Ser Mamá no es fácil y eso ya lo sabemos, pues educar a los niños tampoco lo es porque para hacerlo bien no solo basta con entregar amor sino que un discurso que sea consecuente con lo que hacemos, porque los niños aprenden más de los actos que de las palabras, por ello, aquí tu ejemplo se vuelve fundamental.
Si del “dicho al hecho” hay incoherencias, ten claro que los primeros en notarlo serán tus hijos, ya que están atentos a cada acto que realizas. Por ello, te invitamos a que leas los principales errores que comentemos como madres, con ejemplos súper concretos, para que veas cuáles te identifican, lo internalices y corrijas.
- Pedirles que sean autónomos y resuelvan solos sus problemas, pero una vez que se enfrentan a alguno que por edad y madurez creemos que son capaces de resolver, les entregamos la solución, subestimando sus capacidades de reflexionar y sacar conclusiones valiosas de estas experiencias.
- Creer que no perciben emociones que queremos esconderles, como el enojo, la angustia o la pena, olvidando que es imposible “no comunicar”, y que los niños son excelentes lectores de las señales no verbales.
- Enseñarles que no se debe mentir pero cuando llama alguien a la casa con quien no queremos hablar, les pedimos que digan que no estamos.
- Explicarles que se deben cumplir los compromisos y no concretar las promesas que les hacemos, como “si te portas bien saldremos a comer helado”, y una vez que tu hijo obedece, olvidas cumplir tu parte del trato.
- Mantener un discurso que valora la conversación de los problemas y la importancia que tienen pero cuando nos cuentan sus dificultades, las minimizamos e incluso las tildamos de “tonteras de niños”.
- Enseñarles sobre el respeto, el valor del diálogo y el autocontrol, y reaccionar violentamente en situaciones diarias como gritar mientras manejamos.
- Pensar que no son capaces de comprender ciertas situaciones, por lo que no es necesario abordarlas con ellos, aislándolos de la realidad que pueda estar viviendo la familia cuando comprenden y son parte de ésta.
- Plantearles la importancia de escuchar a los papás y de contarles lo que les pasa, pero al mismo tiempo tener actitudes de desinterés como estar conectado al celular o comer mirando televisión, demostrando poca disponibilidad.
- Evitar conversaciones profundas y poco cotidianas como la sexualidad o conductas de riesgo, por creer que no les interesan o porque las aprenderán en el colegio. Acá debes estar muy atento y saber que la curiosidad los hará averiguar lo que les interesa en otra parte, arriesgándote a que reciba respuestas inadecuadas.
- Pensar que no les afecta lo que sucede a su alrededor porque “no se dan cuenta”, como cuando entre los padres hay un conflicto o tensión. Recuerda, ¡ellos están atentos a tu lenguaje verbal y no verbal!
- Enseñarles la importancia de respetar ciertas normas de convivencia y de educación como la puntualidad, la empatía por el sufrimiento ajeno, etc., y transgredir esa enseñanza llegando tarde o minimizando el dolor de un “otro”.
- Tachar de “llamada de atención” o “manipulación” ciertas conductas difíciles de nuestros hijos y no comprender que son señales de que algo les está ocurriendo.
- Pedirles que no digan garabatos, pues son palabras malas, e incorporarlas como parte de nuestro vocabulario, sin resguardar si ellos están o no presentes.
- Enseñarles que hablar mal del otro es incorrecto, pero “pelar” a familiares, amigos y cercanos.
- Deslegitimar a otras figuras de autoridad como el papa, la mamá, la nana o la profesora, pues este hecho solo fragiliza la relación que establecerán los menores con los adultos importantes que los rodean.
¿Te sientes identificada con alguna?
Equipo Supermadre