Por Soledad López
“Enseñarle a un niño a no pisar una oruga, es tan importante para el niño como para la oruga”.
A. En esta idea vemos un ejemplo de empatía.
B. Esta idea es un ejemplo de comprensión.
C. Esta idea es un ejemplo de compromiso.
D. El rol del adulto y los buenos ejemplos es fundamental.
A, B, C, D, todas son correctas.
Probablemente esta idea parece simple, pero no lo es, engloba todo lo que significa construir aprendizajes, basados en las emociones.
No todos los días son buenos para los profesores y tampoco para los niños, pero exteriorizar las emociones, hablarlas con libertar abre un camino y una confianza única entre docentes y estudiantes.
Verbalizar cómo nos sentimos abre una gran ventana para que los niños o niñas comenten sus emociones sin dificultad.
Un ejemplo real es cuando llego a la sala de clases y tengo dolor de cabeza y les digo a mis estudiantes que no me siento bien. Decirles lo que me pasa y cómo me siento tiene un efecto inmediato. Rápidamente dejan de hacer ruido, conversan más bajito y más de alguno se acerca a darme un abrazo reponedor.
Normalizar el hablar de las emociones es un hito para las relaciones que se dan al interior de la sala de clases. De manera innata comprenden qué es la empatía y la aplican, pero principalmente se genera un espacio que permite consolidar la confianza.
Si yo adulto, soy capaz de hablar fluidamente de mis emociones y sentimientos, ellos también comienzan a hacerlo. Y, lo que es mejor aún, saben qué hacer con sus emociones, a veces llorar, otras reír…o verbalizar que necesitan un apapacho (abrazar con el alma). Hablar con tanta naturalidad las emociones y sentimientos genera un clima positivo dentro de la sala de clases.
Más aún cuando se entiende que las habilidades blandas (mal llamadas así, deberían ser duras porque cuesta mucho desarrollarlas), hoy en día no son el fuerte de la enseñanza de nuestro sistema educativo. Lamentablemente seguimos teniendo un sistema, que más que desarrollar habilidades, apunta al logro y cumplimiento de objetivos y contenidos. Sin embargo, hay que reconocer que ha tenido mejoras.
Pero también hay que ser realista. Todos los aprendizajes y objetivos que se nos plantean, hoy están en línea. Las emociones y sentimientos no, entonces, me pregunto todo el tiempo… ¿sirve de algo que sepan sumar y restar a la perfección, escribir con una caligrafía perfecta, si no saben qué hacer con sus emociones?
Los estudiantes necesitan saber cómo gestionar su emocionalidad en un mundo cada vez más competitivo y reactivo. Es una herramienta que será aplicada en todas las esferas de sus vidas. Los niños y niñas necesitan saber gestionar la rabia, la pena, la felicidad, la tristeza, la vergüenza, validando cada una de ellas y sobre todo sabiendo cómo expresarlas. Es ahí que nuestro rol se vuelve esencial, pasamos más tiempo con ellos que sus propios papás. Por lo tanto, nuestro rol es fundamental para generar ese clima de confianza que les permita expresar con libertad qué sienten y cómo se sienten.
Si este clima se genera de manera correcta y si somos conscientes de lo importantes que son las emociones vinculadas al aprendizaje, conseguiremos no sólo desarrollar habilidades blandas y cumplimiento de objetivos, sino que justamente lograremos aprendizajes significativos.
María Soledad López Contardo es profesora de Educación Básica y madre, y tiene un magíster en Desarrollo Curricular y Proyectos Educativos. Su intención como docente es acoger y dejar una huella en sus estudiantes y familias.