Mucho se habla sobre el deber de los padres y madres de poner límites a sus hijos. Sin embargo, poco se sabe de cómo llevarlo a la práctica sin recurrir a castigos físicos o emocionales.
El objetivo de este artículo, es compartir algunas indicaciones básicas para evitar llegar a usar gritos, golpes, palmadas o tirones de pelo u orejas. Y por sobre todo, enseñarle a los niños a cómo resolver conflictos de forma positiva.
En primer lugar debemos entender lo que significa poner límites. Los límites son una barrera, una línea que no hay que cruzar, que marca el camino esperable a seguir. Imaginen una ruta, donde las rayas de ambos lados indican por dónde debe circular un automóvil, que si el auto se pasa, puede chocar o despistarse.
Sin embargo, es importante entender que poner límites no es retar, si no que empieza mucho antes, cuando les explicamos las consecuencias de sus conductas. No es lo mismo “Guarda tus juguetes o te pego” a “Guarda tus juguetes o se te van a perder”.
La primera indicación para trazar estos límites en la crianza de nuestros hijos, es tomarse el tiempo de conocer al niño, sus fortalezas y sus debilidades. Conocer qué le gusta, que no, que lo altera. De esta manera vamos a poder anticiparnos a situaciones disparadoras de berrinches, ya sea para evitarlas o saber cómo contenerlos.
Técnicas para evitar las pataletas
– Luego, una vez que conocemos esto, es necesario usar la palabra y, si es necesario, el apoyo visual, como imágenes o dibujos, para describir al niño la situación que va a ocurrir y cuál es su comportamiento esperable. Es decir, utilizamos la anticipación, para que el niño conozca qué es lo que esperamos de él en esa situación, y ofrecemos un refuerzo acorde a ello: “Vamos a hacer unas compras y si esperas tranquilo, luego vamos juntos a tomar un helado”.
– Los refuerzos positivos que utilizamos tienen que tener relación con la conducta esperable, o ser una consecuencia inmediata que para el niño tenga significado.
– Debemos usar siempre un lenguaje positivo, describiendo la conducta esperable, y no lo que NO queremos que haga: “No hagas berrinches en el shopping” versus “Debes permanecer tranquilo en el shopping”.
– Tenemos siempre un “As” bajo la manga. Si sabemos que, continuando con el ejemplo, la espera se le va a hacer muy difícil, preocupémonos de llevar algún material lúdico para entretenerlo. Otra buena técnica, es asignarle tareas a realizar mientras compramos, como elegir productos, llevar las bolsas, pagar etc.
Hasta aquí, el trabajo previo. Pero, ¿qué pasa cuando ya se desató el berrinche?
Técnicas para contener una pataleta
Si recurrimos al primer punto, conociendo al niño, podemos decodificar el origen del berrinche: si es frustración (algo que no pudo hacer o tener), si es de causa sensorial (algún estímulo del ambiente lo está perturbando), si es un llamado de atención, si hay alguna molestia (hambre, dolor, sueño). Si bien, las formas de responder frente a estas diversas causas son distintas y merecen un artículo por cada una, en términos generales existen algunas pautas a seguir.
– Debemos permanecer serenos, explicar la situación al niño, cuáles son las consecuencias de su conducta, y si persiste, ignorar dicha conducta, NO al niño. Y claro que no es fácil, ignorar la conducta requiere mucho trabajo de parte nuestra.
– Es importante manternernos consistentes en lo que anticipamos, y no ceder ante el berrinche. Tenemos que ser nosotros el ejemplo, pero manteniendo la calma y mediando con la palabra, ya que es la mejor forma de enseñarles que esa es la forma esperable de lograr lo que quieren.
– Es importante ignorar las miradas y comentarios externos, cuando los berrinches ocurren en un lugar público o con familiares que suelen opinar sin que se les pida. Pero no tenemos que perder de vista que más importante es la enseñanza a nuestro hijo, y es allí donde debemos poner nuestra atención. Si nosotros perdemos la calma, no hay aprendizaje positivo de la situación. Recurrir al reto y/o al golpe, sólo estará enseñando que las situaciones conflictivas se resuelven de esa manera, y el niño copiara el modelo. De la misma manera, tampoco es recomendable recurrir a las amenazas, las consecuencias negativas, o los castigos.
– No sirven los castigos eternos de días interminables, porque ellos no lo pueden sostener, y tampoco nosotros. Tampoco sirve amenazar con quitar algo que sabemos que no lo vamos a poder cumplir.
