Por Carla Moreno
“En todo ser humano hay grandeza” frase precisa pero muy potente que te llena de confianza, actitud positiva y sobre todo permite que creas en ti.
En la vida adulta buscamos o nos arraigamos a quienes nos hacen sentir así, ya sea trabajo, familia, amistades, etc. Pero un niño no posee esta capacidad de elegir, un niño o niña cree fuertemente y es el reflejo de las figuras de apego que los hacen sentir de esta manera; confiados, seguros y protegidos. He aquí la importancia de amar desde la particularidad de cada hijo, crear autonomía, identidad propia y confianza son los pilares para que se sientan capaces de afrontar y de elegir, sin miedo al fracaso.
¿Cómo podemos entregar a nuestros hijos e hijas estas herramientas de seguridad?
Haciéndolos sentir protegidos, valorados y acogidos, participes de las decisiones familiares (las decisiones la toman los padres, pero podemos mantener al tanto a los niños y niñas de que se están generando cambios). Con ello sacamos a nuestros hijos e hijas de una zona de confort, los enfrentamos a desafíos, a crecer, mejorar y progresar. Como última herramienta, debemos entregar, enseñar e inculcar en ellos la empatía, el valor de ellos y de los demás.
Como madres, padres y cuidadores debemos tener como misión primordial encontrar y fomentar el talento, la particularidad de cada niño y niña. Entregar desde pequeños esta fortaleza los llevará lejos en la vida adulta, les va a permitir florecer y comprender que el fracaso no los hace menos, que hay más oportunidades, hay recompensas y satisfacción si realmente están haciendo lo que quieren, lo que les apasiona. Encontrar el camino correcto no es fácil, cumplir sueños no es de un día para otro, pero está en nuestras manos que nuestros hijos e hijas se sientan capaces.
Tanto las madres, padres o cuidadores, tenemos en común la experiencia en la que muchos nos podemos sentir identificados. Tenemos en común el amor incondicional por nuestros hijos, esta unión inquebrantable, esta dedicación y entrega hacia ellos, que a pesar de ser un camino lleno de confusiones y ambigüedades en donde se experimentan múltiples sensaciones a la vez como: amor/culpa/toma de decisiones, cansancio, alegrías etc. Sentimos que es el amor más genuino, hermoso, grande, único e inexplicable que se puede llegar a experimentar.
La llegada de los hijos e hijas marca la vida de una madre y de una familia, ya que se modifican los hábitos, las rutinas, las dinámicas de adultos son ahora secundarias. Mientras más vaya creciendo la familia, podemos notar que, aunque se tenga el mismo estilo de crianza con cada hijo o hija, se logra percibir que cada uno es diferente al otro, que poseen actitudes innatas y personalidades diferentes. Algunos son más introvertidos y sus hermanos muy extrovertidos, mientras uno es tranquilo, el o la hermana es más arriesgada y autónoma.
Tratar a nuestros hijos desde su particularidad no tiene nada que ver con el amor. Se ama con el corazón a cada hijo e hija, pero surge esta cercanía, afinidad o necesidad de cuidar a unos más que a otros, y, ¿cómo nos hace sentir esta tendencia hacia un hijo más que a otro? Culpables, se intenta bloquear esta inclinación ya que no nos permitimos que exista un favoritismo, que como tal no es favoritismo, es cuidar o proteger a quienes más nos necesitan.
Sin culpas, sin inclinaciones, sin favoritismos, los seres humanos tendemos a elegir. Socialmente hay una ideología de vivir en armonía, en donde no existen las diferencias, visión armónica de ser todos iguales dentro de un núcleo, ideología que tenemos tan incorporada en nuestra manera de ser, que, si aceptamos las diferentes personalidades de nuestros hijos o hijas, nos hace sentir culpa o bloquear esta inclinación, pero, esta ideología cultural está lejos de ser lo óptimo. Lo óptimo es aceptar las diferencias, entenderlas e incorporar un estilo de crianza que te haga sentir que estás ayudando y cultivando el desarrollo de tus hijos e hijas según sus necesidades como seres humanos únicos. Al tratarlos de maneras diferentes, al comprender que tienen necesidades diferentes, fomentas la autonomía y la autoestima, porque crecen con esta idea incorporada “todos somos diferentes”.
Como dije al principio, todo ser humano es especial y en todo ser humano hay grandeza, es por esto por lo que debemos tener a disposición espacios de oportunidad para que nuestros hijos e hijas puedan demostrar y desarrollar sus talentos, expresarlo y dejar huellas. Hacerlos sentir valiosos es la mejor herencia y legado que les puedes entregar. Es por ello que debemos mirar a nuestros hijos e hijas como grandezas en potencia, observemos sus habilidades y potenciemos desde la particularidad que tiene cada hijo y cada hija.
Si ya siendo adultos, sentimos que no se tuvo esta suerte de ser vistos como seres individuales y particulares durante la infancia, sin duda es un factor que puede marcar una tendencia en la personalidad. No es determinante, no es definitivo, influye, pero no determina. No hay que dar nada por perdido y nunca es tarde para sorprendernos. La clave está en quererte a ti, ante todo, querer la vida, querer el bienestar, porque si quieres harás todo lo posible por salir adelante y ser plenamente feliz.
Carla Moreno Irarrázabal es psicóloga y madre de tres niños, con un cuarto en camino. En su trabajo intenta inculcar un estilo de apego desde el respeto y siempre desde la posición de las y los niños pequeños, para entender su mundo. La encuentras en su IG: @carlamorenopsico