primera mirada ya no es la que vale”, en la practica la costumbre subsiste como parte de los prejuicios, en el diario vivir resulta necesario aprender a ver más allá de las “mascaras”, ver a los individuos, no a las personas, no para juzgarlas y condenarlas, sino para conocer sus verdaderas intenciones las que no necesariamente son malas; J. Michael Straczynski, varios años antes que el doctor House la popularizara, escribió la frase “Todo el mundo miente, el inocente por temor a ser inculpado de algo que no hizo, el culpable porque no tiene otra opción”
Ya lo había comentado en un articulo anterior, al vivir tantos tiempo tras mascaras y engaños, nos acostumbramos y validamos una realidad que es tremendamente nociva, lo que obliga crear mecanismos de defensas en la personalidad, que conforme al párrafo anterior, a veces son mentiras, ocultando las intenciones, deseos, anhelos tras “mascaras” construimos un rostro, una persona y las preguntas que eventualmente surgen son: ¿quién soy? ¿Y qué es lo que quiero?
Sobre esta ultima interrogante: No conozco a nadie que no quiera ser feliz (excepto, por supuesto, quienes se han hecho adictos a su dolor), pero esta felicidad debe estar fortalecida en el respeto a los demás, un sincero proceso de retroalimentación donde la confianza juega un rol esencial para que este brinde sus frutos, bien.
George Washington dijo: “La amistad es una planta de lento crecimiento que debe sufrir y soportar los golpes de la adversidad antes de ganar tal denominación” lo que no solo es válido para la amistad, sino en todos los ámbitos sociales, incluso en la guerra la confianza yace en el conocer tanto al oponente como las habilidades propias, he ahí la clave: conocimiento, palabra que implica un mínimo dominio de datos, ¿podemos confiar sin conocer lo que hemos de encarar?, primeramente debemos conocernos a nosotros mismos.
Un ejemplo: el otro día alguien me dijo algo hiriente, más la verdad no era así, inmediatamente, dado lo que conozco a ese individuo supe que no había la más minima intención en causar daño con lo que dijo, debido a la hipersensibilidad que tengo la frase me generó dolor, lo sentí y sabía porque, al conocer y ser consciente de la finalidad de esta, lo único que quedaba era comprender lo sucedido sin darle mayor importancia; ¿pero qué ocurre cuando se ha actuado con una real intención de dañar otro? ¿Qué sucede con una persona que desconocemos?, ¿con un mundo al que somos completamente ajenos?, es como una jungla, necesitamos la guía, necesitamos de nuestro cercanos y familiares, debemos aprender a que nuestra ingenuidad no nos juegue malas pasadas.
Y a veces es tan difícil entender a la gente que un día le dije a un cercano: “Prefiero que alguien me mande a la punta del cerro, a que me llame “amigo” para no volver a hablarme nunca más”, aunque parezca ridículo, es incluso más agradable que lidiar con actitudes ambiguas, en especial cuando cuesta tanto entenderlas, ya que es chocante cuando quien dice ser tu amigo se comporta como algo peor que tu enemigo, porque quieres su amistad y descubrir que no la tuviste por razones que desconoces…es emocionalmente tan estresante y caótico como la odisea de Josef K en la adaptación de “El proceso” de Kafka que hizo Orson Welles, ya que si te equivocaste, quieres aprender pero no sabes el porqué. ¿Dónde estuvo el error?, al final por mucho que se anhele conocer y compartir con la gente, resulta más sencillo quedarse solo encerrado en el hogar y en lo personal es algo que no está bien, dado que por naturaleza somos individuos sociables, y no podemos dejar que el dolor generado del desengaño alimente la amargura y nos aísle.
“Aquello que no nos destruye nos fortalece” es la frase de Friedrich Nietzsche con que se inicia la película Conan el Bárbaro, pero no es suficiente, la fortaleza no puede surgir de la sed de justicia como se ve en esa historia, sino en un noble actuar que preserva y potencia las virtudes de los individuos, por eso me he preguntado muchas veces: ¿Cómo podemos tener confianza con otros individuos? Lo que implica que es importante aprender a valorar, vivir y defender la verdad y cuando me refiero a verdad estoy diciendo a términos absolutos no ambiguos.
Porque llega el momento en que nos podemos encontrar con ella y no saber como distinguirla y enfrentarla, ya me ha pasado que alguien me ha dicho algo muy bonito, he visto a los ojos a esa persona y por más que he deseado creer que es verdad mi corazón me ha dicho que no es así, confirmándomelo el tiempo; y aunque no puedo confiar, pero si puedo darle a esa persona toda la evidencia para que nunca se sienta traicionada ni desilusionada, ser lo más honesto, leal y transparente posible sin esperar nada mas que el bienestar de los demás, no es algo fácil, más es el principio de la construcción de un gran y necesario país de las maravillas, porque la gran desilusión, la real desconfianza surge tras el descubrir lo que no existió, las palabras sin acciones concretas son terriblemente dañinas, requieren conocimiento y un compromiso a aprender a actuar de la forma como deseamos que los demás actúen con nosotros, no para cambiar el mundo sino para proteger y fortalecer el nuestro.
Juan Carlos Sánchez Emilfork.
Aspergeriano. Co terapeuta de Isabel López Turner, Psicóloga quien trabaja con pacientes Asperger en Concepción
isabellopezturner@gmail.com