– Hay que entender que cuando una conducta es reforzada, tiende a sostenerse en el tiempo. Es por ello que tampoco debemos reaccionar negativamente, ya que también la estaríamos reforzando. Es muy importante reaccionar en forma positiva cuando el conflicto fue resuelto, y conversar sobre ello, especialmente si hubo un aprendizaje.
– Es muy importante para esto, que ambas figuras parentales estén de acuerdo en ello, en ser consistentes y constantes, que el niño no encuentre “huecos” entre ambos, para que el aprendizaje de los límites sea nítido y eficiente. Para ello, la comunicación entre los dos es fundamental.
En resumen, le anticipamos al niño la conducta esperable, y si se cumple, felicitamos y reforzamos. Si no se cumple, explicamos al niño que ya lo habíamos anticipado, y que su conducta tampoco es forma de conseguir lo que quiere. Una vez explicado, continuamos con calma y normalidad (si, lo sé, muy difícil). Y cuando el niño se calma, le reconocemos su bienestar.
Paso a paso
Continuemos con el ejemplo, para verlo en forma más gráfica:
– “Vamos a ir al shopping, pero hoy no podemos quedarnos en los videojuegos. Vamos a hacer unas compras y si esperas tranquilo, luego tomamos juntos un helado”.
En el texto anterior, hubo anticipación de la conducta que se espera del niño. Esa mamá conoce a su niño, y sabe que va a querer pasar por los videojuegos. Y por último, hay un refuerzo luego de la conducta esperable, el cual también responde a los intereses del niño.
Veamos ahora posibles desenlaces:
Resulta que el niño, logró esperar tranquilo, aunque miró de reojo la entrada a los videojuegos.
- Mamá debe decir: “Qué bien estuviste! Ahora podemos ir a tomar el helado y seguir disfrutando juntos de nuestra tarde, estoy muy orgullosa de ti”. La mamá reforzó y cumplió con lo prometido y todos felices.
- Entonces la mamá se agacha, conserva la calma y explica: “Yo sé que estás triste porque no podemos ir a los videojuegos que tanto te gustan, quizá otro día podemos ir”. La mamá empatiza y valida el sentimiento del niño.
- “Pero yo te dije que si estabas tranquilo mientras hacíamos las compras, íbamos a ir juntos a tomar un helado, el que más te guste. Así no vas a lograr ni que te lleve a los juegos, ni que tomemos el helado. Tu decides”. La mamá vuelve a plantear lo pautado, dejando claras las consecuencias, y delegando la responsabilidad al niño de su conducta y de lo que resulte.
- La mamá debe continuar con las compras. El niño al ver a su mama está tranquila y firme en lo que dijo, comienza a calmarse. La mamá refuerza la conducta esperable, empatiza, y valida: “Que bien que ya estás tranquilo, solo queda una compra y vamos por ese helado, anda pensando cuál es tu sabor favorito, el mío es el chocolate”.
- Entonces, la mamá debería optar por finalizar la compra y retirarse del establecimiento. Y aun con calma explica: “Hoy no podremos tomar el helado. La condición era que esperaras tranquilo. Lamentablemente yo no he podido finalizar mis compras y no pudimos disfrutar juntos de nuestro momento con el helado”. Le refuerza la conducta esperable, lo hace consciente de las consecuencias. Aunque no parezca, para el niño esto es significativo, y puede ser consciente de la consecuencia. Entonces, no necesita que al llegar a casa, papá lo rete, o se le quite la Tablet por ello. El castigo es innecesario.
- Sin duda el trabajo es más nuestro que de ellos, pero por eso somos los adultos. Nuestro deber es pintar esas líneas de las rutas, poner los carteles indicadores, y explicarles las consecuencias, como así también reforzarles lo beneficioso que puede ser mantenerse dentro de la ruta.
No más frases del tipo: “Porque mamá lo dice”, ni “hazlo porque o si no te pego”. Ellos son niños, pequeñas esponjas que absorben nuestros estados y formas de comunicarnos. Somos nosotros los que debemos ser más tolerantes, utilizar más el diálogo y ser más empáticos. Y sobre todo, valorarlos como personas en desarrollo, con sentimientos y emociones propias, que deben aprender a manejar y expresar.
Si las malas conductas o berrinches se sostienen en el tiempo, es importante recurrir a un profesional, quien realizará un análisis funcional de la conducta, para buscar la estrategia adecuada de intervención acorde al niño y su familia.
Ana Belen Farias
Lic. En Terapia Ocupacional
Mama de 2
@mama_y_to